Consejo

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Naia había construido una coraza impidiéndose sentir sentimiento alguno por alguien que no fuera su familia, no era por falta de pretendientes, si por que no era algo en lo que quería enfocar su vida en ese momento. Hasta que apareció Daemon dándole un giro a su vida, la inquietaba, y ese beso la dejo en blanco algo que no sucedía, no con la nueva versión de Naia Bartsch, la segura e inquebrantable.

Daemon había sobrepasado sus barreras con demasía, como ningún otro, pero no podía negar lo que sentía cuando estaba cerca de él.

– Naia, me gusta – se sinceró – y mucho.

Naia al escucharlo trata de alejarse, pero Daemon lo evito, acaricia su mejilla, la acerca a él, ella posa sus manos en el torso bien trabajado del pelinegro tratando de crear una barrera, ella aún seguía con sus senos al descubierto el roce sumando las carisias en la zona baja de su espalda endurecieron una vez más sus pezones y el cosquilleo aumento en su zona baja.

La dejo por unos segundos para quitarse el gabán, y colocárselo a ella, Naia agradeció el gesto.

– No vuelvas a nadar en esas fachas, no cuando otros pueden verte. – cada palabra lo dijo con la mandíbula tensa de solo imaginar a otro mirándola con deseo.

– No puedes prohibirme nada ¿lo sabes verdad? – hizo una pausa ajustando el gabán para cúbrase – puedes irte necesito descansar.

– Tenemos una conversación pendiente – dictamino, sin querer dejar el tema de lado.

– No lo creo, ya que no harás nada sobre la seguridad, no tenemos nada de qué hablar – evito el tema.

– Los necesitas. – declaro con convicción.

– Que bueno por ellos, verán esto todas las noches. – señalo su cuerpo cubierto por el largo gabán del pelinegro, una vez más se salió con la suya al verlo endurecer el gesto.

Ella no podía dar crédito de su comportamiento, eso de que hay personas que sacan lo peor de una; es muy cierto era el caso de Naia con Daemon.

– No juegues Naia, que no te queda – advirtió, pero la sonrisa no abandono el rostro de la castaña – estoy seguro de que no lo harás – la envolvió en sus brazos, devorando sus labios una vez más.

– Se le está haciendo costumbre besarme sr Daemon – vocifero coqueta, con la fe puesta en que se desharía de los escoltas, él sonrió con superioridad, al ver que no le era indiferente – no se si eso me agrade mucho, pero si me molesta que no me ayudes, y no imaginas lo molesta que soy cuando no logro mi cometido.

– Lo veo – poso su mano derecha en el trasero de Naia amasándolo, entretanto la otra seguía sujetando su cintura, ella de un manotazo aparto la atrevida mano, Daemon ladeo una sonrisa al ver la expresión neutral de su rostro – Naia, Naia cuando me propongo algo no desfallezco hasta lograr mi objetivo, en eso somos muy parecidos.

Él sonreía, pero Naia sabía que sus palabras eran una muy buena definición del pelinegro.

– Su objetivo es fastidiarme, porque si es así, lo está consiguiendo.

Daemon disfrutaba ver el aire de superioridad, cuando había conocido una faceta más sensible de ella, pero las dos lo atraían con demasía, volvió a tocar el redondo trasero de Naia que no dudo en desquitarse por su atrevimiento. El pelinegro se llevó una mano a la mejilla al sentir el ardor provocado por la pequeña mano de la mujer a escasos centímetros de él.

¡sí que le pesaba la mano! Pensó Daemon, esto se estaba convirtiendo en más que un reto para él, esa sería su mujer. Se prometió.

– Eso fue por atreverse a tocarme el trasero de nuevo – hizo hincapié en lo último – que seguirá tomarme a la fuerza – no le permitió defenderse – salga de mi casa de una vez.

NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora