Capítulo Doce:

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Capítulo Doce:

Caminé sigilosamente hasta la parte trasera de la casa, no había rejas que saltar, por suerte, ya que el atletismo no se me daba muy bien.

Si mi memoria no fallaba, tenía un balcón, que daba a la piscina. Miré hacia arriba y volví a acertarle, al bajar la vista divisé la puerta del sótano y un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral, me daba miedo solo recordar lo que había sucedido. Decidí no darle importancia y comencé a pensar en todas las posibilidades que tenía de subir. Pero no había chances, tendría que dar la cara.

Caminé hacia el frente de la casa, y cuando estaba decidida a tocar el timbre, unos sonidos no tan placenteros, -para mí- , inundaron mis oídos, mis ojos se abrieron como platos, no entendía como Kendall podía estar dejándose así.

Más que enfadada toqué el timbre, una, dos, tres, cuatro, veinte veces, pero nadie salía. No iba a rendirme. Presioné el timbre por aproximadamente 3 minutos, controlados por reloj, hasta que un Dylan a medio vestir me abrió la puerta, todo despeinado, y con un dejo de frustración y felicidad a la vez en el rostro, pero al verme todo rastro de felicidad que su cara podría haber portado se desvaneció completamente para fulminarme con la mirada.

-Amor, ¿quién es?- se escuchó la voz de Kendall, que bajaba las escaleras envuelta en una sábana, al verme se encaminó directo hacia donde estaba, pero se quedó detrás del fornido cuerpo del rubio, -Vete, mentirosa- dijo seca, -Entenderás que te estoy haciendo un gran favor de alejarte de este maldito loco más adelante, ahora vístete y vamos-, -Soy mayor de edad, hago lo que quiero, soy mayor que tú, no me ordenarás que hacer, ahora, si nos permites, déjanos divertirnos y déjame de cagar todo-, y después de mirarme horriblemente mal una vez más, se dio la vuelta con aire de superioridad y se marchó escaleras arriba, Dylan se dio vuelta, le miró el trasero y sonrió, volvió su vista hacia mí, -Tu auto está listo- dijo normal, estiró su mano derecha seguramente hacia alguna mesita o algo y escuché el sonido de llaves, -Aquí lo tienes, y tanque lleno, no me lo agradezcas- dijo sonriendo mientras me entregaba las llaves, -Dame las llaves del auto de Kendall, no la llevaré de regreso- negó con la cabeza, este tipo estaba poniéndome los pelos de punta, como siempre. Di un suspiro frustrado y saqué las llaves de mi bolsillo para arrojárselas en la cara, haciendo que el muchacho tome su cara con ambas manos debido al dolor que le ocasioné, -¡Vete de mi casa, maldita perra!- me gritó, para cerrarme la puerta en la cara, -¡Espero que te pudras en un baldío!- le grité, para darme la vuelta y salir de su territorio con la frente en alto. Estacionado frente a la casa estaba mi preciado auto-casa, estaba tan frustrada que ni siquiera lo había notado al pasar por ahí la primera vez.

Iba a quedarme en casa de Kendall, esta noche, hasta mañana, cuando ella regrese le daré las gracias y me iré, y si no quiere no volveré a interponerme en su camino.

La verdad era que no quería que esto terminara así, apenas comencé a hablar con Kendall sentí que tenía algo, sentí que podía confiar en ella, y lo sigo sintiendo, sé que esto es un enojo pasajero pero aún no la conozco como para saber hasta dónde su enfado llegó. Me duele tener que alejarme porque me sentía muy a gusto con ella, sentía que me daba su apoyo, sentía que podíamos llegar a ser grandes amigas, de esas que no se olvidan, que se quedan por el resto de la vida.

Conduje hasta la casa bastante enfadada, mi panza rugía de hambre y no sé por qué, habíamos comido unos tacos cuando estábamos allá, encima no tenía dinero encima y eran aproximadamente las cuatro de la mañana, tendría que aguantar hasta mañana, o comerle algo de la nevera a Kendall.

Luego de estacionar mi auto justo en frente de la puerta del edificio, me bajé y lo trabé, busqué las llaves del portal en mis bolsillos y abrí la gran puerta de vidrio, me dirigí a los ascensores y oprimí el botón, una vez que las puertas se abrieron dejándome entrar, obviamente subí y oprimí ahora el botón con el número del apartamento. La típica musiquita comenzó a sonar taladrándome el cerebro como el sonido de lo que sea que hace que la cosa en la que ahora me encuentro pueda funcionar subiendo y bajando gente, y cuando las puertas se abrieron salí en busca de mi puerta, bueno la de Kendall en realidad.

Entré, me encaminé hacia mi habitación, me vestí con mi pijama y ordené todo para mañana apenas llegue Kendall irme. Un par de lágrimas se escaparon de mis ojos, no quería que esto suceda, no quería marcharme, pero no tenía ningún derecho a quedarme.

Saqué todos los bolsos y las cajas en las que había traído todo aquel día con Dylan. Cada vez odiaba más a ese muchacho, a donde sea que vaya él estaba, siempre lo tenía que encontrar y siempre que aparecía, las cosas salían mal.

Guardé cada una de las cosas en sus respectivos lugares, e intenté acomodar todo de tal forma para que nada se rompiera ni se arruinara.

Pensar que mañana por la noche volvería a dormir en el asiento delantero de mi coche me provocaba ganas de vomitar, ¿Por qué cuesta tan poco acostumbrarse a lo bueno?

Ya todo se encontraba empacado, y yo me encontraba lista para pasar la última noche en una cama. Puse un par de almohadas en el respaldar, busqué un libro de los que siempre solía leer, apagué la luz pero prendí la del velador junto a la cama, me adentré en las sabanas y me acomodé mejor, respiré hondo unas tres veces, para así tranquilizarme, y abrí el libro.

"Sueños Secretos" se titulaba la maravillosa obra escrita por Daniela Sacerdoti, me la habían regalado mis amigas para mi cumpleaños número trece. Lo leí durante todas las vacaciones de verano, la historia me encantaba, realmente me fascinaba, y solo ponerme en la piel del personaje me daban ganas de no existir.

Hoy, con dieciocho, después de cinco años sin volver a leerlo, vuelvo a tomarlo, vuelvo a enfrentarme a la triste historia de Sarah Midnight, pero esta vez, sabiendo que se siente vivirlo en carne propia.

La historia trata de una chica, con una gran obsesión a la limpieza y a la perfección, que a la edad de dieciséis años sus padres mueren, dejándola sola en este mundo, lleno de demonios –y no estoy hablando de personas a las que podemos compararlas con demonios, como Dylan, sino que hablo de demonios, literalmente-.

Sarah queda al cuidado de su tía Juliet, y la familia de la hermana de su madre.

Cazar demonios no era una tarea fácil, ni tampoco tener que hacerse cargo de lo que una vez sus padres hicieron sin enseñarle, y que su única guía sea un libro encantado difícil de descifrar junto a la ayuda de su extraño primo Harry.

Pero también es complicado matar a los demonios internos, a esos que viven en nuestro interior y que en los peores momentos salen desde lo más oscuro de nuestro ser para hundirnos, para hacernos creer que somos una mierda, que no servimos, que lo único que merecemos es la muerte. Y ahí estaba la diferencia entre Sarah y yo. Ambas habíamos perdido todo, ambas nos sentíamos solas, ambas debíamos enfrentarnos al mundo de una manera muy diferente, ambas debíamos luchar contra esas criaturas, pero no éramos las dos las que estábamos ganando la batalla.



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Quería decirles que el libro del que hablo, es real y es muy bueno, es una trilogía. Por si lo leen, las ideas de esta historia no las saqué de ese libro, hoy cuando escribía busqué entre mis libros alguno con lindas frases y me di cuenta de que eran muy parecidos.

Espero que les guste, y que se estén enganchando con la historia, cualquier pregunta o duda o sugerencia o lo que sea, pueden consultar, y no se olviden de votar, comentar y compartir. ESTOY MUY CONTENTA PORQUE LA HISTORIA YA TIENE 1000 LEÍDOS!!!!! Vamos por maaaaaas

Acá les dejo mi twitter: https://twitter.com/AbrilUghetti

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