Envidia

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Naia bajo luego de ser interrumpida en su rutina mañanera, las felicitaciones de sus padres y hermano no se hicieron esperar un pequeño pudin, que sospecho que su madre se había desvelado haciéndolo para ella con una vela encendida.

Esta vez el deseo fue diferente al de los años anteriores que asediaba que su familia fuera feliz, esta vez ella pidió que su pasado no arruinara la felicidad que estaba por construir.

El desayuno estaba servido, Naia observo como todos sonreían, incluso su padre que era intransigente, gélido, pero en la intimidad de su familia era un padre y esposo amoroso.

– Te lo dije madre a la chapara androide, no le gusto tu desayuno – bromeo Axel, sacándola de sus vacilaciones.

– No me digas así Axel – su madre negó con gracia por la broma de su hijo mayor – y mamá sabe que su comida es mi preferida, no como otros que le desprecian para irse por allí a comer quien sabe que porquerías. – se estremeció por los recuerdos de su hermano con alguna de sus amigas.

– Te pasa chaparra, te pasas. – ella le sonrió casi como una mueca para hacerlo estremecer fingiendo miedo.

La relación entre los hermanos era de complicidad, amistad y ambos se sobreprotegían, Naia no se quedaba atrás cuando de su familia se trataba sacaba el arsenal para contraatacar, había tenido buenos mentores.

Ese día Naia lleva unos pantalones desgastados, una sencilla blusa. Teodoro casi y la encadena por querer salir así, para el patriarca la elegancia en el trabajo era una forma de irradiar respeto, eso no estaba a discusión, la joven empresaria se cambió para ir al restaurante. Ser la dueña solo le daba más responsabilidad, y no podía diseccionar a sus padres al confiar en ella por dejarle a cargo los restaurantes.

Ese día, una persona se sumó a su lista de felicitaciones, había terminado la llamada con Sofía, y el plan que tenía en mente lo llevaría a cabo sonrió por cómo se estaba comportando como una adolescente celosa.



***

La hora de fiesta llego, salió casi obligada de su oficina cuando su madre fue por ella, agregando que no podía creer que en su cumpleaños no dejara de trabajar y que llegaría tarde a su propia recepción.

Entro al salón y todo estaba elegantemente decorado, el dorado era el color que resaltaba, asi lo quiso su decoradora, esta era una buena oportunidad para ayudar a su madre en la fundación.

En cada cumpleaños como entretenimiento, hacían un espectáculo de baile, gracias a Maricela por animarla a las clases de danza. Estaba por salir cuando diviso en una de las mesas a su hermano entretenido con Sofía, quien coqueta danzaba sus pestañas, el amigo de Daemon, se veía molesto, Wendy a su lado trataba de mantener al pelinegro entretenido en una conversación.

Las luces del salón cambiaron a unas más tenues, se enfocó en la pista, una mujer sentada con una pierna estirada y su mano recorriéndola al comenzar la música, los aplausos se hicieron presente animando a la pareja a salir y a si se hizo presente Bernal, dando pasos a un baile derrochando sensualidad, atrayendo miradas, las manos de Bernal recorren el cuello bajando por su pecho al Naia estar inclinada. Entre movimientos llegan frente al hombre que desde que la vio no pudo quitarle los ojos de encima, ella le guiño y sonrió con coquetería, la furia estaba implantada en el pelinegro, solo basta ver a su alrededor y los hombres la miraba con deseo. Ese vestido que llevaba no le hacia las cosas más fáciles.

Daemon nota como la pareja de Naia la mira, sus manos la tocan. Ese cuerpo que solo el a mancillado, solo sus manos han explorado, sus labios saboreado, los celos del pelinegro aumentan cuando ve que ella disfruta mover las caderas pegadas a la pelvis de su pareja de baile, en todo el baile la pareja no se dejó de mirar.

NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora