Miedos

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Las pesadillas no se hicieron esperar, Daemon se acercó con cautela; la toco con tal suavidad, como si más allá de asustarla, pudiera romperla. Su expresión era de una chica común, indefensa.

Toco su mejilla rosada, el tacto lo hizo sentir lo tersa de su piel la suavidad de la juventud que resplandecía en esas largas pestañas. Ella sonrió inconsciente de quien se trataba, al estar en sus sentidos y totalmente despierta se recompuso y volvió la altiva y dura joven que él había conocido.

– Estoy bien, así que puede marcharse – dijo con convicción.

Él no se alejó más contemplo de cerca su rostro tenía facciones fileñas y se notaba que era más joven de lo que ese maquillaje la hacía notar.

– Sabes que a mí no puedes darme ordenes ¿verdad Naia? – refuto.

Ella alzo una ceja en un acto de total convencimiento de sus palabras.

¡Claro que sí! Pensó la joven empresaria, pero carecía de energía para discutir. Horus no tardó en llegar a su lado y como si sintiera su dolor y agonía, recargo la cabeza en sus piernas como cuando la ansiedad en el pasado la atacaba, ella acaricio con respeto, afecto la cabeza y parte de su cuello.

¡El sí que era un buen y fiel amigo e integrante de su familia!

Daemon observó en silencio la imagen ante él, la sonrisa que ella imito a Horus tratando de tranquilizarlo, pero el efecto no se reflejó en sus ojos avellanas. Horus más que una mascota era parte de la familia de la joven.

Así lo vio Daemon, así se lo hizo saber ella con su actuar.

– Se lo digo por última vez, salga de mi casa, estoy perfectamente bien y quiero dormir.

Gesticulo Naia con una calma que no poseía en ese momento, más al ver que él sonreía, de una manera tan jodidamente sexi, pero que nunca lo reconocería en voz alta y menos a él, eso sería muy malo para su ego.

Esos pensamientos la distrajeron por un momento de lo ocurrido.

– Por mí, no se detenga, duerma – la incentivo – que yo me iré cuando sus padres lleguen.

– ¡Eso no pasara! – aseguro la castaña.

Horus en medio de la pareja, como el animal inteligente que era, miraba de un lado al otro cuando cada de uno hablaba.

– No confió en dormir con usted merodeando por mi casa – él se llevó la mano al pecho en un acto de indignación por lo dicho, lo que no la detuvo para continuar – puede ser un ladrón o un violador que se yo – trato de ofenderlo.

– No soy ni lo uno, ni lo otro, pero entiendo tu desconfianza – Naia entrecerró los ojos al escucharlo tutearla – para su tranquilidad, no tengo necesidad de robar y nunca fuerzo a una mujer para estar conmigo, soy muy selectivo – eso no le pasó desapercibido a la joven frente a él, que sonrió de lado al notarlo – créame, que cuando eso suceda estarás muy consciente – su meta fue clara, por lo que le dio una sonrisa ladeada.

Naia se colocó de pie su rostro enrojeció tanto de rabia, como del hecho de imaginarse escenas intimas con él. En el momento que pensaba desatar la tercera guerra mundial la puerta fue abierta, su madre se balanceo hasta ella rodeándola con sus brazos. En silencio acaricio el lizo cabello de su hija al separarse sonrió y beso su mejilla en un acto de amor profundo.

– Estoy bien madre, no te angusties – mintió.

Trato de tranquilizar a su madre, su padre la inspecciono de pies a cabeza igual que su hermano, ella sonrió, se sintió afortunada por la familia que la vida le había proporcionado.

NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora