Inseguridad

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Esa mañana Naia entraba a su oficina, amaba trabajar, pero lo que más amaba era hacerlo en total soledad, algo de lo que empezó a carecer desde que Daemon apareció en su vida, junto con Zack que la dejo con el problema y no había sabido más del que unos buenos días en notas junto con las rosas.

Allí está el sentado en su lugar, Naia se detuvo a la mitad de su oficina, ese día no estaba para aguantar más esta situación, aunque no se negaba que esos besos que él le robaba los disfrutaba.

– ¿Por no vuelves a tu oficina? Y así dejas de invadir la mía – el tono despectivo no le fue indiferente a Daemon.

– Me gusta aquí, mucho más la compañía – se incorporó, acercándose a ella rodeando su cintura; besando sus labios – así puedo besarte seguido.

Al verla molesta se alejó como si ese espacio fuera el que ella necesitara, abrió una pequeña canasta sacando un panecillo ofreciéndoselo. Ella negó acercándose a su escritorio, el corpulento adonis se tensó y no precisamente de miedo, si no al ver quien entraba a la oficina sin previo aviso.

– Ella nunca dañaría su café con un panecillo antes. – presumió conocerla.

Prosiguió su camino hasta el escritorio colocando una hermosa rosa, esta vez en una maceta, Zack no se molestó en saludar, ni le dio importancia a la mirada erinia del acompañante de la mujer que no le quito la vista desde el momento en que entro a la oficina. le sonrió con amabilidad asegurándole que no la bañaría.

Naia entendió y suspiro al ver cómo crecía en demasía la colera en el pelinegro, que seguía cada movimiento del recién llegado.

– Para alardear de que es tu mujer, te falta conocerla – se enfrasco por segundos en Daemon para luego volver a su objetivo, ella seguía con la misma postura y su expresión nula ante los dos adonis.

No se le podía negar que Zack a pesar de carecer menos músculos que Daemon que para nada era exagerado, poseía una anatomía atlética, sus ojos en un negro que hacía contraste con el castaño casi rubio de su cabello.

Naia por un momento se sintió minúscula delante de tantos centímetros de diferencia, aun que poseía ayuda de los tacones, se notaba la diferencia entre ella y los dos hombres. Se concentro en rogar que se comportaran como caballeros.

¡si no era pedir mucho!

Si lo era.

– Sigue enviándole flores a mi mujer – Zack sonrió despreocupado – si aun que te duela aceptarlo es mi mujer – Daemon se aventuró a repetir con la intriga que fuera descubierto por la protagonista de tal frase, el más que nadie sabía que unos cuantos besos no lo hacían su dueño.

Naia lo miro sin negar lo dicho, lo que, si no fue lo euménide de su mirada tornándose oscura, también noto a Zack más delgado que la última vez.

Zack ladeo una sonrisa sarcástica como si estuviese enterado de la mentira del pelinegro, lo que se preguntaba era el por qué ella no lo desmentía. Daemon no permitiría que se burlara de él, y mucho menos estando presente; se balanceo iracundo contra Zack. Naia en un ágil movimiento llego hasta el pelinegro interponiéndose entre los dos hombres que no dejaban de retarse con la mirada.

– Cariño – suavizo el tono de voz, Daemon se concentró en la palabra pronunciada, si pensar << ¡como si todo fuera verdad! >> - por favor – Zack entrecerró los ojos dudando lo que acababa de escuchar.

Daemon en poco tiempo había empezado a conocerla y sabía que tras aquellas palabras estaba, lo que el menos quería, dejarla a solas con ese hombre. Sin esperar que volviera a mirarla, dejo un casto beso en los labios de la joven empresaria dejando claro su punto ante su rival, en largas zancas salió, tras él un portazo como advertencia para el hombre dentro.

NAIA &quot;resurgiendo entre las llamas del amor&quot;Donde viven las historias. Descúbrelo ahora