𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝒳𝒳𝒳𝐼

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Tan pronto como estuvimos fuera de la vista de mi familia, saqué mi mano de la de Jungkook y me dirigí al cuarto piso. Luego me fui directamente hacia los paneles de la sala de estar en lugar de mi dormitorio.

— Si hay alguna posibilidad de salvar las cosas entre nosotros, — y debo estar loco por considerar siquiera la posibilidad— necesitas empezar con una disculpa enorme, — declaré sin más preámbulos.

Cruzó los brazos sobre el pecho. Un escudo con joyas incrustadas se añadía a su ya impresionante presencia, me sentí como si de alguna manera hubiera reducido varios metros, pero me negué a dejarme intimidar. Me erguí y comencé a dar golpecitos con mi pie.

Él miró hacia abajo. — ¿Se supone que eso me intimidará? — preguntó, su voz como el acero.

— Se supone que demuestra que estoy hablando en serio— repliqué.

Antes, cuando entramos en la habitación, la chimenea no estaba encendida. Ahora las llamas se habían disparado en su interior como si una bomba hubiera detonado. Eché un vistazo hacia Jungkook, y crucé mis brazos.

— ¿Ahora quien está tratando de intimidar?

— Debido a mis acciones, tu familia está a salvo de Szilagyi. — El fuego cercano ardió más alto. — Sin embargo, das ultimátum y ¿demandas que te pida perdón?

Durante muchos años, había sido una experta en mantener mi temperamento bajo control. Menos de dos semanas después de conocer a Jungkook, y me sentía tan volátil como las corrientes que atravesaban mi cuerpo.

— Entiendo que vengas de un tiempo donde usar a la familia de una persona como chantaje era probablemente lo más top — repliqué — pero ¿ahora? ¡En pleno siglo XXI no es bueno hacerlo! En serio, ¿cómo es que es tan sorprendente para ti?

Su frente se arqueó. — No éramos amantes cuando puse a tu familia bajo vigilancia.

— ¿Estás tratando de evadirte por un tecnicismo? — Mi voz se levantó de la incredulidad en la última palabra.

— ¿Sabes la última vez que dejé que alguien tomara represalias contra mí?

— Estás cambiando de tema, — murmuré, pero la vergüenza me atravesó. La violencia, por cualquier razón, no tenía cabida en una relación. No tenía ninguna excusa para lo que había hecho y lo sabía.

Me acechó de cerca. — Aparte de anoche, no ha habido un solo caso. Has visto las cicatrices en mi cuerpo, pero no todas son de batallas.

Muchas de ellas son de cuando estuve preso cuando era niño y me golpearon repetidamente. En los siglos transcurridos desde entonces, he dejado que pocas personas me tocaran como amigos, menos aún como amantes, pero nadie me ha tocado con ira sin arriesgarse a mi venganza... sin embargo, tú me has herido, y yo no hice nada. — Su voz se profundizó.

𝔾𝕖𝕙𝕖𝕟𝕒 ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora