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April

Desaparecer ayuda a sanar, sanar ayuda a crecer.

Sola frente a la comida, sola frente a mis pensamientos y esa sensación de estar haciendo algo mal. La sensación de pasar hambre resultaba ser hasta agradable cuando te acostumbrabas, porque sabías que eso significaba que lo estabas haciendo bien. Que dentro de poco tendrías una talla menos, unos kilos menos y todo el mundo volvería a decirte lo guapa que estás. Te sentirías suficiente esos momentos en los que te temblaban las piernas por no haber comida, te sentías bien porque todo parecía mejorar, te sentías invencible por no alimentarte y creyendo que así sería mejor.

Tiré la comida a la basura, no podía hacerlo, no podía. Me fui a mi habitación y me tumbé en la cama con los ojos llenos de lágrimas, había vuelto a caer. La báscula marcaba unos números, el espejo me mostraba una imagen que me horripilaba ver. Y nadie, absolutamente nadie, parecía verla, mientras que me sonreía, mientras que parecía señalar cada uno de mis defectos y se reía a pleno pulmón mientras yo lloraba ante ella. Mientras yo seguía y seguía bajando de peso, ella... Ella todo lo contrario, y no quería verla. Por eso rompí aquel espejo, creí que desaparecería así, y solo conseguí multiplicarla, me rodeaba por el suelo, por la pared y todos lados. Su voz era como el susurro de una sirena que repetía todos mis defectos, que repetía lo infeliz y desgraciada que era. Repetía que nadie me querría así y que necesitaba seguir para sentir satisfacción, para sentirme suficiente ante la vida.

—April, cuando sientas que el espejo no te devuelve tu imagen real, cierra los ojos y desnúdate. Que tus manos toquen tu cuerpo, que tus manos sientan tu piel y tus huesos. Siente cada parte de tu cuerpo y recréalo en tu cabeza, no creas lo que tus ojos ven. —Mi terapeuta me miraba sonriendo—. Repítelo, repítelo cuanto sea necesario y abre los ojos. Dejará de darte miedo tu reflejo.

—¿Y si no puedo?

—Aún no lo has hecho. Es normal recaer, es normal.

—Mi madre me odia... Está enfadada y dice que... —Mis ojos se llenaron de lágrimas—. Solo quiero sentirme bien y no encuentro otra forma de hacerlo.

—Tu madre no te odia a ti, odia tu enfermedad.

—A veces siento que ella es la única que me entiende y está conmigo.

—Pero aun así no te hace sentir bien, ¿crees que merece la pena conservar algo que no te hace nada bien? Sé, que crees que adelgazar es la solución, que todo mejorará porque es lo que tu mente te grita.

—Es la verdad...

—No lo es, April. Y si no te esfuerzas para tener más fuerza que esa voz, nadie puede ayudarte. Tú eres la única con el poder de silenciarla, con el poder de pararle los pies y demostrarle que tu imagen no es lo único que cuenta, que tu salud mental, que tu estabilidad es más importante.

Archie me prestó un pijama, me senté en el sofá y me dio un vaso de agua mientras juntaba sus manos. No estaba sola y juro que era reconfortante.

—¿Quieres que prepare algo para cenar? Lo que quieras, April.

Asentí mientras daba unos cuantos tragos. Me sonrió y caminó a la cocina, en ese momento sentía como mi estómago rugía sin parar, rugía de una forma silenciosa y era imposible pararlo. Eso me hizo acordarme de la cantidad de veces que este me humilló en público, que producía sonidos y todo el mundo me miraba mientras yo me moría de vergüenza.

A veces sentía pena por mi yo de años atrás, a veces pensaba en qué hubiera pasado si alguien me hubiera abrazado antes de caer, antes de que mis rodillas tocasen el suelo. Ella no merecía nada de lo que le estaba pasando, ella no merecía desgarrarse la garganta llorando cada noche. Ella no merecía sus pensamientos destructivos porque ni siquiera eran suyos, los fue recogiendo a lo largo de todos los años y se los grabó a fuego sin saber el daño que le causaban. Ella no merecía la soledad y la sensación de no ser suficiente, nadie merece esa sensación. Nadie merece sentirse inferior al mirarse al espejo o mirar a otras personas. Nadie merecía la sensación de vacío en el pecho y mucho menos pensar que no merecía amor. Y pese a repetirlo mil veces, seguía sintiendo que era irreal, que nadie tendría que pasar por lo que yo.

Por medio de palabrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora