𝒞𝒶𝓅𝒾𝓉𝓊𝓁𝑜 𝐼𝐼𝐼

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El de cabello rojizo se llamaba Chacal, según como sus amigos le llamaban. Sus nombres sonaban igual de inventados para mí así que mentalmente me refería a ellos como Pervertido, Psico y Nervioso desde que éste último parecía que no se podía estar quieto. Nervioso y Pervertido se habían ido hace como una hora para traerme algunas cosas para tocar. Pasé el tiempo sentándome en el borde del grumoso colchón de hotel. Escuchando a Chacal hablar por celular en un lenguaje que no reconocí. Me estaba dando frio en mi leotardo, pero no me puse las cobijas encima. Todos mis instintos me urgían a estarme quieto y no llamar la atención sobre mí, como si eso importara. Los depredadores en este cuarto estaban bien advertidos sobre mí aún si no miraran en mi dirección.

Cuando Pervertido y Nervioso regresaron, miré el bolso de lona que cargaban con una mezcla entre miedo y optimismo. Lo que estaba dentro quizá me trajera más imágenes grises explotando en mi mente, pero también podrían asegurar mi supervivencia.

— Pon los objetos en línea en la cama, — le dije a Nervioso, ignorando la sobresaltada mirada que me dio. Si actuaba como una lastimosa damisela en apuros, entonces es así como ellos me tratarían. Pero si actuaba como una vital herramienta en su búsqueda de quien sea que querían con estos objetos para guiarlos, yo subía mis oportunidades de supervivencia. Al menos esa era mi esperanza.

— Hazlo. — Dijo Chacal, cruzando los brazos sobre su pecho. Su mirada se sentía como un peso que caía sobre mí, pero tomé varias respiraciones profundas y traté de ignorarlo. Mirando como Nervioso sacaba lo que había en la bolsa de lona para ayudar con eso. Una pieza de tela achicharrada, un reloj parcialmente derretido, un anillo, algo que se veía como un cinturón, y un cuchillo que brilló con un distintivo plateado.

Éste último objeto hizo que mi corazón saltara en un latido, algo que yo esperaba que los otros notaran como nervios, en lugar de lo que era. Emoción. Las películas han estado del todo mal cuando se trata de vampiros. Las estacas de madera no los lastiman, ni la luz del sol, cruces, o agua bendita. Pero la plata a través de su corazón significa que la fiesta se acabó, y ahora yo tenía un cuchillo de plata a poca distancia. Todavía no. Me advertí a mí misma, esperaré hasta que estén convencidos de que estoy indefensa, eso hará que no piensen dos veces acerca de dejar el cuchillo de plata a fácil alcance. O hasta que al menos dos de ellos se fueran otra vez, lo que pasara primero.

— Muy bien Frankie, — dijo Chacal, haciéndome mirarlo de nuevo.

Señaló los objetos. — Haz lo tuyo. — Mentalmente me abracé a mí mismo y entonces recogí el pedazo de tela achicharrado primero.

Había humo en todos lados. Dos emisiones de luz pasaron, aterrizando donde yo estaba medio escondida por un montacargas. El terror me invadió cuando me di cuenta de que había sido vista. Mi intento de correr fue detenido rápidamente y rudas manos me arrastraron de vuelta. Al principio el humo era tan espeso que no pude ver el brillo de la mirada que me apuntaba. Entonces vi el oscuro cabello que rodeaba la cara que tenía una sombra de barba alrededor de la mandíbula y la boca. Esa boca se estrechó en una sonrisa que no era cruel como yo esperaba, pero se veía sorprendentemente de buen humor. — Raziel, — el extraño de cabello oscuro dijo en un tono infantil — Tú no debiste. — He oído padres regañar a sus hijos más rudamente, pero eso no detuvo el torrente de miedo que flotaba sobre mí.

𝔾𝕖𝕙𝕖𝕟𝕒 ᴷᵒᵒᵏᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora