CAPITULO 9

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Un viaje al pasado

El sol no dejaba de pensar en la belleza que poseía la luna, es perfecta. – su piel es tan blanca y delicada, como el pétalo de una orquídea blanca, sus cabellos albinos que cubrían su estrecha cintura, ayudándole al vestido revelador que llevaba ese día, sus labios rosados rojizos como una grana, lo tienen delirando; la pequeña nariz de botón que le daba el toque aniñado que poseería por siempre, su rostro fino que era adornado por dos majestuosas caídas de mechones blancos, que hacían resaltar sus oreja puntiagudas que llevaban la más fina joyería. Pero esos atributos no tenían comparación con aquellos iris azul noche que poseía, aquellos ojos llenos de curiosidad que hacen perder la cordura a cualquier ser existente, esos que pueden mostrar tus más grandes anhelos, pero también tus más grandes temores. – suspiro el joven sol, bajo sus sabanas reales, después de tan magnifica descripción.

Era una rareza ver a su hermano sonriendo de esa forma. – En que tanto piensas hermano. – cuestiono el tercer príncipe, con ganas de molestarle.

Esa voz la conocía muy bien. – Nada en concreto. – le respondió para evitar una conversación con su hermano menor, o mejor dicho evitar que su hermano lo moleste todo el día.

Achino sus ojos azules acuarela, buscando alguna prueba que delate a su hermano. – Y porque suspirabas mientras estabas sumergido en tus pensamientos. – inmiscuyo más en su mayor, acercándose sigilosamente, como cuando era niño y quería algo.

Y ahí venia el ataque, tenía que hacer algo. – En serio, he suspirado. – pregunto el Inti, fingiendo desinterés o mejor dicho demencia.

El mejor ataque, siempre será el directo. – Hermano me estas queriendo tomar el pelo. – cuestiono el dios del agua incrédulo y un poco molesto.

Porque tenía que ser tan preguntón. – Por supuesto que no su alteza. – hablo con sarcasmo INTI, tratando de llevar la conversación en otra dirección.

A sabiendas que su hermano mayor no iba a responder sus preguntas, prefirió cambiar el tema de la conversación, igual que lo hacia su mayor. – Por cierto, padre me llamo en la tarde. – puchero como cuando era niño, un rasgo muy suyo.

Aquello hizo que regresara a mirar al de ojos azules, sin extrañeza, porque era muy común que el dios menor visitara el palacio de su padre, pues es el consentido del creador. – Eres su consentido, siempre te está llamando. – soltó con toque burlón

Sonrió por lo dicho, porque todo era verdad. – Eso pensé. – dijo sentándose en el borde de la cama de su hermano. – que solo sería una visita. – soltó un suspiro cansino. – Pero hoy dijo algo que me sorprendió realmente. – finalizo pensativamente

Que podría asustar al dios menor. – déjame adivinar. – hablo el dios mayor, fingiendo pensar. – "Deja de seducir sirenas"; "Entrena"; "Busca una esposa" o" tal vez quédate a vivir en el palacio". – soltó sonriendo.

Esta vez quería reír con su hermano, pero el tema no lo ameritaba. – De las 4 opciones, la tercera es verdad. – mordió su labio inferior. – Bueno algo. – corrigió preocupado.

El toque de preocupación en la voz de su hermano, le quito la sonrisa también. –En serio. – frunció el ceño. – pero porque te casaría tan de repente nuestro padre. – siguió argumentando, buscando una respuesta. Pero su hermano seguía sin responderle, a veces es medio dramático. – supongo que ya es hora de que sientes cabeza, porque entre los tres, tu eres el más seductor de corazones. – rio por lo dicho; pues era verdad que su hermano menor, es muy atrevido con las mujeres o especies hembras con las que puede procrear.

Viéndolo así, su hermano tenía razón, tal vez por eso su padre ya lo quería casar, pero todavía es muy joven. – Bueno. – suspiro y acordándose que no había dicho el resto. – dijo que anunciaría nuestros compromisos dentro 3 meses. – finalizo.

Que acababa de escuchar. – compromisos. – y ahí, en ese momento exacto su risa paro y comenzó la del menor. – De que hablas, si a mí no me ha dicho nada de matrimonio. – cuestiono enojado el sol.

Se levanto de un salto de la cama del sol y paro un poco su risa. – ¡Hey! No te enojes conmigo. – alzo las manos en señal de paz. – son las decisiones de padre. Ambos sabemos que nuestras futuras esposas serán elegidas por él. – respondió obvio a su hermano. – Además, no te quejes, según lo que escuche te casaras con la diosa de la tierra y ella sí que es sexy. – enfatizo pícaro.

- ¿Que? – no podía ser cierto. – Porque ella, ni siquiera nos llevamos, siempre se anda quejando de mí. – respondió confundido y con miedo por lo que preguntaría. – Pero tú, con quien te casaras. – Pregunto sintiendo un peso en su corazón; pues se sabía que la luna estaría como candidata para ser esposa de alguno de ellos.

Su rostro delicado se enmarco en un ceño profundo, demostrando descontento. – Eso es lo malo. Al menos tú te casaras con alguien que has visto, incluso han conversado, al menos sabes de su existencia. Yo me casare con alguien que jamás ha sido vista, incluso su ritual solo asistió padre y los 3 dioses supremos. – soltó todo suspirando

Sintió un frio perturbador pasar por todo su cuerpo. – te casaras con la diosa luna? – cuestiono con nerviosismo en su voz, rogando que su hermano menor le diga que es mentira, que no se casara con la chica que había escogido para amar; pues su corazón latía frenéticamente cuando la veía a escondidas por los pasillos del palacio de la hermana del creador.

- así es. – dijo simple.

La confirmación con aquellas simples palabras, lo hizo estallar en llamas, al no comprender porque su padre había hecho tan repentinamente lo de los matrimonios. Perdiendo todo tipo de control, haciendo que su cuerpo reaccionara tan frenéticamente, que asusto a su joven hermano; quien se cubrió para no ser lastimado por aquellas lenguas de fuego que se desprendían del cuerpo del mayor.

Lo que paso después en aquella habitación fue que, sin decir palabra alguna, el sol salió de sus aposentos dando grandes pasos hasta llegar donde su padre se encontraba descansando.

- Dime, porque no puedo casarme con ella. – dijo con lágrimas en los ojos el joven príncipe. Porque muy dentro de él sabía que no podría hacerle cambiar de opinión.

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