Capítulo Treinta y Seis:

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Capítulo Treinta y Seis:

-Seis meses más tarde-

El día había llegado, aquí me encontraba siendo peinada junto a mi mejor amiga Kendall que por fin iba a contraer matrimonio con el chico de sus sueños, y el que una vez formó parte de mis más oscuras pesadillas.

Por desgracia, y por mi culpa, el casamiento tuvo que ser atrasado debido al tema de Dren y mi estado. Sí, fue difícil superarlo a él y a sus palabras, pero sobre todo a la maldita carta que se tomó la molestia de escribir.

Estos últimos meses estuve recibiendo ayuda de un psicólogo. No quería ir, mis amigos y Max me obligaron. Aunque los primeros días los odié, hoy estoy completamente agradecida, me siento nueva, sin culpas y puedo vivir como una chica "normal" que se escapó de su casa, aunque eso no es del todo normal.

-¿Me veo bien?- me preguntó Ken por enésima vez, -Sí, te ves hermosa- dije acomodándole el velo, -Ay Dios mío, creo que voy a llorar. ¿Qué sucede si me tropiezo?- preguntó, -Pues... si no me equivoco vas a golpearte- bromeé, ella bufó y me golpeó en el brazo, -Auch- dije, -Te lo mereces. El día en que te cases y estés a punto de explotar de los nervios bromearé contigo. ¿Por lo menos podrías intentar hacer chistes que den risa?- dijo sacándome la lengua, reí.

Ambas escuchamos una bocina. El momento de marcharme a la iglesia había llegado. –Debo irme. Tú tranquila, estás hermosa. Juro que todo saldrá bien- dije rápido dándole un fuerte abrazo, -Gracias, por todo- respondió ella sonriéndome, le devolví el gesto y corrí escaleras abajo, donde Max me esperaba junto a Toby.

-Wow pequeño, pero mira que hermosa está tu tía Din- dijo Max en cuanto entré al auto. Debo admitir que Kendall eligió muy bien el vestido de dama de honor. –Max, no eres el único guapo en traje aquí- dije cargando al pequeño, que se veía tan tierno con su mini esmoquin, -Lo tomaré como un cumplido- dijo él mientras apretaba el acelerador.

Al cabo de unos minutos llegamos a la iglesia, ya casi todos se encontraban allí. Miré al frente y divisé a Dylan a un lado del sacerdote encargado de dar la misa esa tarde. Sintió mi mirada y sus ojos chocaron con los míos, se podían notar sus nervios desde la otra esquina. Le guiñé un ojo en señal de apoyo y él sonrió para después darse vuelta a saludar a Max, que ya se encontraba a su lado.

Me fui afuera junto a Toby para así esperar a su madre y hacer nuestra entrada. Kendall me la había repetido mil veces en estos últimos meses. Toby llevaría los anillos y yo debía cargarlo a él hasta el altar.

El pequeño comenzó a jugar con un bucle que caía de mi recogido y aún su madre no llegaba. Se escuchaban murmullos desde dentro y ahora la cara de Dylan era de terror, habían pasado ya veinte minutos desde la hora en la que la ceremonia comenzaría y ahora sí estaba muriéndome de los nervios. Toby ya no jugaba con mi cabello, ahora lo jalaba y lloraba. –Oh Dios mío, esto no puede estar pasando- susurré, -Kendall dónde estás- volví a hablar para mí misma. -¿No ha llamado?- preguntó Dylan caminando hacia mí, -No aún, pero seguramente se rompió una uña o algo así Dylan, ya llegará- dije intentando consolarlo, -¿Y si sufrió una crisis? O peor aún, ¿Si se arrepintió?- dijo masajeando sus sienes, -No va a arrepentirse tonto, te ama más que a su vida. Estuve con ella y no parecía en crisis, se quedó con el chofer allí, está bien-, -¡¿Si se fue con el chofer?! O si ese maldito la raptó yo juro que...- dijo apretando su puño, -Nada de eso sucede ni sucederá, primero, el chofer es amigo de tus padres y segundo Ken tomó clases de Karate, hasta con vestido y tacones pude noquear a cualquiera- bromeé, aunque en parte lo decía en serio. Dylan rió, -Es cierto, iré adentro, ya vendrá-, le di un abrazo y el rubio se marchó. Di un suspiro y comencé a darle palmaditas a Toby para que se calmara.

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