Lunes 8 de Febrero
El cursor parpadea en mi celular mientras espera a que me digne a tipear algo. Escribí «Hola» tres veces y lo borré. Suspiro, y sale un poco más fuerte de lo que esperaba. Nico se gira con el cucharon en la mano. Dijo que me iba a deleitar con unos tacos caseros y ahí está, cumpliendo su promesa con un cucharón de madera en la mano y un delantal que dice «The Sexy Boss» regalo de las chicas según cuenta la historia.
Me paso la mano por el rostro, frustrado, y me rasco la barba. ¿Desde cuándo me cuesta tanto chamuyarme una piba? En Argentina, una vez que se «solucionó» el tema del tartamudeo no había quien me pare. ¿Y ahora? No puedo mandar un simple mensaje.
—¿No te animás? —Es raro escucharlo hablar en castellano, pero al menos conmigo lo hace. En el bar es muy gracioso ver las caras de desconcierto de las chicas cuando cambia de repente de idioma. Jasper no tanto. Sospecho que entiende, pero no dijo nada al respecto.
—¿A qué?
—Dale, Aiden. Que no soy boludo. —boludo, no escuchaba esa palabra hace... años—. Ya sé que te mandaste el contacto de Sky a tu celular. Para ser detective dejaste varios cabos sueltos, por ejemplo, la conversación con el contacto sin eliminar. Lo que no sé es como conseguiste desbloquear el teléfono.
Una sonrisa se me plasma en el rostro. Me descubrió.
—El patrón es una L, Nico. Te lo desbloquea hasta un nene de cinco años. Encima el vidrio está tan sucio que se ve clarita la marca de tu dedo.
Nico frunce el ceño, se da vuelta y sigue revolviendo la carne que puso en la sartén.
—¿Entonces?
—No se. Me siento un tarado.
—Sos un tarado, pero más allá de eso, ¿no te animás a escribirle? Nunca pensé que viviría para ver a mi amigo el chamuyero con miedo de escribirle a una piba.
—Es difícil. ¿Qué le digo? ¿Hola Sky? ¿Hola bombona?
—Bombona. —dice con una risita en la voz—. Hace mil que no escuchaba ese término. —Niega con la cabeza—. Ya te la chapaste, man. ¿Qué hacías antes cuando ya habías pasado primer base?
—De adolescente desaparecía.
—Sos un tarado.
Me río. Miro el cursor que sigue titilando. ¿Qué es lo que me da tanto miedo?
—¿Es porque trabaja para mí? —me pregunta, y después me trae una cuchara con carne cortada en cubos, condimentada con pimientos y cebolla cortadas en tiritas, para probar.
—En parte sí. —le digo con la boca llena—. Y en parte me siento un adolescente libidinoso.
—Ya fue, Aiden. ¿Qué perdés? En todo caso te despido y listo.
Le pongo cara de herido y me agarro el corazón, simulando que me lo partió.
—¿Vas a elegir a Sky por sobre mí? ¿Por sobre tu amigo de toda la vida?
—Y sí... Sky es la que logra que a fin de mes todos cobren el sueldo y yo pueda vivir cual rey.
—Imbécil. —Le saco la lengua.
—En fin. Mandale... —se pone el dedo en el mentón simulando pensar—. Mandale un emoji de un Martini.
Lo medito unos segundos. ¿Qué tan mal me puede ir si le envío eso? O mejor dicho ¿Qué tan mal puedo quedar si le envío eso?
—No se. Voy a pensarlo un poco más.
—Cobarde.
—Más cobarde serás vos, que hace dos años trabajar con Shae y no la encarás.
—Tiene novio —responde con la cara desencajada—. Uno bastante idiota, por cierto. Pero ella está enamorada.
—¿Estás seguro? Porque hoy se la pasó mirándote cuando te hacías el showman en el escenario.
—Bullshit. —Le sale del alma en ese inglés adquirido. Me rio al tiempo que salto de la banqueta.
—Voy al balcón a fumar.
—Esperá que pongo el fuego en mínimo y vamos juntos. Todavía me tenés que contar que paso con ese plan frustrado de establecerte en Chicago.
Lo espero, salimos juntos y enciendo un cigarrillo. Nico saca uno de su bolsillo y me copia. Me apoyo contra el lateral del caño que me llega un poco más arriba de la cintura. Nico se sienta en el piso, en el lado opuesto. Me gusta que no me presiona para hablar, solo se queda allí fumando y haciéndome compañía.
—La cagué... otra vez.
—¿Con Danna? —Me pregunta, y me desconcierta no saber de quién me está hablando.
—¿Quién es Danna?
—Sky. En realidad, se llama Danna, pero siempre le dijimos Sky.
—Ah. No, con ella creo que está todo bien, solo que como un idiota no me animo a escribirle. En chicago, la cagué.
—¿Fue por tu hermana, de nuevo?
—No, por suerte Marlene está muy feliz en Canadá con su pareja. Esta vez fue Ian.
—¿Ian? ¿Ian tu primo arquitecto?
—Sip. Mi primo arquitecto y su novia, con una amiga secuestrada por un ex loco que casi nos mata a todos. —levanto la manga de mi remera y le muestro la marca de la bala.
Sus ojos se abren cual huevo frito. Se para y se acerca a verla.
—¿Tenías chaleco?
—¿Te parece que tenía chaleco?
—Por Dios, Aiden. Veinte centímetros y te daba en el corazón.
Asiento con la cabeza. Le doy una calada a mi cigarrillo. Tiro la cabeza hacia atrás y exhalo el humo.
—Tenes que dejar de jugar al policía, Bro.
—Tendrías que haber visto como la tenía el hijo de mil puta. —Me friego la cara—. Atada, Desnuda, Cagada a palos. Si no irrumpía en su departamento, la mataba.
—¿Acudiste a la policía al menos?
—Si hubiese acudido a la policía legalmente, no me hubiese tenido que venir para Miami. Tenía dos oficiales que trabajan también para mi padre.
—¿Hay alguna posibilidad de que lleguen descubrir que estuviste involucrado?
—No. Todos fueron instruidos en que decir durante las declaraciones, y si el Idiota del exnovio intenta algo... Pues ocurrirá otro Londres, muy a mi pesar.
—Qué mierda, Bro.
—Sí. Qué mierda.
—¿Y Sabina?
—Y Sabina... Sabina... está cada vez más metida en sus... jueguitos. Y yo creo que necesito algo un poco más estable en mi vida, menos... compartido.
—Tenía toda la pinta de que sería el amor de tu vida.
—Sabina no puede ser el amor de la vida de nadie, si no puede estar solamente con la misma persona más de una semana, Nico.
—Vos tampoco podías.
—Podías. Tiempo pasado. Igualmente, tengo una vida demasiado... arriesgada como para seguir con ella. Canadá fue un descontrol. Tratamos de seguirlo cuando me fui a España. No se sintió muy cómoda y cortó la relación. Pasé a ser su garche de vacaciones.
—Qué fuerte.
—Maite anduvo preguntando por vos.
—Ni me la nombres.
Me rio. Doy una última calada profunda a mi cigarrillo, lo apago contra la baranda del balcón y luego lo tiro al abismo.
—¿Una cerveza? —me ofrece Nico. Su cara me demuestra la pena que está sintiendo por mí en este momento.
—O mejor dos.
—O mejor dos —repite y me palmea la espalda a la vez que entramos al departamento.
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Perfecto Error
RomanceTres amigas, con miedos, pasados ocultos y presentes complicados. Tres hombres, dispuestos a ir al mismo infierno por ellas. Un ex-detective de victimas especiales, heredero de la mafia listo para entrar en acción