Capítulo Dieciocho:

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Capítulo Dieciocho:

-Dina- escuché que me llamaron en un susurro, moví un poco mi cabeza para despabilarme, pero el sueño que tenía no me permitía abrir los ojos, mi mano dolía aún más que ayer y estaba segura de que mis muñecas estaban marcadas debido a las esposas que me colocaron ayer. –Dina- volvieron a llamarme, pero esa voz me sonaba bastante conocida, me desperté de un salto, -Ashley- susurré, empecé a mirar para todos lados, esa dulce voz no paraba de llamarme. Me levanté y corrí hacia las rejas, asomé mi cabeza para ver por los pasillos, del lado derecho no había nada, solamente la silueta de la puerta de entrada, todo estaba muy oscuro pero la vista se me iba acostumbrando de a poco. Las manos me empezaron a temblar, al mirar para el lado izquierdo encontré a Ashley, mamá y papá atados con cuerdas, me miraban suplicantes. Detrás de ellos se encontraba alguien más, no sabía quién, no podía notarlo ya que tenía algo negro que le tapaba la cara, -Esto es tu culpa Dina, eres la culpable de que tu familia pase por esto- aquel hombre rió al terminar de decir aquellas palabras. Comencé a llorar desconsoladamente, -SUÉLTALOS, SUÉLTALOS, LLÉVAME A MÍ, PERO DÉJALOS- grité con todas mis fuerzas, comencé a zamarrear el gran portón que me impedía salir, pero era imposible moverlo, -POR FAVOR, NO LOS LASTIMES- volví a gritar. Estaba desesperada, quería correr a rescatarlos pero no podía, me sentía tan impotente.

-POR FAVOR QUE ALGUIEN ME AYUDE, SE LLEVARÁ A MI FAMILIA, ESA COSA SE LLEVARÁ A MI FAMILIA- comencé a gritar con la esperanza de que algún policía me escuche y haga algo. –Chica, cálmate, ¿qué es lo que te sucede?- me preguntó una de las mujeres, -Ayúdame a salir, debo rescatar a mi familia por favor- le rogué, -¿Estás loca?, ¿Qué sucede?- preguntó otra, volví a asomarme a los barrotes y señalé el final del pasillo, ella se levantó y se asomó también para ver la escena, -No hay nada muchachita, estás loca realmente- dijo mirándome, volví a observar en esa dirección y ya no había nada, esto no podía ser, estaba desconcertada, -Vete a dormir niña, tú no tendrás que realizar los trabajos comunitarios, pero nosotras sí- me retó otra, logré formular un casi inaudible "lo siento" y volví a acostarme.

No podía conciliar el sueño, estaba volviéndome paranóica. Las alucinaciones se hacían cada vez peores, y ya no lograba distinguir si era real o simplemente producto de mi cabeza.

Al girarme en la cama divisé al mismo individuo que estaba atando a mi familia a un costado de mi celda, tan rápido como la luz el tipo se acercó y comenzó a ahorcarme. Empecé a toser y a patalear, -AYUDA- grité apenas me soltó, intenté escaparme pero hasta ahí es lo único que recuerdo, ya que luego sentí un horrible dolor en la cabeza y todo se volvió negro.

Me desperté adolorida, y al intentar tocarme la cabeza me percaté de que una camisa de fuerza me impedía moverme. Como pude me senté en la camilla donde me encontraba plácidamente durmiendo hace minutos, miré a mi alrededor, estaba en un cuarto blanco, no había ventanas y parecía que las paredes y el techo estaban cubiertos de almohadones o algo parecido, intenté soltarme pero era imposible. Me bajé de la camilla e intenté buscar una salida pero también era imposible. De repente todo se volvió oscuro, y comenzaron a escucharse gritos y sollozos, algunas veces podía oír mi nombre, empecé a asustarme, quería salir, los lugares pequeños me daban mala espina.

Los gritos, llantos y gemidos no paraban, y cada vez el sonido era más fuerte, caí al suelo y grité lo más fuerte que pude. No sabía qué estaba ocurriendo ni quiénes estaban detrás de esto, pero lo único de lo que estaba segura era que quería salir, gateé hasta una de las paredes y comencé a golpearme la cabeza con esta, -BASTA- exclamé. De la nada las luces se prendieron y los sonidos se esfumaron, para ser reemplazados por la voz de un hombre, -Buenos días señorita Geners, soy el señor McDaniels, psicólogo profesional, debido a la escena vivida en la prisión anoche, hemos estado haciendo un par de estudios en tu cerebro, y pruebas físicas, y con el aval de tu tutora legal, decidimos que lo mejor para ti será una fantástica estadía en el Manicomio querida Dina-, el tipo estaba burlándose de mí, esto tenía que ser otra alucinación, Daphne no podía estar firmando papeles para que me envíen a un manicomio, esto no podía estar pasándome, -Señor- lo llamé, mi voz se entrecortó, desde pequeña siempre les temí a los manicomios, no quería ir ahí, pero sabía que no había forma de escaparse, -¿Si?- contestó él, -¿Hay alguna forma de que pueda hablar con mis tíos y despedirme de ellos?- le pregunté intentando sonar lo más tierna posible, -Oh sí, claro, ahora mismo te llevarán a una sala en la que ellos están esperándote- me avisó, -Muchas gracias- dije.

Tal como el hombre me avisó, dos señores entraron al lugar y me tomaron por los hombros para levantarme del suelo de un solo tirón, me sacaron de la habitación blanca y después de caminar por un estrecho pasillo me dejaron en una habitación con una mesa en medio, de un lado había dos sillas, en las que se encontraban Patrick y Daphne, y del otro lado había una silla vacía, que supuse era para mí, me senté y observé con odio a Daphne primero, para después ver a Patrick de la misma forma, -Dina, nosotros lo sentimos mu...- intentó explicarme Daphne pero la interrumpí, -No, ustedes no sienten nada, a ustedes no les importo una mierda, ni yo, ni Ashley ni mamá y tampoco Douglas, ustedes son la mierda personificada, para lo único que sirven es para chantajearme, para manipularme y usar mis bienes- les dije, cada palabra que salía de mi boca salía empapada en odio, porque era lo único que sentía hacia ellos, -No tienes derecho a trataros así, y menos a Daph, que el tiempo que tuvo que cuidarte no fue fácil para ella, desagradecida- me atacó Patrick, -Tú deberías callarte, insolente, eres una víbora, no sirves para nada, te odio tanto como a Daphne- le respondí, me acerqué a la mesa, -Quiero que me mires Daphne- le dije, pero ella solo miraba al piso, -¡Quiero que me mires!- exclamé, ella, asustada, levantó su vista, -Observa cada marca de mi rostro, observa mi aspecto, mírame, sigue observando en el estado en el que me encuentro, inmovilizada por una camisa de fuerza, y te diré algo más, todo esto, es tu culpa, no eres más que una traidora, lo único que has hecho ha sido dejarte llevar por las palabras de este maldito gordo depredador de gallinas, y no Patrick, no olvidé aún el día en el que mataste a mi gallina Clara para comértela. Quiero dejarte otra cosa clara, si yo muero, los únicos culpables serán ustedes, tú eres la que está metiéndome en este lugar, eres tú la que "intenta ayudar", ¿Cómo ayudas a una persona enviándole a un manicomio?, lo único que hay en tu corazón es maldad, y ni hablar en el de tu maldito prometido, y el día de la boda, quiero que cuando estén en el altar, frente al cura, mi imagen se te cuele en la mente, que la culpa te carcoma por dentro, así sentirás por lo menos, la mitad, o un cuarto de lo que yo siento desde el día en el que mis padres murieron. Mamá no te lo perdonará jamás. Si es que tienes una pizca de compasión en tu diabólico corazón, algún día sentirás la culpa de la que te hablo. Ahora para con tus lágrimas de cocodrilo, maldita perra. Sabes que no voy a durar mucho aquí, sabes que al firmar esos papeles, estás firmando mi final, espero estés feliz, en realidad espero que estén felices, su deseo de quitarme del camino se ha hecho realidad. Es hora de irme, quién sabe si es la última vez que me ven. Espero haberles dejado bien claro el odio, la repulsión, el asco, y las ganas de golpearlos hasta moldearles un rostro nuevo que tengo. Yo me largo- dije levantándome de la silla y dándole una patada a esta, caminé hasta la puerta y la empujé con mi cuerpo, ya que no podía utilizar mis manos, afuera los dos hombres de recién me estaban esperando, -¿Ha terminado señorita?- me preguntó uno de los hombres, asentí y comenzamos a caminar por otro pasillo muy parecido al anterior, pero un grito hizo que los hombres frenaran, -Dina espera- dijo Daphne, -Sigan- les avisé a los hombres, pero estos no me hicieron caso, la mujer corrió hacia mí y me abrazó, me removí para que me soltara pero ella no lo hacía, levanté mi rodilla y la estrellé en su estómago, ella gimió de dolor y se alejó, -NO SE TE OCURRA VOLVER A TOCARME, ME DAS ASCO- le grité, estaba por acercarme a ella para patearla una vez más pero los hombres me agarraron otra vez, Patrick volvió a socorrer a la damisela en apuros, y yo me di la vuelta para seguir caminando hacia mi habitación, como había dicho antes, el comienzo de mi final se acercaba.  

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