Naia despierta pensando que todo lo ocurrido ha sido un mal sueño, una pesadilla; los rayos del sol se reflejan a través de los amplios ventanales de cristal, las finas cortinas se balanceaban al compás de la brisa, en ese preciso momento es cuando se percata que está en un lugar que no reconoce, esa no es su humilde casa en el campo.
Observa el lugar buscando algo conocido, al ver que no lo hay, trata de levantarse de la enorme cama; por su mente pasa que nunca en sus quince años durmió en una cama tan cómoda. El dolor ocasionado por incorporase la hace gemir, llevando su mano a esa parte de su cuerpo, la cual frena al escuchar la voz grave de un hombre en la misma habitación.
Naia pensó en todas las posibles escenas por las que ella se encontraba allí, y cada una de esas le llenaba de horror, una más que la otra, se espabilo tratando le alejar esos pensamientos.
– No se esfuerce. – gesticulo el hombre que la acompañaba.
Ella de inmediato desvió la vista hacia donde provenía la voz, que aún no le resultaba familiar. Al dar con el propietario, lo estudio atenta. Un hombre de unos cuarenta años, muy bien conservado y apuesto, ella no entendía el por qué pensó en eso.
La elegancia lo caracterizaba, pulcro; sentado en el sillón a una esquina de la habitación parecía un noble, de eso que en sus clases decían de sangre azul, como si ella se hubiera comido ese cuento era podre, pero no bruta. Su mirada profunda e intimidante le provoco miedo.
– ¿Quién es usted? – logro pronunciar con voz temblorosa.
El hombre que en ningún momento había quitado la mirada de ella, se incorporó, sin tomarse la amabilidad de responderle, él pudo ver el temor en sus ojos.
– No tema, no le ocasionare daño alguno – aseguro.
Ella pudo notar que su voz se suavizo, igual que su mirada, esta reflejaba una genuina preocupación por la chica postrada en la cama. En ese momento la puerta se abrió dando paso a una enfermera, que, con un movimiento de cabeza, casi una reverencia saludo al hombre frente a Naia. La mujer coloco los implementos aun lado de la chica que la observaba curiosa y temerosa por saber que le habría.
– Buenos días, sr Teodoro es hora de curar la herida de la señorita.
El hombre asintió, permitiéndole que se acercara para proceder con el trabajo por el que fue llevada hasta ese lugar.
– Tranquila niña, solo voy a curarte la herida. – la mujer séllalo de donde provenía el dolor de la joven chica, que se llevó una mano a la cabeza donde esa palabra le retumbo una y otra vez "niña".
La mente del hombre que aún es un enigma ante la ciencia, le jugó una mala pasada a Naia.
<<llueve fuerte, esa voz morbosa se adueñó de su frágil mente, "hermosa niña" el hombre acercándose, queriendo mancillar su cuerpo, ella trata de ver la cara del hombre esforzándose a recordar, pero el mismo hombre lanza una amenaza "si no eres mía no serás de nadie." Lo siguiente que retumba es un fuerte disparo.>>
Naia abre los ojos de golpe, viendo como el hombre que ahora sabe que su nombre es Teodoro, llega a ella en dos zancadas, toca su brazo en un acto para tranquilizarla.
– No pienses en eso – sugiere – será mejor por ahora – con una sincera preocupación por la chica a su lado – no vuelva a llamarla así – le exige a la enfermera evitado que vuelva a mencionar la palabra niña.
La enfermera asiente ante lo dicho por el hombre, prosigue en curar la herida de la chica sin mencionar palabra.
***
Naia mira su reflejo en el espejo, los años pasan volando cuando no tienes tiempo para tonterías. Se dice así misma, ya con veintiún años, seis desde lo ocurrido. Acaricia con la yema de sus dedos la cicatriz en su lado izquierdo, debajo de su seno. Luego de su usual rutina y estar cómodamente vestida, baja al comedor, a mitad de las escaleras se detiene a observar a los dos hombres más importantes de su vida.
ESTÁS LEYENDO
NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"
RomanceNaia, una chica que luego de la traición de su papá y la experiencia que la dejo marcada de por vida, renuncio al amor, la ternura, espontaneidad solo se lo permitía para tres personas que la hicieron una mujer fuerte, intimidante. Como la llamaban...