MILLONARIO
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DRACCO.
Las persianas son abiertas y la luz matutina me da en la cara. Volteo la cabeza al otro lado sin abrir los ojos.
Detesto que hagan eso, pero solo una persona sabe que puede hacer lo que se le da la gana, se quien está dentro de mi habitación y el sonido del tacón me lo confirma.
La suavidad de la palma de su mano la siento en mi espalda y me quedo quieto sintiendo segundos después el beso sobre mi omoplato.
—Korolʹ—mama susurra en mi oído—tienes que ponerte de pie mi amor.
No me muevo, no digo nada, pero es demasiado insistente acariciándome el cabello y besando mi espalda.
Samira siempre ha sido así, mama es tierna, sensible, amorosa y no conozco otro aspecto de ella que no sea ese, una madre afectuosa, una mujer trabajadora y una esposa dedicada.
No busco a una mujer igual a ella, eso es imposible porque cada una es especial, pero esas serían las características que quiero encontrar ya que me gusta que me consientan mucho.
—Vamos amor, sé que no estas dormido—dice—hoy es el gran día.
—Ma, déjame dormir.
El dolor de cabeza es insoportable, solo he dormido dos horas, además tengo una resaca de los demonios y lo único que quiero es dormir.
Siento su cabeza en mi espalda, continúo acostado bocabajo, pero termino sentándome en la cama como tanto quiere y apoyo la espalda en la base de la cama ya que mi madre no recibe un «no» como respuesta y eso lo herede de ella.
Detallo a la mujer que tengo al frente. El rubio de su cabello se mezcla con los rayos solares y los ojos verdes me observan con amor mientras, se acerca a darme un beso en la mejilla y permito que lo haga mientras intento que mis sentidos se repongan.
Samira McFinnigan Ocean, es mi madre, de nacionalidad ucraniana y esposa de Diacono McFinnigan. Se pone de pie no sin antes animarme a levantarme de la cama, palmea mi pierna y está más ansiosa que yo.
Se dirige a mi armario para buscar el traje que usare para el día de hoy. No sé de donde los saco, porque yo jamás gastaría dinero en comprar un traje.
—Te compre varios modelos—ya lo sabia.
—¿Qué te parece este mi amor? —niego cruzándome de brazos. Es un traje de tres piezas que me hace ver como pingüino—¿Por qué? Esta lindo.
Va por otro de color blanco, saca como tres más, pero sigo negándome a ponerme un traje.
—No, ma—le digo—sabes que no me gusta.
Los tira a la cama decepcionada. Deja las manos en su cintura dándose por vencida. Suelo complacerla, pero hay cosas en las que no suelo ceder.
—Cuando será el día que pueda verte de traje y sobretodo que nos presentes a una chica como tú novia—acaricio mi pecho.
—Morirás de vieja ma—la hago reír—sabes que eso nunca va a pasar porque todas para mí son iguales.
—Solo no has conocido a la indicada—contradice—ese mismo pensamiento tenia tu padre y mira, se muere y me muero por él.
—Eso no va a pasar conmigo, soy inmune a cualquier mujer, no hay una que valga la pena o despierte en mí, más allá que el interés de llevármela a la cama.
Samira se decepciona, pero así soy yo, lo único que me interesa de una mujer, es lo que tiene entre las piernas y en medio de sus nalgas.
—Estuviste por mucho tiempo fuera y me niego a pensar que no conocieras a una chica hermosa que tocara ese frio corazón.
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ADICCIÓN
RomanceComplot, Alianzas, Rivalidad, Amores prohibidos, Asesinatos, Escenas eroticas e Investigaciones criminales. Tras tres años fuera de Nueva York, Dracco McFinnigan regresa a su ciudad alzándose como nuevo presidente de la constructora familiar, revivi...