Rain
Amé y amo el otoño, porque sus ojos siempre brillaron más, bajo las hojas caídas.
Mis pies se hundían en las hojas muertas del suelo, mis ojos observaban las ramas de los árboles casi vacías y sonreía porque adoraba el otoño. Era mi estación favorita.
La abuela de April, Holly, nos llevaba siempre al bosque para buscar setas o incluso trufas. Era una costumbre que ningún año perdíamos, corríamos entre aquella arboleda, nos tirábamos a los montones de hojas que hacíamos y observábamos a los animales silvestres en completo silencio.
—No os alejéis, sabéis que es peligroso —musitó su abuela con una sonrisa.
Yo asentí, Aster iba por delante y April por detrás. Escuchaba sus botas pisar las hojas muertas del suelo, y en un momento, dejé de oírla. Creí que simplemente se había parado, hasta que me di la vuelta y no la vi. Sin decir nada, volví sobre mis pasos mientras no dejaba de chillar su nombre en mi mente, como si eso funcionase.
—¡April! —chillé porque no la veía.
Mis ojos no lograban verla, corrí lo que pude, mi corazón comenzaba a acelerarse y no sabía qué hacer. Sí, darme la vuelta y avisar a su abuela era una opción, pero no quería que más tarde su padre la regañase por eso... Sabía lo violento que se ponía, odiaba las lágrimas de April y sus sollozos de sufrimiento. Por eso no me volví, seguí buscándola por mi cuenta hasta encontrarla en frente de un matorral de moras. Allí estaba cogiéndolas y guardándolas en su cesta.
—¡Oye!
Se llevó una a la boca y me miró.
—¿Qué pasa?
—¡No puedes hacer esto!
—¿Comer moras?
—¡Alejarte!
—Solo quería comer moras.
—¡Tenemos moras en casa!
—Pero no son como estas...
—¿Por qué eres tan cabezota? ¡Me he preocupado, pensaba que te había pasado algo!
Sonrió de oreja a oreja, se metió otra mora en la boca y después de nuevo a la cesta.
—Lo siento, ¿vale?
—Hay animales salvajes aquí.
—Claro, viven aquí.
Puse los ojos en blanco, agarré su mano y entonces me di cuenta lo que llevaba en la cesta. Se trataba de hiedra venenosa, contemplé sus manos que empezaban a estar rojas y abrí los ojos de par en par, vacié su cesta en el suelo y saqué el agua de mi mochila para lavarle estas.
—¡April, sabes que no debemos de coger estas!
No parecía dolerle, pero sí que le picaban. Mojé sus manos, me daba igual tocarla con las mías, en ese momento solo pensaba en cómo ayudarla y a la vez la llamaba estúpida por no escuchar las indicaciones de su abuela.
—Quería hacerle un ramo...
—¿A la abuela?
—Sí...
Veía la preocupación en sus ojos, el saber que se había metido en un lío.
—Hay flores muy bonitas, esto solo son hierbajos... Hierbajos que son malos y mira, te has hecho un sarpullido.

ESTÁS LEYENDO
Por medio de palabras
Teen FictionCrecí tapándome las heridas con retales sueltos y ahora no sé de qué estoy compuesta. Parecía algo sin sentido, pero él aseguraba que se trataban de palabras que no todo el mundo sabe leer. April Siempre escuché eso de que no había que juzgar un lib...