Capítulo 22

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El olor a humedad me tiene mareada, hasta algo enferma, podía afirmar. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero las horas pasaban y yo seguía sentada sobre la dura cama, se habían llevado a Levy, unos momentos antes, ella solo se aferraba a gritar en mi dirección.

"Huye, By."

Era lo único que salía de su boca, estaba completamente segura de que no regresaría completamente bien, dudaba en que regresara.

Mi ropa se encontraba sucia y rasgadas en varias partes, pero a pesar de eso no daba mi brazo a torcer, habían venido más de cuatro veces, si mi memoria no me falla, a traerme comida, la cual siempre terminaba sobre cada uno de los hombres de Ray.

No recibiría nada de ninguna persona como él.

Tan retorcida, tan... mala.

Pisadas se escuchan desde el estrecho pasillo, pero no me muevo, me niego a caer en la tentación de saber de quién se trata. No después de que me tengan aquí sin mi consentimiento.

—Papá me mando para ver como estabas. —Ignoro las palabras de Lex, un sutil olor a lavanda llega a mis fosas nasales y lo reconozco como su olor natural—. Está preocupado al ver que no has comido nada en tres días.

—Los dos pueden irse a la mierda. —Respondo con tranquilidad. Evitando hacer contacto visual con él.

Por alguna extraña razón sabía que no fue ninguna casualidad chocar con él, ellos lo habían planeado todo, ellos en realidad pensaban que yo les pertenecía, pero estaba muy lejos de ser de ellos.

Yo le pertenecía a Taylor.

Tanto como él me pertenecía a mí...

—Por alguna extraña razón pensé que querías saber sobre el pelirrojo... ¿Cómo se llamaba? —Mi cabeza se levanta como un resorte, al escucharlo referirse a Taylor, su sonrisa crece cuando tiene toda mi atención.

—Lávate la boca cuando te refieras a él. —Me levanto de la cama, y con una rapidez que me sorprende a mí misma, me abalanzo sobre la reja, ignorando el creciente dolor que aparecen en mis brazos y en mis piernas cuando la plata entra en contacto con mi piel—. Mantengas ambos ojos abiertos... porque juro que no se saldrán con la suya.

—Y... ¿Según tu debería estar asustado? —Lex suelta una risa, claramente ignorando mi amenaza, mis manos se aferran a las rejas, sintiendo como la plata empieza a hacer su trabajo en mi piel. Lex posa sus ojos sobre mis manos, arqueando la ceja en mi dirección—. Eres bastante persistente.

—Y tu un cobarde. —Ataco, fulminándolo con la mirada—. También eres un producto de una violación, no creo que debas sentirte más que yo. En realidad eras mas basura que yo, pero nadie saca a recalcar eso.

—Cierra la boca. —Gruñe, observándome con odio.

—¿Por qué? La verdad duele, ¿No? —Me rio, alejándome de las barras, sintiendo como el alivio regresa a las partes adolorida de mi cuerpo—. Saber que, tu "padre", como lo llamas, uso a una mujer como Levy para crear una... basura. —Suelto una risa, una risa falsa—. Saber que en realidad no significas nada para alguien a quien le entregas todo. ¿Tan patético eres?

Doy un paso atrás, sonriendo cuando Lex choca contra las barras, maldiciendo cuando no puede llegar a mí, para luego alejarse con rapidez ante el dolor que la plata causa en su piel.

—Cierra la boca, perra. —Casi, grita. Observándome con desprecio marcado en sus ojos—. No sabes nada. Deberías cerrar tu boca antes de que no vuelvas a ver al pelirrojo. Creo que vendería su alma para poder hallarte, ¿debemos darle el empujoncito?

Green Eyes © |SIN EDITAR|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora