CAPITULO 32

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Ambos son tan diferentes, pero su mayor defecto y el que comparten; es ser obstinados en situaciones que se podían resolver con una buena charla, pero en su razonamiento, el que da su brazo a torcer, es significado de haber perdido.

- Saldré por unas horas. –

- Preparare el auto príncipe Sayri. – hablo levantándose del sofá el joven chofer.

Regreso a mirar al uniformado y negó rápidamente. – saldré por mi cuenta. –

- Entiendo príncipe. –

Avanzando hacia la salida, regresa a mirar a la mayor de todos los empleados. – señora rosa está a cargo de la casa, si algo sucede no dude en llamarme. – y con aquello dicho se marchó sin rumbo fijo, pero con una loca teoría dando vueltas en su cabeza.

La situación se volvía cada vez más tensa entre Sirena y el. – qué debo hacer si están cabezota. – es la pregunta que se venía haciendo ya varios días. – quiero acercarme, pero me trata con tanta frialdad que me hace creer que soy el culpable. – suspiró frustrado, revolviendo sus propios cabellos de fuego. – que es lo que necesitas. – soltó el aire retenido. – quisiera ayudarte. – confeso a las paredes blancas.

Pensando en las mejores soluciones para ayudar a la joven sirena, quiso llevarla a los baños sagrados, pero se vio obligado a deshacer la idea porque siempre hay soldados del cielo vigilando el lugar y no quería llamar la atención de sus padres. Por otra parte, también había desechado la loca idea de llevarla a ese lugar sagrado, pues creía que debía aprender una lección con esto, porque nadie en este mundo puede saber lo que te pasa, si tu no tomas la iniciativa de contar tu situación.

Muy rencoroso se podría decir, pero las cosas se resuelven hablando, es lo que desde muy pequeño había aprendido. "nunca sabre lo que te pasa, si siempre callas", fue una de las primeras lecciones de vida que le dio su progenitor, después de haber ocultado que en la escuela lo insultaban.

...

Por su parte, ella también había decidido ignorar todo lo que tenía que ver con el príncipe. – no crees que estas siendo demasiado terca con este asunto. – pregunto su mejor amiga.

- A que te refieres con terca. – frunció el ceño por lo dicho.

- A que él también lo está intentando. – se sentó observándole directamente. – pero tu ni siquiera lo dejas decir palabra, la frialdad con la que lo tratas, hasta mí me hace temblar. – simulo temblores haciendo referencia a la estación.

Dejo de mirar a castaña, para observar el atardecer que llegaba a su fin y retomar la conversación. – Camila hace cuánto tiempo nos conocemos. –

La pregunta que llego de la nada, le saco un poco de onda, pero decidió responder. – hace aproximadamente 5 años. – hablo viendo la fecha en su celular.

Aquel acto tan Camila, de siempre querer dar una repuesta precisa, le hizo sonreír por un momento. – entiendes con rapidez cuando algo me incomoda, molesta o me gusta. verdad. –

- Pues claro, soy tu mejor amiga. – dijo feliz y sonriente, como cuando un niño se gana una estrellita en el colegio por haber cumplido con su tarea.

- Comprendes también que soy solitaria por naturaleza y cuando decido que alguien sea parte de mi vida, aquellas personas se vuelven mi prioridad. – dejo salir sus sentimientos completamente.

Habían tenido charlas profundas, pero nunca la pelinegra fue tan clara como en estos momentos. – tienes miedo de que entre en tu vida. – pregunto confundida.

Rio ruidosamente asustando un poco a la ojinegra. – ya es parte de mi vida. – hablo suave. – a lo que temo, es su mundo. – y el miedo se reflejó en aquellos iris negro intensos.

- ¿Por qué? – fue lo único que pronuncio.

Y su cuerpo tembló al recuerdo de aquel día, lo que escucho, lo que sintió y que jamás podrá borrar. – pues un dios fue el que me hizo esto. – se señaló a sí misma.

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