Capítulo Veintisiete:

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Capítulo Veintisiete:

-Oh por Dios, Kendall- dije entrando al baño en el que se encontraba, tomé su cabello y lo recogí así este no se ensuciaba, -Algo me ha caído mal- dijo ella una vez que paró de vomitar, -Seguramente, levántate, nos vamos- le ordené, -Pero Dina- intentó quejarse, -Podemos organizar algo luego, cuando estés mejor, pero no quiero que pases la noche vomitando en el baño de un lujoso restaurant- le dije, ella asintió, se lavó la cara en el lavabo y ambas salimos, -¿Estás bien?- le preguntó Dylan a Kendall, se veía preocupadísimo por mi amiga, y ella parecía un zombi, -Estás muy pálida- dijo Franklin, -Lo sé, estoy descompuesta- dijo ella, -Diug- dijo Luke, quien recibió un manotazo de parte de Martin que se encontraba a su lado, -Chicos, nosotras nos marchamos- dije buscando dinero en mi cartera, -Está bien, nosotros igual- dijo Dylan parándose de su silla, -No se hagan problema por mí, Dina me acompañará a casa y dormiré hasta que me sienta mejor- Kendall intentó calmar a Dylan, -Martin ve y paga la cuenta, yo invito- dijo Dylan dándole un par de billetes al chico de ojos color miel, este asintió y fue directo a recepción a pagar lo ingerido, -Dina, tú conduces- dijo él entregándome las llaves de su carro, volví a asentir extrañada.

Dylan se hizo cargo de Kendall en todo el camino a casa, su mueca de preocupación era divertida, y a la vez me enternecía su accionar para con mi amiga, estaba más que segura de que Dylan no había podido olvidarse de Kendall tan fácil, y tenía confirmado de que a Kendall realmente le encantaba el rubio matón que una vez odié con todo mi ser.

Llegamos a casa y Dylan tomó a Kendall en brazos, -¿El bicho del caballerismo te ha picado?- le pregunté en tono de burla, él me miró serio y enfadado a la vez, -Tu amiga está que se desmaya, ¿y tú te dedicas a bromear?- bufó y presionó el botón del ascensor, -Ya, tranquilízate, ahora cuando lleguemos a casa tomará algo y se mejorará, no está muriendo Dylan- dije defendiéndome, él me miró e ignoró completamente mi comentario, Kendall estaba "dormida" sobre el pecho del rubio, noté cómo comprimía una risita.

Una vez en el piso abrí la puerta del apartamento y él entró directo a la habitación de Kendall, la despertó cuidadosamente para que se cambiara, ella asintió y luego él se marchó de la habitación, -Si algo sucede me llamas- dijo señalándome, asentí enfadada, -Saluda a los chicos por mí- dicho esto salió del departamento dando un portazo ignorando otra vez mi comentario.

Busqué unas pastillas y llené un vaso con agua, y entré en la habitación de la castaña para hacer que tome los medicamentos, -¿Estarás bien para mañana en la noche?- pregunté, -Claro que...- no pudo terminar de hablar que tuvo que enterrar su cara en la cubeta que había puesto a un lado de su cama, dejé el vaso y las pastillas sobre su mesita de noche y me senté a su lado para sostener su cabello de nuevo, -Iré, no me lo impedirás- dijo una vez que termino con sus cosas, -Yo no, pero tal vez Dylan sí- dije riendo, -¿Viste cómo se puso?, estaba tan preocupado, ¿escuchaste cuando me regañó?- le pregunté, -Sí, estaba haciéndome la dormida para no largar una carcajada- admitió ella, aunque yo ya lo sabía, -Le gustas- dije mirándola, -Claro que no, ahora déjame, tomaré mis pastillas y me dormiré, gracias por todo, nos vemos- dijo echándome, -Que te mejores para mañana- dije, y después de eso me dirigí al baño para quitar mi maquillaje.

Me puse mi pijama favorito y me metí en la cama, la imagen del tal Max volvió a aparecer en mi mente, ¿Por qué era tan lindo?, esa pregunta rondaba por mi cabeza constantemente desde que lo había visto aquella noche en el bar. Desde que me fui seguí sintiendo atracción por Dren, y aunque haya intentado negarlo, era más que obvio que a diferencia de todos los otros mensajes que aparecieron en mi casilla ese día bajo el árbol, los que menos me habían fastidiado eran los suyos, pero desde el momento en el que conocí a Max, el pequeño altar de Dren en mi cerebro fue destruido por una gran foto mental del barman, y no sabía qué era peor para mí.

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