𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝐼

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Estacioné mi bici frente al restaurante, enjuagándome el sudor de mi labio superior, era inusualmente cálido para ser enero, pero sudar durante el invierno de la Florida era mejor que congelarse en el norte

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Estacioné mi bici frente al restaurante, enjuagándome el sudor de mi labio superior, era inusualmente cálido para ser enero, pero sudar durante el invierno de la Florida era mejor que congelarse en el norte. Enrosqué mi cabello en un nudo, mi cuello se enfrió una vez que la larga plasta negra se apartó de ahí. Limpié mi frente por última vez y entré al restaurante, ignorando las mesas a favor de los clientes sentados en el bar.

Solo me tomó una mirada ver que la mayoría de ellos eran de altura media, con algunas excepciones extremadamente altos.

Demonios, si gongyoo no estaba aquí entonces tendría que conducir hasta su siguiente sitio favorito, y se veía como si fuera a llover. Crucé a través de las mesas, asegurándome de mantener mi mano derecha pegada a mí para no rozar accidentalmente a nadie. Era eso o llevar un voluminoso guante de electricista que inspiraría preguntas de curiosos extraños. Cuando fui al bar, le sonreí al tipo que llevaba piercings y tatuajes quien se hizo a un lado lo suficiente para darme espacio en la barra.

— ¿Has visto a gongyoo? — le pregunté.

Doyun negó con la cabeza, sonando las cadenas que iban de sus fosas nasales a sus orejas. —Todavía no, pero acabo de llegar.

— ¿Jiyu? — llamé, la camarera se volteó, revelando una hermosa pero barbuda cara a los turistas que subrepticiamente la miraban.

— ¿Lo de siempre, Frankie? — preguntó, alcanzando un vaso de vino.

Ese no era mi nombre real, pero en estos días lo era cuando salía.

—No esta vez, estoy buscando a gongyoo

—No ha estado aquí todavía, — comentó.

Jiyu no preguntó por qué venía en persona en lugar de llamar para hacer la misma pregunta. Incluso después de que todos aquellos paseantes que invernaron en Gibson ton, pretendían no saber acerca de mi condición, ninguno de ellos excepto gongyoo alguna vez se sintió tentado a tocarme, y sin importar el clima, ellos no se ofrecieron a llevarme cuando me vieron en mi bicicleta.

Suspiré —Si viene, ¿Le dices que lo estoy buscando? — Se suponía que debíamos estar practicando hace dos horas. El fin de la estación convertía a gongyoo, de un compañero rígidamente disciplinado a un frecuente flojo. Si no lo encontraba pronto, se iba a pasar el punto de ser razonable y pasaría toda la noche bebiendo y contando historias acerca de los viejos días de gloria del carnaval.

Jiyu sonrió, revelando unos bonitos dientes blancos, en contraste con su oscura y tupida barba.

—Seguro. — Yo comencé a caminar hacia

afuera, pero Doyun dio un golpecito a su cerveza con su tenedor, dirigiendo mi atención hacia el sonido.

— ¿Quieres que llame al Tropicana y pregunte si gongyoo está ahí? —

El adivinó correctamente el siguiente lugar al que iba a ir, pero desde luego, Doyun conocía a Gongyoo tanto tiempo como yo.

—Solo es una milla y necesito mantener mis piernas en forma.

𝔾𝕖𝕙𝕖𝕟𝕒 ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora