AGUAS TURBIAS
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PARIS
Huele a café recién hecho. Es de noche y observo mi reflejo en el espejo. Ese maldito casi me mata y verme me hace sentir pena de mí mismo. Siento que nunca podre con ese hijo de puta y ya me tiene cansado, ya no soporto que siempre se encuentre por encima de mí.
Quisiera, yo quiero verlo muerto.
Me odio y más odio que los nudillos se me tornen blancos cuando aprieto las manos en puño. La impotencia me rasga el pecho y verme al espejo es un golpe directo a mi conciencia.
Las escleróticas las tengo rojas, los pómulos hinchaos, labio y cejas partidas, dos costillas rotas y mi hombro derecho desencajado. Estoy vivo de milagro mientras que yo, no pude darle ni siquiera un golpe.
Lo odio tanto y juro que no descansara hasta desquitarme porque esto no se va a quedar de este tamaño. No, voy a ver a Dracco llorar lágrimas de sangre o dejo de llamarme Paris Santamaría.
—Hijo—escucho a papa—te sientes bien.
—Voy papa.
Organizo el cabestrillo antes de salir del baño caminando a pasos lentos. Todo me duele, es una tortura inclusive respirar y la incomodidad siempre está presente.
Mis hermanas gemelas están dentro de la habitación, Lisa en su móvil chateando, mientras Laura está organizando la cama para que vuelva acostarme y papa termina su taza de café.
—Quiero irme a casa papa—me acerco a la ventana—estoy cansado de estar aquí.
—Ven acuéstate hermano—pide Laura.
—Estoy bien aquí—las luces nocturnas me relajan.
—Niñas organicen sus pertenencias, que nos vamos—les dice mi padre mientras yo no me muevo donde estoy, inclusive abro la puerta corrediza saliendo al balcón a recibir aire fresco.
La noche es fría y me encojo de hombros percatándome de como mis pensamientos queman cada parte de mi cuerpo. Daria, años de mi vida, solo para tener la satisfacción de ver a Dracco McFinnigan en el piso.
—Iré a llevar a las niñas a la mansión y volveré para que no te quedes solo—acaricia Cesar mi espalda—te sientes bien.
—Como, dime el secreto papa, dime como le ganaste a Diacono.
Suspira y extiende la mano en el borde del parapeto centrando sus ojos en el cielo. Ha creado una empresa de la nada que compite con la de su mejor amigo, aun así, supe que tuvieron su enfrentamiento de joven y quiero saber cómo lo logro.
—Me detuve hijo, ese es el secreto—me dice—me di cuenta que era una pelea que no iba a ganar y que por el contrario saldría mal librado, hubo una lucha en la que me rendí, hacerlo no solo me trajo paz mental, si no beneficios materiales.
—Te quito a tu novia—le alego.
—No hijo, eso es lo que nadie entiende, nadie te puede quitar lo que te pertenece—me mira y se rasca la barba bien cuidada—Samira nunca fue mía, si lo fuera jamás se hubiese fijado en mi mejor amigo.
Eso es estúpido, fue una maldita perra al igual que Bianca, que Ava.
—Estuvo mal, te traicionaron—sacude la cabeza confundiéndome.
—La dinastía McFinnigan es diferente hijo, no sé cómo explicarlo, pero lo sabía, Diacono me lo dijo, me dijo de frente que le gustaba Samira, me enfrento directamente el mismo día que la conoció y aunque estuvo mal, aunque me pregunte porque de tantas mujeres la mía, no hubo traición, fue directo, fue sincero.
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ADICCIÓN
RomanceComplot, Alianzas, Rivalidad, Amores prohibidos, Asesinatos, Escenas eroticas e Investigaciones criminales. Tras tres años fuera de Nueva York, Dracco McFinnigan regresa a su ciudad alzándose como nuevo presidente de la constructora familiar, revivi...