¿Se supera el miedo con amor y pasión?

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Naia tenía claro que al menor indicio que resultaran las cosas mal, ese sería el momento en donde ella se alejaría, no se permitiría que su familia la viera sumida en tristeza nuevamente. Ella misma no se permitiría volver a sufrir por un hombre. Con Zack obtuvo la suficiente experiencia que no siempre se puede confiar en el amor que se profesa.

Luego de seis años, se sentía contrariada y jubilosa a la vez, esto la asustaba. No había reído tanto en mucho y con nadie que no fuera su familia había confiado parte de su pasado como en Daemon. Talvez la tranquilidad era por que su padre confiaba en él. Eso se lo repitió mental un par de veces, solo quería disfrutar hablar de amor era muy pronto.

Daemon estaba más que extasiado por saber un poco más de saber de la vida de Naia, se había prometido no investigarla, que ella le diría todo lo que el necesitaba saber. Solo debía tener paciencia.

Luego de charlar por largas horas, esta vez de cualquier cosa que no implicara que Daemon supiera más de la vida de Naia, que aún no confiaba del todo, aunque lo quería intentar, en verdad lo quería.

Daemon la observo hasta que el sueño también lo venció, pensando en que Teodoro quien la acogió sin ningún problema en su familia, para evitar que ella sufriera, hiso lo posible por hacerla fuerte, gélido, sin necesidad dejar a relucir sus sentimientos, para protegerse a sí misma.

Verla sonreír fue grato, no se podía decir que lo hacía con la misa expresión que lo hacía con sus padre, pero eso era pedir mucho.

Naia despertó relajada, como nunca lo había hecho en meses, durmió hasta tarde. Se descubrió envuelta entre los brazos del pelinegro, no pudo evitar mirarlo mientras dormía; o eso pensaba ella ya que Daemon la sintió removerse y se hizo el dormido, el pelinegro la admiraba desde antes.

Naia escucho que tocaban a la puerta con cautela salió, para ver de quien se trataba. No había salido de la habitación cuando.

– ¿A dónde crees que vas? – es sus palabras había tenacidad.

– A cerciorarme quien toca – gesticulo sin darle mucha importancia al tono de su voz de Daemon.

– No sabrás así – la miro de pie a cabeza, solo llevaba una transparente bata de dormir de seda sin ninguna prenda debajo – espera aquí, yo iré.

Naia rodo los ojos, viéndolo desaparecer sin dejarla refutar, sonrió al pensar en lo guapo que se veía, enojado y más oponiendo su voluntad, pero como ella era mala haciendo caso salió con una miraba inocente.

El chico del domicilio fue el primero en notar su presencia, sin poder apartar la mirada de ella, ignoro al hombre frente a él. Naia se preguntó a qué hora había pedido.

La joven empresaria se sentó en el sofá más cercano, sintiendo la mirada iracunda del pelinegro, la cual ignoro para fastidiarlo ¡más aun! Con la misma expresión llamo la atención del chico quien no tardo en verse nerviosos, por la mirada asesina de Daemon; quien no tardo en deshacerse del domiciliario.

– No podías esperar en la habitación, te encanta retarme ¿eh? – la castaña negó a las palabras de Daemon, pero esa sonrisa victoriosa no lo engaño.

– No suelo ser buena cuando me imponen las cosas – se encogió de hombros, acomodándose en el sofá – ¿Qué trajo el repartidor?

Daemon suspiro convencido que esa mujer le daría muchos problemas, los que afrontaría sin queja alguna.

– Por lo que suplicaste ayer – Naia entrecerró los ojos – son las pastillas.

Como un resorte se incorporó, quitándole la bolsa de las manos a Daemon para ir directo a la cocina por un copo de agua.

NAIA "resurgiendo entre las llamas del amor"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora