S E C R E T O S |Fanfic Pecados Placenteros|

37

Josephine

Me habían encerrado en un calabozo.

¿Qué clase de familia te encierra en un calabozo?

Por lo menos Alex me encerró hace años en una habitación con cama.

Llevó quizás dos horas aquí. El hombre que me encontró hablando con papá me tomó por las malas llevándome hasta donde estaban los Petrov. El celular se lo había quitado a mi querido abuelo cuando estaba despistado peleando con un hombre, el único que más o menos no lo quiera muerto.

Quizás le digo a papá que lo encierre, es un poco chistoso.

Bueno, el otro hombre les avisó lo que había hecho y ellos me mandaron a encerrar en este lugar.

Sólo espero que papá si llegue rápido... No creo soportar mucho tiempo encerrada.

No sé que es lo que harán conmigo con exactitud, pero está claro que no es nada bueno. De lo poco que logré escuchar quieren cerrar un trato que se hizo hace años, probablemente mi mamá era parte de ese trato y ahora quieren que yo lo cumpla. ¿Pero qué es?

Comencé a escuchar pisadas de tacones, me asomé por las rejas viendo a mi abuela. Lo único bonito de ella era que se vestía muy elegante. Nada más.

—Si sólo me hubieras escuchado, no estarías aquí. —dijo en cuanto se posó frente a mí.

—Si sólo me hubieras escuchado no pasarías por una muerte espantosa en manos de mis padres. —me encogí de hombros— Pero cada quien escoge cómo morir.

—¿Crees que vendrán por ti? —bufó— Tú padre tiene otros hijos, dos hijas más con una mujer que sí ama, ¿en serio crees que le importas?

—Mmmm. —me hice la que dudaba— No lo creo... Yo sé que le importo y que me ama. Que tú hayas sido una madre horrible no quiere decir que los míos lo sean.

—Yo lo único que he querido es que estar bien contigo, Josephine, pero eres igual de terca que tu madre. —negó en desaprobación— Perdí a Elisabeth hace años, no cometeré el mismo error otra vez.

—¿Pretendes dejarme encerrada?

—Si lo tengo que hacer, sí, pero no permitiré que te alejes de mí.

Claro... como no fue una buena madre quiere hacer las cosas "bien" conmigo. Quiere remplazar a mi madre conmigo.

Que gente más loca.

—Tampoco creo que esté aquí mucho tiempo. —rodé los ojos— Ya sabes, creo que mi querido abuelo me llevará a otro lugar.

Me miró confundida.

Mala madre, mala abuela y medio estúpida...

¿Qué más añadiré a la lista de cosas que espero no heredar de esta familia?

—Te traeré algo de comer.

—No gracias, mi mami dice que no debo aceptar nada de extraños. —la molesté.

Era fácil hacerla enojar, sólo debo mencionar a mamá y su cara se pone roja.

Ella se marchó. Nunca se queda mucho rato conmigo, ¿será que le ponen tiempo? O sea, no es que la quiera cerca, pero me aburro mucho aquí.

Me senté en el fondo recostada de la pared. Podía escuchar el sonido de ratas en otros lados, si alguna me tocaba soy capaz de romper la puerta de una patada solo para salir de aquí.

No sé cuantas horas más pasaron, pero creo que la noche había caído.

Escuché pasos y sólo esperaba que no fueran de mi abuela otra vez porque me mataría. Pero no era ella, era un hombre con cara de mono enojado. Abrió la puerta.

—Sal niña, te están esperando.

¿Ahora para qué me querían? Al ver que no salía me tomó del brazo con fuerza y me hizo caminar, subimos unas escaleras para salir del sótano, y luego las que daban hacía el segundo piso. Me volvieron a meter en la habitación.

—Los señores quieren que te prepares para cenar.

Había un vestido sobre la cama, blanco.

Decidí ver de que se trataba esta vez, así que me bañé y arreglé el cabello, me coloqué el vestido y unos tacones. Una mujer del servicio me estaba apurando diciendo que ya iba tarde, pero es que nadie les dijo que me mantuvieran encerrada en un lugar sucio. Así no iba a salir. Yo tengo una reputación que mantener.

Comenzaron a tocar la puerta muy fuerte, gritando que saliera de una vez.

Muy poca paciencia en esta casa.

Tomé aire para estar tranquila. Papá debe estar por llegar y todo esto acabará.

Salí de la habitación con el mentón en alto, no voy a dejar que me vean nerviosa.

Escoltada por el cara de mono enojado llegué hasta el comedor, estaban los mismos de siempre, y otras personas que jamás había visto.

—Lamento la demora. —les sonreí.

Mi abuela palmeó una silla a su lado, rodé los ojos. Me dirigí hasta la chica que siempre está lanzándome comentarios sarcásticos, ambas lo hacemos.

—Me voy a sentar ahí. —le dije.

—¿Disculpa? —rió— Lárgate a otra silla, Josephine.

La terminé empujando para que se saliera y yo poder sentarme. Si Milenka estuviera aquí reiría y levantaría los pulgares en aprobación. Ella miró a nuestro abuelo completamente ofendida.

—Entonces, ¿a qué se debe esto? Luego de mantenerme encerrada.

—Josephine, ellos son los señores Russo. —me presentó a la pareja.

—Un gusto conocerte, Josephine.

—Aw, gracias, yo no puedo decir lo mismo de ustedes.

—Josephine. —me regañó el padre de mi mamá— Y él es su hijo, Francesco.

Pasaba de los treinta, eso es seguro.

—Tu esposo.

—¿Mi qué? —miré a todos— Creo que se equivocaron de persona, la persona que buscan lleva muerta dieciséis años. Yo tengo dieciséis años, estoy chiquita.

—Tu madre murió, pero tú sigues viva. —dijo la mujer— Y aquí si los padres no cumplen, los hijos sí.

—Que cosa más estúpida, lo único que quiero heredar es dinero.

Me puse de pie, pero me tomaron de los hombros para que me volviera a sentar. No dejé que me tocaran, tomé la mano del hombre y se la doblé.

—En tu vida vuelvas a colocarme un dedo encima. —lo alejé de mí volteando a todos— Me importa una mierda si ustedes casaron a mi madre, búsquense a otra mujer o que su hijo no sea inútil. —lo miré— Treinta años y todavía dependiendo de tus padres, que desperdicio.

—¡Josephine! —volvieron a regañarme.

—Para esto me trajeron, para casarme. —miré a mi estúpida familia— Pues me apena decirles que eso no pasará.

Mi abuelo se levantó enojado de su silla y caminó hasta donde mí furioso.

—Se hace lo que yo diga niña, y no vas a avergonzar a esta familia.

—Me puede importar menos tu ridícula familia.

Un hombre entró al comedor deprisa.

—¡La FEMF!

Sonreí hacia todos.

—No iré a sus funerales, desde ahora se los digo.

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