Capítulo Quince:

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Capítulo Quince:

Me desperté a la mañana siguiente con una gran contractura en el cuello. Me había olvidado de lo que se sentía despertar así, dos noches durmiendo en una cama como las personas normales lo hacen me malacostumbraron.

Moví mi cabeza de un lado a otro y masajeé la zona del dolor, presionando fuerte para que el dolor se vaya rápido. Y aunque la molestia no desapareció, me sentía mejor. Busqué la ropa que dejé en el asiento de atrás y me vestí. Sentía un malestar en todo el cuerpo impresionantemente grande.

Tomé un bolso con las cosas de baño y crucé la carretera una vez más para utilizar los baños. Necesitaba una ducha con agua caliente urgente.

Me metí en una de las duchas y me desvestí, saqué el Shampoo, el Acondicionador y el jabón del bolso junto con una toalla y colgué esta en un perchero que se encontraba en la pared. Abrí la ducha y el vapor comenzó a subir. Regulé el agua y una vez que estaba a mi gusto dejé que esta mojara mis cabellos. El agua caliente me relajó demasiado, y el dolor de cuello iba disminuyendo.

Una vez lista me sequé mi vestí con la ropa que traía en el bolso. Salí directo a la cafetería del lugar, me senté en una mesa y esperé a que alguien viniera a atenderme.

Ron se acercó a mí, -Buenos Días señorita- me dijo amablemente, -¿Qué hay de nuevo Ron?- le dije, el hombre que tendría unos cincuenta años se encogió de hombros, -Como siempre, ¿y usted señorita?- preguntó, -Del asco- admití.

Ordené un café y unas masitas, el mozo anotó todo en su libretita y salió directo a la cocina, supongo yo.

Saqué el celular de mi bolsillo, que había estado prendido durante toda la noche y no había entrado ningún mensaje ni ninguna llamada, y lo dejé a un costado de la mesa, apoyé mis codos en esta y sostuve mi cabeza con mis manos. Cerré los ojos y respiré hondo, -seguramente se habían cansado de intentar dar conmigo, y por eso ya no llamaban más. O me daban por perdida, puede que piensen que me suicidé, o que alguien me raptó y ahora me encuentro del otro lado del mundo- pensé.

En mi cabeza no paraban de aparecer posibilidades del por qué habían dejado de llamarme, y el sentimiento de que todos me habían olvidado ya invadió mi cuerpo. Una parte de mí quería que eso sucediera, que se olviden de mí así como se olvidarán de mis padres y de Ashley en un tiempo más, cuando se acostumbren a vivir sin ellos. Pero la mísera parte que protegía a la Dina de hace unos meses atrás no quería que la olvidaran. Quería regresar, extrañaba su antigua vida, y aunque sabía que esta ya no sería igual, quería volver a intentarlo, crear su "nueva vida", para ser feliz, o fallar en el intento.

Hablando metafóricamente, cada vez que aquella Dina intentaba tomar el control de mi mente, o por segundos lo lograba, mi nuevo yo aplastaba todas las ilusiones que esa parte de mí fomentaba en mi cerebro, hundiendo cada vez más a la Dina del pasado, dejándola cada vez más profundo.

Ron trajo mi café y la masita y lo dejó frente a mí, pagué lo que debía y se retiró para continuar con su trabajo. Le agregué azúcar a la taza y con la cuchara revolví el líquido. Soplé un poco para no quemarme y le di un trago.

El teléfono comenzó a vibrar junto a mi codo y me sobresalté arrojando el café sobre mí quemando todo mi pecho, me levanté rápido y toda la gente del lugar se aproximó para ver si estaba bien. Lo único que agradecía en ese momento era que no había roto la vajilla del local y sentía mis mejillas arder más que mi piel. El celular dejó de sonar y muy enfadada, tomé mis cosas y salí del lugar, llevando la masita conmigo para comerla después.

El maldito teléfono volvió a vibrar pero en lo único que pensaba era en el ardor que sentía en mi piel. Mire el celular para ver a quién se le ocurría llamarme, pero al ver quién era mi mandíbula por poco toca el suelo. "Tía Daphne" aparecía en la pantalla. Mis manos comenzaron a temblar, no me habían olvidado, estaban buscándome. No sabía si contestar o no, no quería que me encontraran, y no estaba segura de si quería hablar con ella, pero si mal no recuerdo los últimos mensajes que me habían mandado fueron de la semana pasada, tal vez querían avisarme de algo importante. Puede que el abuelo haya muerto por mi culpa, -Bien Dina bien, sigue así y la raza humana se extinguirá gracias a ti- y como mínimo debería estar ahí. Mi corazón venció a mi cerebro y atendí el llamado, pero no dije nada, -¿Dina?- dijo mi tía desde la otra línea bastante sorprendida y contenta, -Hola- dije lo más seca que pude, -Oh Dina, eres tú, no puedo creerlo, ¿Estás bien?, dime que estás bien por favor, regresa, te necesitamos, estábamos muy asustados, creímos que habías echo alguna locura, te extrañamos corazoncito- me dijo rápido, -Estoy bien, no voy a regresar, y no, no cometí ninguna locura, por el momento- dije susurrando lo último, -¿Cómo está el abuelo?- pregunté intentando no sonar tan interesada, por más que las ganas de saber estaban matándome, ella se quedó en silencio unos segundos que se me hicieron eternos, temía su respuesta, -Sigue internado, balbucea todas las noches que desea verte, estamos muy preocupados, necesitamos que vuelvas, no queremos...- su voz se quebró y aunque no estaba viéndola, supe que estaba llorando, -No queremos sufrir otra pérdida cosita, su vida está en tus manos, ¿Puedes volver?- preguntó al final, -Lo pensaré- dije para cortar al instante. Lágrimas comenzaron a amenazar con salir de mis ojos, no quería regresar, pero no quería que mi abuelo se muera, como Daphne me dijo, su vida está en mis manos aunque la expresión que ella había usado me pareció demasiado.

Después de cambiarme la remera manchada con café y abrigarme un poco, pasé toda mi mañana sentada bajo el árbol de la otra vez, pensando en qué hacer con respecto al tema de regresar. Y después de una gran pelea interna terminé decidiendo ir, pero primero debía hablar con Rose para avisarle que faltaré por lo menos unos dos días, que se descontarían de mi sueldo obviamente, pero la salud de alguien especial para mí estaba en juego. Tenía quince horas de ida y quince horas más de vuelta. Esta tarde hablaría con mi jefa para ver si me permite llevar a cabo mis planes, y si no, tendré que renunciar.

Me vestí con el uniforme y encendí el auto, conduje tranquilamente hasta "El Café de Bob" y estacioné enfrente. Al bajarme saludé a todos y Rose me ordenó que comenzara atendiendo algunas mesas para ver cómo me desenvolvía, saludé a Peter y a Agnes, otra moza del lugar, pero no había rastros de Kendall por ningún lado.

Cada vez que daba un paso sentía la mirada de Rose sobre mí, intenté hacer mi mejor esfuerzo, y al finalizar el día por lo que ella me dijo lo había logrado, cada vez iba mejor. –Rose necesito hablar contigo- le dije algo preocupada, -Claro Dina, dime- dijo parándose frente a mí, -Yo provengo de Canton, y un pariente está con graves problemas y necesito ir a cuidarlo un día ya que nadie en mi familia puede- mentí un poco, no iba a contarle el por qué -Quería preguntarle si puedo faltar estos próximos dos días, los recuperaré trabajando mañana y tarde cuando regrese, lo prometo-, -Sí Dina, claro que sí, ve y arregla tus cosas y cuando puedas vuelve, luego arreglamos lo demás- dijo mostrándome una cálida sonrisa, le agradecí y me despedí de todos, salvo de Kendall que por más raro que suene en ella, había faltado al trabajo y temía que fuera por mi presencia aquí.


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