24. Aiden

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Esta preciosa mujer me acaba de llamar directa e indirectamente Don Juan. No voy a mentir. No es que nunca haya engañado a una novia antes, porque lo hice. Pero era Joven, inexperto y estúpido. Y ya pasaron diez años desde eso. Diez años en los que nunca engañé a nadie y si hubo otra persona fue de común acuerdo.

Pero... ¿llamarme Don Juan? Ni siquiera me conoce lo suficiente como para juzgarme así. Después de hacerla pensar que la voy a besar y retrocedo. Vuelvo a la barra y la dejo en medio de la pista.

¿Quiere jugar? Dos pueden jugar este juego.

Si quiere tratarme como a un Don Juan entonces que no vaya por ahí aceptando servilletas con números de teléfono.

—Hey. ¿Qué fue todo eso? —dice Nico mirandome con una ceja elevada.

—Ella quiere jugar conmigo... Yo también estoy jugando. —le contesto sin mirarlo, mientras busco uno vaso para prepararme un trajo.

Levanto la vista y observo a toda la gente bailando y ella ya no está allí. Tampoco volvió para aquí, para el mostrador. Miro a Jasper y se ve que tiene algún don de lectura de pensamientos porque me señala la puerta.

—No la hagas enojar, Por favor. Es mi mejor empleada en el bar —vuelve a molestar el incordio de amigo que hoy se puso en pesado.

—Pues gracias por eso.... —Shae lo mira y le pone los ojos en blanco.

—Tu eres otra cosa nena.

—Ajá. ¿Y qué sería eso?

You are my sweetgirl. Won't you be my sweetheart? —Nico comienza a cantarle en inglés y Shae se pone roja como un tomate de manera automática.

Los miro y niego con la cabeza mientras ella le cruza los brazos por el cuello y el la aprieta contra sí poniendo sus manos en su espalda. Me doy vuelta y me preparo un Martini para evitar ver tanta empalague.

Pasan cinco minutos y Danna aún no volvió. Suspiro fastidiado mientras dejo el repasador a un costado.

—Voy a buscarla.

—Mejor que siga trabajando aquí —dice Nico amenazante, aunque sus labios sigan pegados a los de la colorada—. o dormirás en el parque.

Me dirijo a la puerta y Jasper me dice que ella está afuera, en el Callejón. Salgo y camino hacia allí y tras unos pocos metros la veo sentada sobre una tubería de acero que cuelga de la pared. Hace un frio de desquiciados y ella está allí fumando y exhalando el humo.

—Ey —le digo

—Hola —dice con una muy diminuta sonrisa.

No me mira... pero sus ojos están un poco rojos. Me paro frente a ella y me abro paso entre sus piernas, que ella abre un poco más para que yo me acomode ahí. Pongo mis manos en su cintura desnuda.

—Danna hace frío aquí. ¿Por qué no entramos antes de que Nico nos despida?

—Si. —me mira, sus ojos inquisitivos.

—¿Qué pasa? —le saco lo que le queda del cigarrillo de la mano y lo tiro hacia el piso. Detesto el olor a humo.

—Nada. Vámonos.

—No. Dímelo. —insisto pegándome un poco más hacia ella. La noto tomar una respiración profunda. Paso mis manos por alrededor de su cintura y la mantengo sobre la tubería.

—Solo estoy enojada. No importa. Vámonos.

—¿Y por qué estas enojada? ¿Por el baile de allí adentro? —Beso el lado izquierdo de su cuello...—. ¿O porque no te besé? —Cambio al otro lado y además de besarla le raspo el cuello con los dientes. Ella gime un poco y yo sonrío sobre su piel.

Perfecto ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora