CAPITULO 2

0 0 0
                                    

- Mi pequeño hermano, parece que fue ayer cuando te cargue en mis brazos. – hablo con melancolía al ver como había crecido tan rápidamente.

- Hermano, no te pongas melancólico. – dijo sonriente y burlesco.

- La risa gruesa y un poco áspera se escucho en las cuatro paredes de los aposentos. – Pero como no hacerlo, si hoy. Ya dejaras de ser el menor de la familia. – sonrió en grande, por el nuevo título que se otorgaría a su hermano.

- hermano. – sonrió de la misma forma. –Yo sé que me extrañaras, cuando tome el mando de los ejércitos, pero sabes que estaré protegiendo a su majestad y futuros herederos. – sonrió en grande.

Un silencio se hizo presente en la pequeña reunión. Que solo significa una cosa, no querían que el mas joven deje el palacio.

Aquellas palabras hicieron temblar los corazones de ambas deidades; pues era ley en la familia real que el menor y no elegido para tomar el trono, tendría que salir del palacio real. Entendían perfectamente que el segundo príncipe tendría que marcharse de los aposentos reales un mes después de su ceremonia; para comenzar con el deber que se le había sido designado como el segundo príncipe.

- Realmente te tienes que ir SAYRI. – su voz sonó ahogada, pero trato de contenerse como el mayor que es.

Si lo tenía que hacer, era más que evidente que tenía que hacerlo. – Tengo que hacerlo; así está estipulado en las reglas del palacio. "Solo el heredero y su descendencia puede vivir en el palacio real"- pronuncio correctamente la ley dictada por sus antepasados.

- Pero yo aún no me caso hermano, podemos ignorar aquella regla estúpida. – quiso convencerle, pero muy en el fondo de su corazón y mente sabía que no lo lograría.

Él también quería creer en esas palabras, pero esta también era su oportunidad de ser libre, aunque amara a su familia; este viaje tenía que hacerlo solo. – Pero tienes prometida; que será traída en una semana, para que comience con su labor de princesa heredera. – sonrió alegre al recordar que su hermano se casaría muy pronto.

- Pero la regla dice que tengo que casarme y aun no lo hago, mucho menos tengo herederos. – alego para convencer al menor.

Mentiría si digiera que no lo ha pensado, pero esta también es su carta de libertad. – Está bien hermano; yo siempre he querido viajar, conocer. Y al fin mi momento ha llegado, además, tengo que volverme más fuerte para poder proteger a tu futura familia. – finalizo firme, pues era su deber proteger a quien tomaría el trono. Además, no quería causarle un conflicto a su mayor, con los otros dioses.

El príncipe heredero sintió como su pecho se avasalló al escuchar aquellas palabras, él no quiere dejar ir a la luz que ilumina aquel gigantesco palacio; aun quería seguir cubriéndole las espaldas cada vez que hacia una de sus tantas rebeldías. Pero no podía permitirse flaquear, no delante de él; pero tampoco pudo emitir palabra alguna cuando sintió aquel nudo formándose en su garganta.

- Escucharlos era mas doloroso de lo que espero. – Hijo note marches; al menos no hasta que tu hermano se case. – hablo angustiada por el destino incierto que le esperaba al menor, y por qué tenía muy claro que no lo vería en una larga temporada. Según las reglas del palacio.

No quería flaquear, así que debía terminar cortando de rais el problema. – Lo siento madre, pero desde el día de mi nacimiento, mi destino era marcharme para protegerlos. – hablo serio, para que no volvieran a insistir con el tema.

Las lágrimas traicionaron tanto a la reina como al heredero, porque ninguna de sus palabras había podido hacer cambiar de parecer al más joven.

Incluso el sentía como su corazón se oprimía, pero no podía permitirse hacerlo frente ellos. – No lloren, hoy es mi cumpleaños y quiero que compartan mi felicidad. Si. – incluso él se vio tentado a aceptar las propuestas, pero sabía que tenía que marcharse, para no causarle problemas futuros a su hermano.

DIOSESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora