CAPITULO 38

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La diosa había despertado de un sueño; uno donde una mujer extraña la había encerrado en un cubo de cristal, para que despertara en el momento exacto en que este comenzara agrietarse. Su destino desde un inicio ya había sido escrito por la que debería llamar su madre, desde hace más de 1500 años en una batalla en la cual siempre estuvo en desventaja, decidió que, como último deseo de su existencia, fue hacer su primera creación a su semejanza, como ultimo regalo a este mundo y como recuerdo de lo que alguna vez fue.

Los ojos de sirena estaban completamente de un color azul intenso, el cabello albino le resplandecía, haciendo una exquisita combinación con su piel acanelada; la conexión entre la marcada luna en su hombro izquierdo, la constelación en su pecho y el cinturón de estrellas en su cadera ardió en un hilo de llamas azules, penetrando la piel de SIRENA.

La belleza y la gracia con la que se unió cada signo disimulaba perfectamente el dolor que estaba sintiendo la joven, al sentir como su piel ardía en aquellas delgadas llamas azules; pues todos estaban maravillados con la presentación de la diosa que ninguno se detuvo a observar el rostro adolorida de la diosa.

Todos estaban tan sorprendidos de los hechos que estaban presenciando; no entendían como es que un dios fue oculto por tantos años y no ser descubierto; el ser testigos de cómo una hermosa diosa había nacido bajo el símbolo más antiguo de la historia, los dejaba fuera de la realidad.

Mayor fue su sorpresa cuando una parte del humo blando se posó frente a ellos en una silueta. – ¡DEBEN PROTEGERLA! – todos se miraron atónitos, pues aquel humo extraño les estaba hablando. – APENAS Y HA NACIDO; DEBEN ENSEÑARLE TODO AQUELLO QUE APRENDIERON. – todos simplemente asintieron rápidamente, ya que la voz era imponente. – CUIDA DE TU HERMANA MENOR, HIJA MÍA. – y la diosa QUILLA se sorprendió por aquellas palabras y por reconocer la voz de su madre en aquel humo.

Quiso responder, pero las palabras parecían no salir de su boca; lo intento una vez, pero cuando quiso articular palabra, aquella voz que reconocía a la perfección volvió hablar. – UNA GRAN BATALLA SE ACERCA, PERO JUNTO A TU HERMANA E HIJOS, LOGRARAS LIBRAR ESTA GUERRA QUE SE DESATARA EN LOS OSCUROS CIELOS. –

Luego de aquella palabra el humo volvió a su forma original, junto a los que envolvían a la pequeña diosa; aquel espeso humo combinado con la neblina, comenzó a desaparecer dejando a la menor descubierta totalmente, con ropas que se usaban en la primera era, ante los ojos de los presentes.

Descendió grácilmente dé la altura que se encontraba, aun con los ojos nublados y sin dar señal de haber despertado completamente, cayo suavemente al suelo otra vez. Todos se acercaron rápidamente, menos la reina que se encontraba, sumergida en el desespero de su mente.

– ¿cómo es posible todo esto? – sumergida en lo desconocido. – ¿por qué nunca me dijo que tenía una hermana? – pensó en lo que quiso hacer unos minutos atrás. – Yo trate de matarla. – articulo sin poder creerlo y mirando sus manos.

Cuando el rey escucho aquello, rápidamente llego hasta donde se encontraba su amada esposa. – nadie lo sabía mi reina; no te culpes por esto. – excusó rápidamente

Unos leves movimientos captaron la atención de todos; la menor comenzaba a despertar completamente y sus ojos se tornaron de un azul más claro.

Parpadeo varias veces antes de abrir completamente sus ojos, se sentía un poco mareada, miro un punto fijo encantándose con el techo de la casa de su amiga; aquello se le hizo pegar un pequeño salto, nunca imagino que el cielo tuviera el mismo techo de aquella casa. Se sentía muy extraña como si otra persona hubiera despertado junto a ella, pero a la vez podía sentir aquella presencia como suya.

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