CAPITULO 31

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En el séptimo todos vieron una escena horrorizados. Un sinfín de imágenes pasaron rápidamente por su mente. Cuando hicieron la promesa de estar para ayudar a la joven, lo hicieron de corazón; por eso ver aquella imagen se llenaron de temor por lo que podía pasar y el final que podría tener.

La menor se encontraba intentado bajar las escaleras que conectaban con la sala central de la casa. No sabían cómo había llegado a ese punto, pero agradecieron a los dioses, tener uno tan cerca que inmediatamente se posiciono delante de la joven para sostenerla y cargarla para que no cometiera la locura de bajar sola.

Aunque sus piernas ya habían comenzado a salir de su estado de parálisis que había sido generado psicológicamente al ver sido violentada, estas aun no tenían la suficiente fuerza para sobre esforzase, tanto el especialista en terapia física como el psicólogo habían sido muy claros con las indicaciones de no hacer cosas que requieran de mucho esfuerzo físico.

El psicólogo también había recomendado que dejaran que Sirena tome la iniciativa de dejar aquel estado en el que se encontraba, si bien como profesional podía ayudarle con muchos aspectos, también dejo muy bien explicado que el paciente era siempre el que tomaba la iniciativa de mejorar. Ser parte del proceso de avance y mejora de una víctima de violencia era complicado y cansado, tenían que estar preparados para cualquier tipo de situación y eso incluía los intentos de suicidio que muchas víctimas intentaban. La charla que tuvieron con el especialista fue muy extensa, pues dejo claro muchos puntos que tenían que aprender a manejar y no caer en el circulo vicioso que muchos de los familiares de víctimas de abusos caían, el cual era decir "que ellos entendían su dolor, pero que tenían que salir adelante"

Aquello era un error bastante común, pero el más grave de todos. Porque muchos afectados pensaban que sus familiares minimizaban la situación por la que pasaron, cerrándose completamente y retrocediendo lo poco que habían avanzado. También les recomendó que trataran que el profesional que atendiera su rehabilitación sea una mujer, no quería que la paciente se alterara de sobremanera al ser tocada; con una persona del mismo género se evitarían la negativa por parte de Sirena y avanzarían.

Sirena se negó rotundamente ante todo los primeros días, pero a partir del cuarto ya había una especialista que se encarga de ayudarle con ejercicios que han dado frutos rápidamente, y no solo por su condición física, si no que al parecer hay un motivo muy grande que le impulsa a salir de aquel trance, ya que su mente se vuelve cada día más fuerte. Pero no todo es color de rosa en especial cuando alguien ha sufrido el infierno en carne propia.

- Has mejorado a grades pasos. – comento la terapeuta, mientras recogía parte de su equipo de ejercicios. – eres mi primer paciente en dar este tipo de avances. – sonrió.

Aunque no se acostumbraba a la presencia de la mujer frente a ella, debía admitir que era una persona con muy buena vibra, es de ese tipo de persona que todo el mundo conoce como calmadas y curativas. – a veces solo encontramos motivación. – respondió encogiéndose de hombros desde su posición.

Todo el tiempo que llevaba yendo aquella casa, sintió que había algo peculiar, extraño por así decirlo. Pero decidió responder. – espero que lo que te motive, sea lo mismo que te haga feliz en algún momento. –

Y aquello la obligo a quedarse callada por varios minutos, sumergida en sus pensamientos, captando la atención de quien había dicho aquellas palabras. – sin importar lo que te impulse, si aquello ayudara a tu mente y corazón. Hazlo. – tomo las manos de su menor y las acaricio suavemente.

El tacto le hizo sentir un poco incomoda, pero no quito las manos y por lo contrario sintió una extraña calidez. – si lo que me motiva no es algo bueno, sino todo lo contrario. – pregunto cabizbaja.

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