Capítulo Dieciséis:

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Capítulo Dieciséis:

Apenas me subí al auto arranqué directo a la carretera que me llevaba directo a Canton. 15 bellas horas conduciendo, genial.

Como ya era común en mí, tenía miedo, muchísimo miedo de lo que pudiera pasarle a mi abuelo, no quería perderlo a él también, y había tomado una decisión. Si George fallecía por mi culpa, mi alma dejaría libre este cuerpo. No podría vivir con la carga de saber que gracias a mi cobardía había perdido a otro ser querido, sería un sentimiento insoportable realmente.

Encendí la música y me perdí en las letras de Ed Sheeran, tan profundas, tan pegadizas, con melodías tan bellas, canciones tan románticas, otras demasiado divertidas y movidas.

Sin quererlo, recordé momentos de felicidad de mi pasado. Siempre amé la música, porque me hacía recordar, pero en estos tiempos lo que menos quería era eso, me parecía un golpe tan fuerte el hecho de imaginar como de un día para el otro quedas sola en el mundo.

A veces pienso que hubiera sido lo más óptimo ir a psicoanalizarme con la madre de Patrick, pero yo no estaba loca, ni siquiera lo estoy, lo único que necesito es alguien que me entienda, que haya sentido o que esté sintiendo lo mismo que yo, una persona con la cual poder compartir cada uno de estos pensamientos que de la nada vienen a mi mente y me hacen sentir fatal.

La carretera estaba vacía, salvo por dos o tres autos que iban o volvían de vaya a saber dónde.

-6 horas después-

Si mis cálculos no fallaban, a eso de la una del mediodía estaría en Canton. Eran las cuatro de la mañana y aún el sueño no me invadía, y las ganas de parar para ir a un baño tampoco.

Las luces de un auto se hicieron presentes detrás de mí, miré por el espejo retrovisor y un auto rojo de alta gama con los vidrios negros se encontraba casi pegado a mi carro, aceleré un poco y dejé de darle importancia al ricachón de aquel automóvil. Con la velocidad que tienen esas máquinas en cualquier momento me pasaría.

-10 horas después-

Para mi sorpresa el auto rojo seguía detrás de mí, lo que me pareció algo raro, pero no le di importancia tampoco y apenas vi una estación de servicio me desvié a esta. Eran las ocho de la mañana y tenía muchísimo hambre. No pretendía quedarme a desayunar en el lugar, ya que quería llegar rápido.

Aproveché y cargué nafta, cada vez tenía menos dinero, y cada vez, lo necesitaba más. Antes para lo único que lo usaba eran para chucherías mías, pero ahora, que me he convertido en una chica independiente con tan solo dieciocho años, debo afrontar casi los mismos gastos que afrontan muchas familias a diario.

-Buenos días- me saludó un tal John, -Buenos días, tanque lleno por favor-, le entregué las llaves del auto para cruzarme hasta el pequeño kiosco.

-Buenos días- me saludó la chica que atendía, -Hola-. Me dirigí a una de las heladeras y tomé una botella de jugo de naranja y un paquete de galletitas de la góndola junto a esta, luego caminé hasta el mostrador y dejé todo sobre este, la chica tomó las cosas e hizo la cuenta, le pagué lo que debía y salí del lugar, justo a tiempo, ya que John había terminado su trabajo. También le pagué a él y seguí mi camino a casa.

-14 horas después-

Faltaba solo una hora, y estaba muerta de sueño, pero haría el último esfuerzo. Apenas llegue iba a estacionar en algún lugar alejado y dormiría una siesta, sí o sí.

Quería avanzar más rápido, pero ahora sí la carretera estaba atestada en gente, y la caravana no avanzaba. Todo el tiempo que había ganado iba a perderlo a doscientos kilómetros de mi ciudad, que suerte la mía.

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