Capítulo Veintiuno:
Después de contar los treinta y cinco ronquidos de Ariana me fijé la hora, el momento había llegado. No pude dormir absolutamente nada, tampoco tenía sueño, la adrenalina y el miedo me habían invadido antes de comenzar con el plan.
Me levanté de la cama y busqué la horquilla en mi bolsillo trasero, y para mi suerte seguía allí. La tomé y sigilosamente caminé hacia la puerta, tanteé con los dedos la cerradura y después de intentar por unos segundos logré adentrar el pequeño alambre en el hueco. "Engancha y gira, engancha y gira" eran las únicas dos palabras que resonaban en mi cerebro. Esto se me estaba complicando, y si ya se ponía difícil aquí no quería saber lo que sería cuando atravesara esta puerta, si es que lo hacía.
-¡Sí!- exclamé en un susurro una vez que la puerta se abrió, asomé mi cabeza para ver por ambos lados del pasillo pero no podía ver a nadie, respiré hondo y comencé a caminar hacia la habitación 128.
El camino se estaba haciendo eterno, no veía a nadie por ningún lugar asique corrí unos cuantos metros, hasta que el reflejo de una luz en una ventana hizo que frenara. Miré a ambos lados del pasillo en busca de algún escondite, y una gran maceta fue mi única buena idea. Por suerte era bastante grande y pude acurrucarme detrás de las hojas del gran Ficus. Mantuve la respiración y me concentré en no hacer ningún ruido, las manos me temblaban y sentía el sudor frío caer por mi frente. Una de las encargadas pasó por cada habitación controlando si estaban aseguradas, y fue cuando me percaté de que junto a mi escondite yacía la puerta de la habitación 97. Intenté moverme un poco para que no me descubriera, la muchacha empujó la puerta y gracias a Dios no logró verme, apenas estuvo de espaldas a mí me escapé corriendo hacia la tercera parte del lugar.
Una vez más los carteles de "Prohibido pasar" se interpusieron en mi camino, pero no les di importancia, y una vez que estaba frente a la habitación en la que tenía que ingresar volví a usar el pequeño clip que mi nuevo amigo Dylan me había entregado. Esta vez no tardé tanto en abrir la puerta, sonreí, me sentía toda una espía, o mejor aún, una mafiosa escapando de la cárcel. Moví mi cabeza espantando todos esos pensamientos estúpidos que solo me desconcentraban, respiré hondo y me adentré en la habitación, no sin antes cerrar la puerta. Una mujer se encontraba recostada en su cama durmiendo plácidamente, no tenía más de cincuenta y nueve años. Parte de su cabello estaba rapado, o mejor dicho, arrancado, mechones de pelo arrojados en el suelo simulaban una canosa alfombra, mi cara se transformó en una mueca de asco. Me fijé la hora, era la una de la madrugada, debía apresurarme. Busqué una sábana que estaba arrojada en el suelo, caminé hasta ella y cuando me agaché a buscarla sentí un peso sobre mí que hizo que callera de cabeza. Al recuperarme y darme vuelta la señora que hasta hace segundos dormía, me miraba con furia y estaba a punto de volver a atacarme. Intentó abalanzarse sobre mí una vez más pero mis reflejos hicieron que me corra hacia la derecha haciendo que la pobre mujer se estampe contra el suelo, ella gritó y volvió a tirarse encima de mí, para esta vez lograrlo y morderme la mejilla, pude sentir su horrible aliento entrando en mis fosas nasales y casi vomito. Solté un gemido cuando no lo pude soportar más, sus dientes eran jodidamente filosos, y la empujé, haciendo que se golpeara con la pared, me reincorporé y tomé la sábana, me abalancé yo hacia ella, que gritaba cosas sin sentido, y la até como pude, ella seguía gritando y sentí pasos afuera, miré hacia todos lados buscando un lugar para esconderme, pero nada era factible. Entré al baño, que olía demasiado mal, y miré hacia el techo, -Te atraparán, ladrona- gritó la mujer con su voz de psicópata. Por el techo pasaba una viga, bastante ancha, y se veía resistente. Como pude me paré en el lavamanos, escuché como la puerta se abrió de golpe y como alguien preguntaba qué sucedía, la mujer me acusaba, tomé la viga con ambas manos y trepé hasta colgarme. Con toda la fuerza del mundo logré subir todo mi cuerpo y quedar acostada sobre esta. Respiré cansada, la luz del baño se encendió, -No hay nada por aquí, Silvana- escuché la voz de un hombre que inspeccionaba cada rincón del lugar, un movimiento en falso y estaba muerta, -Pero claro que sí, yo la vi, yo la vi- decía la señora, -Está loca, váyase a dormir por favor y no moleste, nadie quiere robarle nada-le dijo el chico apagando la luz. Lo último que escuché fue la puerta cerrarse, esperé unos minutos para poder bajar, y una vez que en la habitación reinó el silencio me bajé cuidadosamente, pero al tocar el suelo la vieja se tiró sobre mi haciendo que me golpeara la nuca contra el inodoro, me quejé del dolor pero me levanté lo más rápido que pude, yo tenía más fuerza que esta mujer, podía con ella. La empujé hasta su cama y una vez que la recosté de un empujón la volví a atar con un poco de dificultad, ya que ella se retorcía como un gusano, y una vez que quedó inmovilizada, até otra sábana alrededor de su boca, impidiendo que hablara. Caminé hasta el último guardarropa recordando lo que Dylan me había dicho, corrí el gran mueble de roble, que era demasiado pesado, pero después de patearlo unas cuantas veces logré moverlo y efectivamente, en el suelo había una losa, que tenía una pequeña cerradura, volví a tomar la horquilla y la abrí, tal cual el rubio me había dicho, un túnel se encontraba tras de esta. Ignorando el miedo que la oscuridad me daba me arrojé sin pensarlo dos veces, y comencé a gatear.
Podía sentir las pequeñas piedritas incrustarse en mis manos, y juro haber escuchado el sonido de un par de ratas, pero ignoré todo y seguí. Hacía frío aquí abajo, y el lugar estaba tan oscuro que mi vista no se acostumbraba, pero sabía que tenía que seguir derecho, asique eso hice.
El olor a tierra y a encierro me estaba cansando, no lo soportaba más, pero antes que el aliento de aquella tal Silvana, lo prefería.
Traté de gatear lo más rápido posible, aunque mis rodillas ya no resistían mucho. No quería mirar hacia atrás, tenía el presentimiento de que algo iba a aparecer, o alguien me iba a regresar a ese horrible lugar.
El temor a los lugares pequeños apareció, siempre que me encontraba en uno, o que me sentía encerrada, las alucinaciones aparecían, y parecían tan reales que asustaba. Apenas terminé de pensar en eso una voz dulce comenzó a llamarme, y sí, era Ashley, pero no me detuve, en ningún momento lo hice, -Solo son alucinaciones Dina- susurré para mí misma, -Dina, regresa aquí juguetona- volvió a llamarme aquella voz, -Morimos por tu culpa, ahora ven a sufrir tu condena- me gritó la pequeña Ashley, -Son solo alucinaciones, solo eso Dina, sigue, sigue- me repetía una y otra vez, aunque algunas lágrimas saltaban de mis ojos.
No sabía cuánto tiempo llevaba gateando, pero ahora sí ya no sentía las rodillas, -¿Dina?- me llamó alguien, -¿Dylan?- pregunté esperanzada, -Sí soy yo, ven, rápido- me apresuró, -Aguarda que las rodillas me están matando- admití, -¿Estoy muy lejos?- le pregunté, y sentí como una luz me cegó por completo, -No, solo dos pasos más, y fuera- dijo feliz, -Me cegaste- le dije quejándome una vez que me pude parar, -¿Dónde estamos?- le pregunté, aunque seguramente era un depósito, -En el cuarto de lavado, encontré unos uniformes de enfermeros por allí, vístete, yo ya tengo el mío- dijo alumbrándose, -No voy a cambiarme contigo aquí- le dije mirándolo mal, -Eres impresionante, ¿De veras quieres salir?- me preguntó enfadado, -Apagaré la linterna, y me daré vuelta- dijo entregándome la ropa, -Date la vuelta y entrégame la lientera- le ordené, él bufó e hizo lo que le pedí, me quité la ropa y me puse la vestimenta que me dio y una vez lista le avisé, -Ahora debemos correr lo más que podamos, si alguien nos ve tu solo sigue corriendo-, -¿Y para qué la ropa?- le pregunté confundida, -Oh, solo era para hacerlo más emocionante- dijo encogiéndose de hombros, le pegué en el hombro izquierdo y este se quejó, -¿En serio yo soy la increíble aquí?- le pregunté enojada, -Ya basta, salgamos- dijo tomando y mano y comenzando a correr sin mirar atrás.
Atravesamos un par de pasillos, pero esta parte del lugar no la conocía, seguramente era parte del personal. Llegamos a una puerta de vidrio pero esta estaba cerrada, -¿Tienes la horquilla que te di?- me preguntó, asentí y me la quité del cabello, aún no recordaba cómo había llegado eso ahí. Él la tomó y después de introducirla y girar logró abrir la puerta, -A mi me costó demasiado, no sé cómo le haces- le dije, él me sonrió y me tomó del brazo para volver a correr, aparcado en la esquina se encontraba el carro rojo que tanto me persiguió en el viaje, lo destrabó y nos subimos, -Tu auto sigue aparcado en donde lo dejaste, te llevaré allí y nos largamos a Oklahoma, aquí empezarán a buscarte- me avisó, asentí y de allí en más nadie abrió la boca, al llegar a mi auto ambos nos bajamos, y fue cuando me percaté de que había un pequeño detalle, -Dylan no tengo llaves- le avisé preocupada, él sonrió de nuevo, -Esto no es gracioso, tengo cosas importantes ahí dentro- dije mirándolo mal, el caminó hasta su carro y abrió la puerta trasera, para sacar mi preciada mochila llena de mis pertenencias, -Las robé mientras me escabullía, allí está todo mi querida Dina- dijo entregándomela, pero antes de tomarla corrí a abrazarlo, -Gracias- dije en un susurro, -De nada- dijo correspondiendo mi abrazo.
Al parecer Dylan no era tan malo, me había ayudado a salir, y se lo agradecería de por vida.
Me hubiera gustado dejar cámaras grabando la expresión de los imbéciles de mis compañeros cuando se enteren de que la estúpida Dina había escapado, pero me conformo con haber salido.
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Encontrarse
Teen Fiction"Dicen que a veces perderse es la mejor manera de encontrarse a uno mismo y definitivamente era lo que necesitaba en esos momentos, necesitaba dejar atrás mi pasado" Dina Geners, una adolescente llena de sueños y metas que cambia drásticamente desp...