CAPITULO 48

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17 de agosto del 2021

- ¿Por qué hay tanto ruido Samín? – cuestiono aun adormilado

Los ruidos penetraban sus oídos cada vez más profundamente, gritos distorsionados, un fuerte olor a humo y espadas chocando ferozmente. – ¡Samin donde estas! – grito apresurado, tomando una camiseta y saliendo rápidamente de la habitación. Encontrando a Samin totalmente alarmado y corriendo hacia él. – príncipe nos atacan. –

Quien podría atacarlos y de esta manera tan imprudente. – ¿quién se atrevió Samin? – cuestiono incrédulo

- La diosa de las estrellas. – finalizo

Lo que paso luego fue tan rápido que los dejó atónitos y paralizados, aquella alarma de la que había estudiado desde que era muy joven, sonó por primera vez, los cielos se encontraban en guerra, una tan inesperada que dejaría un camino de sangre imposible de borrar.

- Príncipe, debemos salir de aquí. – hablo Samin temeroso.

Sus pensamientos fueron directo a Sirena, que se encontraba sola. – Si. Ve con mi hermano; yo iré por sirena y te alcanzaré en el palacio central. – hablo rápido.

- Príncipe mi deber es protegerlo. – tomo la daga que tenía, en el cinturón de su pantalón, siempre cargaba con ella. – Así que lo acompañare. – dijo firme.

Samin siempre ha sido leal a él, pero no se permitiría perderlo en una guerra sin sentido. – Lo sé Samin, pero esta vez, debes irte, no quiero que pongas en riesgo tu vida. – dijo firme y con instinto protector.

- Pero mi príncipe es mi deber servirle incluso con mi último aliento. – miro directamente al príncipe; al que venía sirviéndole desde hace unos 20 años.

No quería imaginarse las posibilidades en que Samin perdería la vida. – Samin por favor vete. – pidió calmado, aunque por dentro estaba ansioso. – Sirena y yo somos dioses; nos protegeremos de cualquier ataque. – dijo serio. – Necesito que estés en el palacio central para que sigas mis órdenes. – finalizo, viendo directamente el camino que lo conduciría a la habitación de Sirena.

Hablo dictaminando su orden, haciendo que sus ojos se vuelvan de un celeste intenso, para que su subordinado las siguiera al pie de la letra y sin restricciones.

Aquella pequeña hipnosis que fue directamente impuesta a Samin, era una de las pequeñas cualidades que había heredado de su madre, la diosa Luna; pues todo sujeto que estaba bajo su mando, caería rendido a su hipnosis con tan solo ver sus orbes celestes intensos, que se ocultaban tras aquellas pupilas de fuego que los escondían a la perfección.

Sin resistirse Samin emprendió su camino hacia los aposentos del príncipe heredero, para juntarse e ir con él, al palacio central y esperar al segundo príncipe.

- Lo siento Samin. – hablo dándole la espalda.

Pues siendo uno de sus incontables armas dadas por su madre al poseer su gracia, era una de las que menos usaba, ya que nunca le ha gustado que alguien sea sometido de aquella forma y nunca la usado con personas cerca de su círculo, nunca tuvo la necesidad. Pero tenía que disminuir la bajas y proteger aquellas personas que lo han acompañado, respetado y querido por ser SAYRI, y no el dios.

Comenzó a correr rápidamente en dirección a Sirena, que se encontraba en el lado opuesto de sus aposentos, esperaba que las doncellas hallan logrado salir ya de aquel lado del palacio.

Conforme avanzaba, el terror se reflejaba en el rostro de sus súbditos, los más jóvenes nunca antes habían vivido una guerra y aquellos que ya habían pasado por una, rezaban porque culminara pronto.

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