April
Y si uno de los dos debe romperse, prefiero ser yo, al fin y al cabo, me he pasado más tiempo rota que entera.
Al llegar a la residencia lo primero que hice fue ir a por la comida, nada más entrar me agobié con la cantidad de gente que había, todos hacían cola para coger sus bandejas y yo ni siquiera quería hacerlo. Cogí esta y pasé para que la rellenasen. Luego me fui a la habitación, dejé la bandeja en la cama y me descalcé. Estaba casi a oscuras, el cielo estaba nublado y no entraba casi luz por la ventana. Me senté en la cama delante de la bandeja, cogí el zumo y lo primero que hice fue mirar la etiqueta. Ciento doce calorías... Para quemar esas calorías debería andar un kilómetro entero, en comba, quizás una media hora o quince minutos. Si sumaba las calorías que tenía la bandeja... Miré el libro de la estantería, me levanté y cogí la libreta para buscar cuántas calorías tenía lo que había.
Una pechuga de pollo empanado tiene doscientas noventa y siete calorías, y había dos pechugas... La ensalada, podía calcular que eran cien gramos de lechuga que a su vez son diecisiete calorías... Cien gramos de tomate, veintidós calorías... No podía dejar de ver números y números, la necesidad de control estaba volviendo y eso me estaba causando mucha rabia, tanta que lancé la libreta contra la pared de en frente. Mis ojos se llenaron de lágrimas, lágrimas de rabia, lágrimas de saber que realmente la culpa era mía. Que yo no era la víctima, que si hubiera cumplido todo a rajatabla no estaría pasando esto, estaría celebrando que lo había conseguido, que ya no tendría que preocuparme por nada nunca más.
Yo era la única culpable, la única. Cogí el tenedor para comer, pero no pude, me temblaban las manos, sentía el nudo en la garganta y nada más olerlo me daban ganas de vomitar. Solté el tenedor contra el suelo, seguidamente lancé la bandeja por los aires y toda la comida se desparramó por el suelo, me encogí de piernas mientras lloraba casi a gritos. Mientras que chillaba para deshacer el nudo, pero no podía. Me levanté, miré aquel desastre y la rabia se apoderó de mí. Comencé a lanzar los libros por el suelo, rompiendo algunos a mi paso, lanzándolos contra la pared o los armarios, cualquier lugar que encontrase. Entonces el de Rain lo sostuve entre mis manos, lo llevé a mi pecho y me derrumbé en el suelo, me derrumbé con tanta fuerza como aquella rabia que me había hecho destrozar todo. Ahora ya no solo yo era un caos, ahora también lo era mi entorno y me odiaba por ello.
No sé cuánto tiempo pasé en el suelo, no lo sé, pero ahí estuve abrazada al libro sin soltarlo, sin dejar de llorar y sin mirar a ningún sitio en concreto. Fue entonces cuando escuché unas llaves que abrían la puerta y me asusté, él no debía de aparecer, él no debía de verme así. Pero allí estaba Rain, con Parches en el transportín y observando todo el caos que había formado, entonces me morí de vergüenza, entonces no fui capaz de mirarle a la cara y solo pude llorar.
—April... —Dejó el transportín en el suelo, se acercó a mí y se sentó a mi lado para abrazarme—. Perdona, no me acordé, perdóname.
Negué con la cabeza, no quería que sintiese que era su responsabilidad.
Lo vi sacar el móvil del bolsillo, envió un mensaje y volvió a abrazarme. Yo no podía dejar de llorar, no podía respirar bien y me dolía el estómago de aquellas lágrimas. Lo único que me hacía sentir viva eran aquellos brazos protegiéndome del frío, protegiéndome para que no me congelase del todo.
—No te preocupes, no estás sola, no lo estás.
Creo que sabía que las cosas habían ido mal, cualquiera lo sabría si me veía así de rota, creo que más bajo no podía caer y él me estaba viendo.
Durante aquellos minutos en completo silencio pude tranquilizarme, tranquilizarme al sentir su latido y volver a la realidad. Fue cuando unos golpes en la puerta le hicieron levantarse, abrió y allí estaban... Lili, Archie y Harry. Esta fue la primera en abalanzarse sobre mí para abrazarme, no dijo nada, simplemente me abrazó. Se sentó a mi lado y me miró con los ojos llenos de lágrimas.
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Por medio de palabras
Teen FictionCrecí tapándome las heridas con retales sueltos y ahora no sé de qué estoy compuesta. Parecía algo sin sentido, pero él aseguraba que se trataban de palabras que no todo el mundo sabe leer. April Siempre escuché eso de que no había que juzgar un lib...