Epílogo

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Epílogo:

El viaje a Canton había sido agotador, por suerte Harry durmió la mayor parte. De solo imaginarme a ese pequeño demonio despierto quince horas sin nada entretenido para hacer me daba dolor de cabeza.

Max estacionó el auto frente a la casa de mis abuelos, no los veía desde la boda de Daphne hace unos siete años. Por diferentes complicaciones ninguno de los dos pudo viajar a mi boda y decir que eso no me dolió sería mentir descaradamente.

-¿Estás segura de que quieres hacer esto?- me preguntó Max una vez que nos encontramos frente a la pequeña casa en el centro de la ciudad. Tan solo ver la puerta de madera tallada me recordaba anécdotas que de vez en cuando intento olvidar. –Muy segura- asentí, respiré hondo y golpeé la madera con mis nudillos. -¿Quién es?- se escuchó el conocido canto de Amanda a lo lejos, con su característico acento italiano que tanto me divertía, -Soy Dina, abuela- grité para que ella me escuchara. -¿Dina?- preguntó sorprendida, y después de eso escuchamos como sus pasos se hicieron más rápidos y en un abrir y cerrar de ojos la puerta que tanto me gustaba observar a los seis se abrió de par en par dejándome ver a una de las dos únicas personas que extrañé de este lugar. -¡Dina!- gritó ahora y se abalanzó a abrazarme. Las lágrimas comenzaron a escabullirse por mis mejillas, -Te he extrañado, abuela- le dije con la voz entrecortada, -Igual yo, mi niña, igual yo-.

Cuando el abrazo terminó sus ojos se clavaron en los de mi marido, -Tu debes de ser Max- dijo ella sonriendo, -El mismo- sonrió mi castaño preferido. Amanda se acercó y le dio un gran abrazo a él también, -Yo soy Harry- dijo el niño que se encontraba a los pies de su padre, -Oh por Dios, Din ¿él es tu hijo?- preguntó con su voz entrecortada, -Nuestro hijo- dije tomando la mano de Max, -Es hermoso- susurró la abuela inclinándose a mi pequeño, -¿Cuántos años tienes, campeón?- le preguntó tiernamente, -Tres- dijo él enseñándole cuatro dedos de su mano, motivo que nos hizo reír a todos. -¿El abuelo?- pregunté entusiasmada por verlo, -Oh, él no está, vuelve la semana próxima. Se ha ido con Patrick a Italia a buscar unas cosas para su empresa. Daphne y Patrick fabrican labiales ahora-, -¿Labiales?- pregunté, -Así es. Ella está arriba, ¿Te gustaría que la llame?- preguntó dudosa, -Oh no, no hace falta. Vinimos a saludarlos a ti y al abuelo, déjale mis saludos, estaremos aquí un par de días solamente, pero si conseguimos la casa seguramente volveremos más seguido-, -¿Qué casa?- preguntó una voz proveniente de la cocina, -¿Abuela estás con Dina?- la misma voz volvió a escucharse y segundos después Daphne se hizo presente en la entrada, -Daphne- dije saludándola con un tono seco, -Dina- dijo sorprendida, -Debemos marcharnos abuela, se nos hará tarde para cenar-, -Quédense- pidió la dueña de mis pesadillas, -Oh no, muchas gracias pero debemos irnos- me ayudó Max, -Dina, necesitamos hablar, quédense- volvió a pedir aquella mujer en la que tanto confié una vez, -No debemos hablar, Daph, lo que pasó entre nosotras pasó. Ya nada volverá a ser lo mismo después de todo-, -Yo quiero disculparme- dijo ella al borde de las lágrimas, -Yo no, ya no eres más que alguien que lleva el mismo apellido que mi madre solía tener, si nos disculpan, debemos irnos. Saluda al abuelo por mí, nana, y a Patrick, que se pudra- Harry rió ante mi expresión. Besé la frente de mi abuela y le di un fuerte abrazo, -Nos veremos pronto- susurré en su oído, -Adiós Daphne- dije saludándola con un leve asentimiento de cabeza, -Adiós Din, linda familia. Cuídala- dijo entre lágrimas, -Haré lo que no has hecho con parte de la tuya-. Dicho aquello mi familia y yo nos marchamos de la casa para ir a hospedarnos al hotel que Max había reservado para nosotros, mañana sería un largo día de negocios.

Durante la noche no pude conciliar mucho el sueño debido a Harry, era bastante inquieto durante el día pero eso no significaba que de noche dormía como angelito. No tenía idea de dónde sacaba tanta energía pero lo hacía y era imparable.

Por la mañana decidimos ir a desayunar a un pequeño Café en la esquina del lugar en el cual nos estábamos quedando. Elegimos una mesa sobre la acera, ordenamos café y jugo para Harry y charlamos tranquilamente por un rato.

-¿Quién era la mujer que lloraba anoche?- preguntó el pequeño, -Era la hermana de mi madre- le respondí, -¿De la abuela Caroline?-, Max asintió, -¿Por qué lloraba?-, -Esa mujer le hizo cosas muy malas a mamá-, intentó explicarle Max sin adentrarse tanto al tema, -¿Por qué no la golpeaste?- preguntó exaltado, -Hice algo peor- me reí, -¿Qué?- preguntó preocupado, no había nada más malo para Harry que golpear a alguien. Me acerqué a él y susurré en su oído, -La rocié con pipí, el día de su boda- el castaño comenzó a reír a carcajadas al igual que su padre. Amaba tanto a mi familia. Harry era tan parecido a Ashley, la manera de reírse, su forma de actuar, sus muecas, me recordaba tanto a ella.

-¿Deberíamos ir a la inmobiliaria primero?- preguntó Max, -Primero vayamos a verla, por favor- pedí, él asintió. Estábamos cerca asique decidimos ir caminando. Cada uno tomó una mano de Harry y entre risas y chistes fuimos acercándonos a la que una vez fue mi casa.

-¿Estás segura de que es por aquí?-, -Sí, Max, casi en la esquina- dije sonriente, -Corre, mamá, corre- me apresuró Harry, soltó la mano de Max y corrió conmigo. –Aquí es, campeón- dije parándolo.

Estuve unos minutos observándola y no se sentía igual. Este ya no era mi hogar, ya no necesitaba esta casa. No sentía ni a mamá, ni a papá ni a Ashley allí. Estaban conmigo, en Oklahoma, con Max, con Harry, con Kendall, con Toby, con Dylan. Ellos eran mi hogar ahora, y comprendí que una casa no significaba nada, solo una gran caja de recuerdos que vivirán frescos en mi memoria a donde sea que esté. No quería mudarme, ni luchar por conseguir que fuera mía de nuevo, otra familia debería vivir ahí, creando más recuerdos, adueñándose de esa caja, y no me importaba porque yo tenía la mía en Oklahoma, todo lo que siempre quise lo tenía conmigo allá y este lugar solo fue una parada de mi largo camino en esta vida. Mis padres me acompañarán en donde sea que esté y ese lugar es a kilómetros de aquí, alejada de los malos recuerdos, creando nuevos y llevándome conmigo los mejores.

-Quiero volver a Oklahoma- dije con un hilo de voz, -¿Qué?- preguntó Max desconcertado, -Nuestra familia está allá, Max, mis padres también. No necesitamos quedaros, este lugar es solo una parada, un capítulo más que ya ha terminado. Regresemos- le pedí arrojándome en sus brazos a llorar, -¿Segura?- preguntó acariciando mi espalda, -Sí- dije en un susurro.

Mi deber había acabado en esa ciudad, ya no era más que el lugar en el que nací y crecí un poco, porque la mayor parte de lo que aprendí, no me lo enseñaron ni mis padres ni la secundaría. Aquella ciudad a la cual llegué con dieciocho años recién cumplidos se transformó en mi tutora de vida desde el primer día, me vio caer para luego levantarme, me vio luchar para luego triunfar, me vio sufrir para disfrutar el ahora, y eso iba a hacer.

-¿Mark? Cancela los camiones, nos quedamos en Oklahoma- habló Max por su teléfono con una sonrisa gigante en el rostro, -¡Mamá podré seguir viendo a Toby todos los días! Y a la inmensa barriga de la tía Kendall también- reí ante su comentario, -Gracias por elegir quedarnos, ma- dijo besando mi mejilla para sentarse en su lugar y abrochar su cinturón de seguridad.

Quince largas horas pasaron y nos encontrábamos justo frente a la gran mansión de los "Selopen". Comenzamos a golpear la puerta de entrada como locos, -¡TOBY DEJA DE GOLPEAR ASÍ LA PUERTA!- se escuchó gritar a Ken desde dentro, -¡NO SOMOS TOBY!- gritó Harry imitando a Hulk. Después de escuchar eso Kendall abrió la puerta con los ojos como platos, -¿Qué hacen aquí?- preguntó con sus grandes ojos llenos de lágrimas, -Nos quedamos- dije sonriéndole.

Mi caja nunca estuvo en Canton, tal vez por eso tuve que perderme para encontrarme aquí y ahora.

FIN.

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