Hermandad

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Naia despertó hallándose sola en la cama, toco y aún estaba tibio el otro lado, por lo que no había quedado sola por mucho tiempo. Miro el reloj, solo habían dormido dos horas.

Al moverse la incomodidad en su zona baja fue el recordatorio de todo lo que pasó la noche anterior, sentirse perdida en sus brazos era una experiencia de la que no le molestaría repetir las veces necesarias y estaba más que segura que Daemon pensaba igual.

Se sentó en la cama y trato de incorporarse lo que nunca pensó era que se iría de nalgas al suelo porque sus piernas no respondieron. Maldijo al instante y trato de pararse, no quería darle el gusto a Daemon de hacer un hecho las palabras de la noche anterior, pero no lo consiguió.

– Como te pondrás de pie si te dieron como cajón que no sierra, maldición. – gesticulo para ella misma.

Rindiéndose, grito furiosa, frustrada, el nombre del culpable de su estado. El primero en hacer acto de presencia fue Horus quien se aproximó moviendo la cola, la castaña acaricio devolviéndole el saludo, allí estaba Daemon que, al verla en el suelo, su rostro se contrajo preocupado, y ella se aprovecharía de eso.

– Mi amor – esta vez no hubo un hermosa, él se guro no volverle a decir de la misma forma en que le decía su ex – ¿te lastimaste, que haces en el suelo?

– Esto es tu culpa, pretendes que valla con mis padres en silla de rueda – la risa del pelinegro solo logro enfurecerla más, la cargo en sus brazos entrando al baño, dejo un beso en su frente, sentándola en el lavado para luego llenar la bañera – aun no estas perdonado – refuto manteniendo su enojo, o por lo menos fingiéndolo.

El la miro lascivo, acercándose a ella peligrosamente, la caricia parsimonia en su piel la erizo, llevándose a preguntar como luego de una noche tan ajetreada su contacto le quemara deseosa de más.

– En toda la noche no escuche queja alguna al respecto – gesticulo presuntuoso – por lo contrario, te escuche pedir más, más – le corto con un beso antes que refutara.

– Presumido – él se contrajo de hombros, los dos sonrieron – es que no pude resistirme a tu pedido, como fue – hizo un gesto pensativo – quiero hacerte mía, quiero escucharte – Naia sonrió victoriosa.

Un beso más silencio los labios de la pareja, los dos ingresaron a la bañera.

– Vamos uno a uno, tu escuchaste lo que querías; yo cumplí mi palabra como siempre. – lo último lo dijo solemne.

Mientras los dos se acicalaban, se concentraron una amena conversación, Naia pedía que una próxima vez fuera más gentil. Esas palabras abotargaron el pecho del pelinegro, quien no tardo en refutar que esa era su forma de ser, sumo que a ella le gustaba. Daemon no perdió el tiempo en invitarla a desayunar con su padre, que era a donde se dirigía en ese momento, pero Naia declino su invitación ya que etnia un compromiso con sus padres.

Naia no dudo en ahondar un poco en su relación con su padre, Daemon le respondió sin un atisbo de duda, que era el mejor de los padres, lo único que tenía, en todo lo que le dijo no menciono a su madre. Al Naia preguntar por ella noto lo tensa de su mandíbula marcada, Daemon le dio la espalda miro en el espejo para hacer el nudo de su corbata como si no pudiera hacerlo sin mirar, solo era una forma de evitar el tema. Naia se acercó y dejo un beso en la barba, él sonrió porque estaba de puntillas, ella le dio un pequeño golpe en el pecho. Compartieron el espejo para arreglase, Daemon se deleitó por lo natural de su maquillaje. Luego de un beso de despedida, quedaron en verse por la tarde.

Naia llego a uno de los restaurantes de su familia, entro por la parte de atrás y dejo a Horus en el jardín trasero, nunca lo dejaba encerrado, era un perro educado, pero con carácter. Se dirigió a la mesa donde se encontraba sus padres y el amigo, se encontró que en la mesa los acompañaba Axel y Sofía, un hombre mayor que se le hizo conocido, saludo a todos, se apresuró a sentarse; la incomodidad en su zona baja aun pugnaba.

NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora