EPISODIO 51

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EL DIARIO DE AVA

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AVA

La oscuridad se disipa lentamente, dando paso a una luz tenue de la bombilla que baila ante mis ojos. Intento enfocar la vista, pero cada parpadeo es un esfuerzo, como si mis pestañas estuvieran forradas con plomo. Un zumbido constante llena mis oídos, un sonido que poco a poco se transforma en el murmullo distante cuando quiero recordar que me pasó.

Con cada respiración, el dolor late en mi cabeza, un recordatorio punzante del golpe que me derribó. No recuerdo el momento del impacto, solo la sensación de caer, de perderme en un abismo sin fin mientras tenía su nombre en mi casa... «Dracco» Ahora, aquí, tumbada en la cama, siento el peso de mi cuerpo y la rigidez de mis músculos.

Empiezo a mirar a mi alrededor, y los contornos borrosos toman forma. Me voy hacia atrás estampando la espalda en la pared y es cuando noto que tengo las muñecas encadenadas desatando el palpito erróneo al sentirme más indefensa.

Vuelvo a mirarlo con los ojos encharcados, él... él está ahí, de pie, observándome con una mirada que no logro descifrar. Pero me corroe la piel con el odio que destila sus ojos.

El miedo se enreda en mi pecho como una serpiente que aprieta con cada latido de mi corazón. Quiero gritar, correr, escapar, pero mi cuerpo no responde, mis manos atadas no me lo permiten. Estoy atrapada y vulnerable ante la figura que me acecha desde las sombras.

—Paris—logro encontrar mi voz cuando se mantiene en el umbral de la puerta acechándome—Paris suéltame.

No distingo si le exijo o le pido mientras muevo mis manos lastimándome la piel con los bordes del metal. Intento recordar, buscar alguna razón que explique su presencia, su acto de violencia. Pero mi mente es un laberinto sin salida y me siento demasiado aturdida para comprenderlo.

—Paris ¿Qué estas haciendo? —insisto al ver que no me responde—suéltame, no compliques más las cosas.

No me dice nada cruzándose de brazos y recorro de nuevo la habitacion solitaria, oscura, mugrienta con paredes húmedas, tragándome el sollozo al notar a Blu desesperada por querer salir de la jaula donde la tiene encerrada.

—Paris, escúchame, no tienes que hacer esto, suéltame y te juro que no hare nada, nadie va a saber de lo que hiciste—le digo tratando de convencerlo—te lo juro Paris, pero suéltame, ya has llegado muy lejos.

—Cállate Ava—da un paso sellándome los labios que quedan en una línea al notar su aspecto demacrado—Cállate porque te juro que estas acabando con mi puta paciencia.

Miro a Blu que gruñe desesperada y es porque nunca ha estado en una jaula, jamás la trate de esa manera y por ello no le gusta estar asi encerrada.

Se acerca y una mezcla de emociones me embarga, miedo es lo primero que siento, un terror visceral que me hace mover queriendo alejarme de su figura amenazante.

Una lagrima se me escapa mientras que su aura negra me golpea y hace que apriete mis manos en puño con fuerza. Paris intenta apartarla con los nudillos de su mano y me repugna su tacto, por eso aparto la cara hacia un lado pero mi rechazo lo enfurece al grado que me sujeta enterrando los dedos en mi mejilla, lastimandome con la fuerza que no mide.

—¿Por qué haces esto? —pregunto con voz temblorosa— ¿Qué te hemos hecho?

—¿Qué me han hecho? —me da una sonrisa amarga— ¡Me has arruinado la vida!

—Yo no—sacudo mi cabeza sin entender—Paris no te he hecho nada, no de la forma que tu piensas, razona y date cuenta de lo que estás haciendo.

—Es fácil para ti—sacude mi cabeza y suelto un gemido de dolor cuando no tiene una pizca de tacto—¡pero claro que no entiendes! Desde que te fuiste con él, te crees la puta ama del universo, miras a todos por encima del hombro, te crees invencible mientras que todo se desmoronó para mí.

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