Si pudiéramos, todos viviríamos en los sueños, porque sabemos que no son reales, que no nos pueden dañar... Algo que no podemos decir al despertar de ellos.
Rain
Lo recordaba como un vago sueño que parecía alejarse conforme pasaba el tiempo, y, aun así, intentaba esforzarme para que se quedase en mi mente para siempre.
Fueron meses antes de irnos, yo dormía en el sofá porque estaba agotado después de una larga tarde, entonces tenía casi catorce años. Escuché sus pies descalzos acercarse a donde me encontraba, porque no, no estaba durmiendo. Noté la sombra de sus manos pasar por mi rostro comprobando si me encontraba despierto, pero yo ni me inmuté. Su mano se apoyó en el cojín del sofá, pasó una mano por un mechón de mi pelo y seguidamente noté sus labios pegarse a los míos. Entonces yo abrí los ojos para encontrármela a ella con estos cerrados. April me estaba dando un beso mientras dormía y antes de que se separase volví a cerrarlos. No dijo nada, simplemente volvió de dónde venía y yo me quedé mirando a la chimenea un buen rato. Creo que fueron mariposas en mi estómago lo que me provocó, la verdad es que no lo sabía. Nunca saqué el tema, se suponía que yo estaba durmiendo y no debería enterarme de lo que había pasado, no obstante, jamás me lo pude sacar de la cabeza. Y muchas veces me replanteaba en si de verdad fue real, si de verdad ella pegó sus labios a los míos y me besó. Siempre lo achaqué a que en realidad sí que estaba soñando, que era producto de mi imaginación. Pero a veces tocaba mis labios porque sentía que allí estaba su beso escondido, escondido debajo de todos los que había dado conforme el paso de los años. Escondido detrás de muchos sentimientos que fueron apareciendo en mi vida. Aunque jamás quise eliminarlo. A veces en la noche pasaba mi dedo por ellos, sonreía como un bobo al recordar a esa April inocente que los besó creyendo que no me daría cuenta. A veces me preguntaba qué hubiera pasado si jamás me hubiera marchado, pese a que no tenía más opción que seguir a mi madre.
Y también me preguntaba lo que habría pasado si aquella tarde mis brazos la hubieran rodeado para despedirse de ella. En mi mente no era un adiós definitivo, más bien en un «hasta luego», y pensar en hacerlo era como despedirme para siempre. Nunca me gustó despedirme de nadie, ni siquiera, aunque fuera a verla al día siguiente. No era una excusa, porque más tarde me arrepentí de no haberle dicho nada, de no haberme despedido como debería. Y creyendo que me odiaría, borré su número de teléfono de mi móvil, me alejé creyendo que no querría saber nada de mí. Siempre se me dieron mal las despedidas y las presentaciones. Eran dos cosas tan importantes, porque en una con un simple «hola» podrías parecer muy serio o borde. Con un «¿qué tal?» parecía que te sobraba confianza... Un «adiós» sonaba triste, tan triste como las teclas de un piano en el que está comenzando una melodía desgarradora, y si no tocabas bien esas teclas, si se te escapaba alguna, rompías todo el ritmo. Un abrazo era juntar dos corazones que latían a la vez y se agarraban con fuerza para jamás soltarse. Pero siempre se acababan separando y uno de ellos salía más malherido que el otro.
Salí a recepción cuando alguien tocó la puerta avisándome de que tenía un paquete. Pestañeé un par de veces sin saber quién me había mandado algo, y me encontré con una pequeña caja que contenía mi dirección. La llevé a la habitación mientras la movía para averiguar qué era. Como no sonaba nada la abrí dejándola en la cama y no pude reírme más.
Mi madre siempre fue muy detallista, a veces incluso demasiado. Y allí estaban dos camisetas con una foto de April y mía de pequeños. La extendí en el aire y pude vernos. Tendría ocho años, quizás menos. April seis, o cinco. La verdad es que no lo sabía con claridad. Estábamos con la cara manchada de chocolate, un gorrito de cumpleaños y la lengua fuera mientras nos abrazábamos con fuerza.

ESTÁS LEYENDO
Por medio de palabras
Teen FictionCrecí tapándome las heridas con retales sueltos y ahora no sé de qué estoy compuesta. Parecía algo sin sentido, pero él aseguraba que se trataban de palabras que no todo el mundo sabe leer. April Siempre escuché eso de que no había que juzgar un lib...