1. DANNA

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Sábado 6 de febrero

-¡Oye, grandulón! ¿Crees que podrías darme una mano con esto? -Miro a mi jefe mientras intento llamar su atención.

Los sábados en The Latin Corner suelen ser abrumadores y no te dan respiro, sobre todo cuando a tu jefe se le ocurre ofrecer, en un día tan concurrido, un happy hour en bebidas alcohólicas que incluye cerveza. Hace un año que mis fines de semana solo ven alcohol, vasos y botellas por todos lados. No me puedo quejar, es un bonito gastropub con música en vivo los fines de semana y el ambiente de trabajo lo vale por completo.

Nicolás se da vuelta y me hace una seña con las manos para que espere. Está muy ocupado entreteniendo a dos clientas mientras le prepara unos mojitos e intenta sacarles el número de teléfono. Ser el dueño tiene sus ventajas, por ejemplo, que nadie te diga nada por cambiar alcohol por números de teléfono. Pero apostaría todo a que ni necesita regalar esos tragos. Es un tipo simpático y muy atractivo... y además habla español. Con que les diga «Hola» creo que le entregarían hasta la clave del homebanking.

-Ya llegué, bonita -Me dice en una hermosa mezcla de inglés con español mientras se acerca hacia mí. Ahí va, una nueva palabra en español que adhiero a mi vocabulario de «frases aprendidas en el bar». Suelen ser en su mayoría insultos. Esta no creo que lo sea. Suena lindo al decirlo. «bonita».

-Nunca me habías llamado bonita. ¿Qué significa? -Le sonrío. Tiene una cara de pícaro increíble. Es precioso. Me dedica una mirada azul mar mientras eleva las cejas de manera sugerente. Los labios carnosos se curvan en una sonrisa.

-Es como... linda -responde, y enseguida se sonroja. Para ser argentino le falta ser un poco más cara rota. Con la fama que tienen de chamuyeros...

-Bonita... -Saboreo las palabras en mis labios y en mi lengua-. Me gusta cómo suena. -Sonrío-. Pero debo admitir que suena más sexy cuando lo dices tú. -Nico vuelve a sonrojarse. No, se pone rojo como un tomate. Me encanta molestarlo-. Si ya terminaste con los ligues de la semana, ¿Puedes poner estas botellas en el tercer estante? Tenía la escalera, pero Summer la llevó al depósito.

-Yo me encargo, princesa. No te me pongas celosa, que soy todo tuyo. -Me da un beso en la mejilla mientras yo intento golpearle el hombro. Su vista se desvía hacia la punta de la barra. Una sonrisa aún más grande se plasma en su boca-. Hay alguien esperando en el bar. ¿Tomás su pedido? No debemos dejar a los clientes esperando. Menos en happy hour.

-Si claro. -Lo miro con desconfianza mientras agarro una servilleta y me seco las manos. Observo como Nico comienza a ubicar las botellas parándose de puntitas de pie porque incluso para su metro ochenta ese estante está muy arriba. Me dirijo al final de la barra mirando el piso y negando con la cabeza. Cuando levanto los ojos para mirar al cliente, me quedo embobada por un segundo. Cuando sus labios me ofrecen una sonrisa de lado, se activa mi modo bartender.

-Hola, bienvenido a The Latin Corner. ¿Qué te sirvo? -¿Bienvenido a The Latin Corner? ¿Desde cuándo le doy la bienvenida a los clientes? «Por Dios, Sky, contrólate».

El muchacho me mira, sus ojos me recorren de arriba abajo, pero no dice nada.

-¡Hola! ¡Tierra a humano! -le digo riéndome-. ¿Puedo ofrecerte algo de beber?

-Sí... Sí... Perdón. -Me mira y puedo ver que su pecho se expande, como si hubiese tomado una gran bocanada de aire-. Un Martini seco, por favor.

-Ya te lo preparo. -Le guiño un ojo. ¿Le guiñé el ojo? «Por favor, Sky» No puedo culparme. La realidad es que es en verdad encantador y esa media sonrisa logra derretirme.

Busco la botella de vermú y la de ginebra y me las dejo frente a mí. Giro para tomar el vasito medidor y veo que Nico ya hizo lo que le pedí y ahora está charlando con otras clientas al otro lado del mostrador. Una rubia y otra morocha, son todo sonrisas y manitos que acarician su brazo musculoso mientras le baten las pestañas.

Nico dice algunas frases en español para impresionarlas. Para ser sincera, no sé por qué, ya que Miami está lleno de hispanohablantes hoy en día, pero ellas parecen encantadas con tu tonada argentina.

Me mira y me descubre observándolo. Luego sonríe, y se gira para encaminarse al pequeño escenario que tenemos en una esquina. Tiene que presentar a la banda que toca hoy.

Algo que me agrada mucho de él es que deja a las bandas que están empezando su camino en el ambiente artístico vengan a tocar al bar sin pedirles nada de dinero a cambio. Solo les pide que le muestren que tipo de música tocan para ver si compatibiliza con el bar. Hace unas semanas, hubo una noche especial de Heavy Metal. El bar era todo cuero y gente gritando mientras agitaban las cabezas.

-Señoras y señores... -La gente empieza a silbar y aplaudir mientras él les regala esa sonrisa de ganador que tiene-. Gracias por venir hoy a The Latin Corner. Espero que disfruten de la música a cargo de los chicos de Black Magic. -El baterista hace un pequeño solo para presentarse mientras Nico sonríe y señala a los miembros del grupo-. ¡Que empiece el show!

La banda comienza a tocar y Nico baja las escaleras chocando los cinco con distintos clientes y haciendo miradas conquistadoras a las mujeres. No me di cuenta de cuánto tiempo lo estuve mirando hasta que el muchacho al final de la barra me interrumpe.

-¿Tengo que ir yo a preparar esa bebida o vas a hacer tu Trabajo?

Abro la boca en asombro y podría asegurar que la mandíbula me llega al piso, al igual que la de él. Noto confusión en su mirada.

-¿Perdón?

«¿Quién se cree este imbécil?»

-Parece que tardas una eternidad en preparar un simple Martini. No es tan difícil... Vermú, Ginebra, limón...

Pongo la aceituna que me faltaba y me acerco a él con el Martini. Lo poso frente a su cara y me inclino un poco hacia él. Con mi mejor sonrisa y mirándolo fijo a los ojos, me acerco a su boca. Me detengo justo cuando nuestros labios están a punto de rozarse. Él no se mueve. No hace nada para evitar el posible contacto que yo podría provocar si sólo moviera mi cabeza un milímetro hacia delante.

Me detengo, sin apartar mi mirada de la suya.

-Bébetelo -le digo mientras miro la copa-. Y vete -sus ojos comienzan a abrirse con asombro-. a, la, mierda -lo miro, sonrío. Mis ojos lo están mandando más que a la mierda. Estoy a punto de alejarme cuando, de repente, su mano se posa en mi nuca. Mi cuerpo es jalado hacia adelante. Apoyo las manos en la madera de la barra para evitar golpearme contra ella. No tengo tiempo para nada, enseguida siento la calidez de sus labios contra los míos.

-¿Qué mie...? -balbuceo contra sus labios mientras intento apartarme de su beso, pero me tiene agarrada bastante fuerte. Aunque este hirviendo de rabia, el contacto se siente agradable... es un juego entre suave y forzado a la vez. Sus labios son cálidos y me invitan a quedarme. Pero un «Ejem» que suena detrás mío hace que pose mis palmas en su pecho para separarme de él.

Me giro, y ahí está Nico, con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿No crees que es un poco grosero ir besando a las chicas así, amigo?

El muchacho sonríe y me mira. Se muerde el labio y luego con total normalidad, como si no acabara de besarme a la fuerza, toma la copa de Martini y le da un sorbo.

-Delicioso -me dice, encendiendo mi ira. -pero que mal timing hermano

Nico se acerca a la barra y hacen una especie de apretón de manos, riéndose el uno con el otro. Los miro y parpadeo, incrédula de lo que acaba de ocurrir.

-Sky, él es... -Nico comienza, pero no le doy tiempo a seguir. Mi mano vuela en una cachetada doble. Primero al extraño catador de Martinis y luego al tarado de mi jefe que me mando a servirle un trago. Me doy la vuelta, enfurecida.

¿Hermano? ¿Acaba de decir hermano? ¿Qué demonios acaba de pasar?

Perfecto ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora