CAPITULO 33

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El día número dieciocho había llegado y todo había empeorado, sus permisos tanto en el trabajo como la universidad, marcaban claramente que su licencia acabaría dentro de doce días. Debía seguir avanzando, porque la vida nunca espera y cada acción cuenta, ahora era el momento clave.

- Porque todo va tan rápido. – murmuro en la soledad del jardín trasero.

Tenía miedo como cualquier persona, no confiaba en poner un pie fuera de aquella casa y por ende lo había estado evitando a toda costa. Le preguntó al psicólogo en su más reciente sesión, que podía hacer con la sensación de sentirse vulnerable en ambientes abiertos, con gente extraña. No se sentía cómoda con personas yendo y viniendo a toda prisa, el subirse a buses y, sobre todo, la ansiedad que le generaba caminar sola.

La respuesta por parte de la profesional, fue que era normal sentir aquellas sensaciones, emociones, miedos; porque después de lo que había pasado, no iba a pretender seguir con su vida como si lo sucedido nunca hubiera ocurrido, por ello le recomendó, que para disminuir la ansiedad que le generaba caminar en soledad, tratara de modificar su horario y buscara unas horas claves donde el paso de transeúntes sea parcial, "ni tan solitario, pero tampoco con aglomeraciones".

Luego que evitara lugares con mucha concurrencia de gente y cuando realmente se sintiera preparada para estar en un lugar con aglomeración, ella solo lo intentaría, sin presiones; lo cual solo lograría con la ayuda necesaria y con el pasar de los días, años, del tiempo en general.

Y que el miedo que sentía hacia las personas extrañas era parte normal y no tenía que forzarse en pretender empatía con individuos que no sean de su círculo cercano, pues estaba en un proceso de aceptación a los hechos pasados y como parte primordial del avance era desconfiar de todo aquello que no consideraba conocido o simplemente no quería averiguarlo.

También le pedio que explorara cada vez más profundo sus emociones, que detallara tal vez en un diario como se sentía al conocer personas nuevas, a las ya conocidas, luego también como reconocía a los lugares que habían sido parte de su rutina, como viajar, donde trabajaba, la universidad, vecindario, su casa.

Todo aquello fue dicho en aquella sesión que se alargó más de lo normal, sorprendiendo al dios que había ido a recogerla a la hora designada. Llevaba más de cuarenta y cinco minutos esperando en la sala de espera del consultorio de la psicóloga FERNANDEZ.

Cuando finalmente aquella puerta se abrió dejando ver a Sirena con una suave sonrisa en su rostro, entendió de inmediato que algo había ido muy bien en aquella sesión.

Saludo cordialmente a la doctora. – buenas tardes psicóloga FERNANDEZ. –

De inmediato la profesional respondió con la misma formalidad y cordialidad, al saludo del joven frente a ella. – buenas tardes Joven Sayri. –

- Espero que todo este yendo bien. – se sintió nervioso, su corazón latía fuertemente y su circulación aumento frenéticamente, al punto de sentirla dolorosa. Solo por una simple respuesta.

- Todos tenemos nuestro tiempo. – respondió sonriendo. – pero avanzamos. – finalizo con aquella voz calmada que la caracterizaba.

Era más de lo que esperaba y juro por su padre, que aquello le hizo sentirse calmado. – gracias. – dijo sin borrar aquella sonrisa que se había formado en su hermoso rostro.

Sin más que decir, la doctora se despido de ambos jóvenes que imitaron su accionar y emprendieron su marcha de regreso a la casa del dios. Iban a tomar un taxi para regresar y que la menor no se sitiera tan expuesta, pero fue detenido a la mitad del llamado de la movilidad.

Por suerte y ningún taxi había logrado escucharlo. – ¿qué paso? – pregunto un poco intrigado por la repentina detención.

Sintió la intranquilidad que emanaba el dios y respondió rápidamente al sentirse observada por la aquella intensa mirada. – yo. – hablo nerviosa. – solo deseo caminar unas cuadras. – dijo mirando la calle, evitando a su acompañante.

Le tomo de la mano, cuál era el único acercamiento que había permitido la joven a todos. – ¿estas seguras de esto? – cuestiono con su seño levemente fruncido.

~Mierda~ fue lo que su mente dijo rápidamente. Que si estaba segura no lo sabía realmente, pero nada perdía en intentarlo. – yo quiero intentarlo. – dijo suave con la mirada un poco perdida en la asfaltada calle.

Aquello le causo un sin finde emociones, por un lado, estaba el hecho de querer comenzar avanzar de la joven, el querer intentar seguir con la vida sin importar las veces que esta le ha dado la espalda, como un verdadero enemigo. Luego el miedo de que algo peor le volviera suceder y esta vez el no poder llegar tiempo para poder ayudarle.

Fue un festín de emociones para ambos, sentimientos encontrados, lazos que se habían formado se hacían más fuertes con aquel tipo de escenarios. Ellos querían lo mejor para el otro, pero el temor de perderse y no volver al otro, era lo que los hacia temblar. Porque uno y otro habían sido luz en su oscuridad, porque ambos se salvaron en el momento justo, porque sin ser conscientes de la existencia del otro, aparecieron para ayudarse mutuamente.

– te apoyo. – dijo después de unos momentos de silencio el de cabellos de fuego.

Regreso a mirar a quien le salvo la vida y por lo cual siempre le estaría agradecida. – gracias. – y entrelazo sus dedos con los del dios, fortaleciendo su agarre.

- Es hora. –

Y con aquello dicho, comenzaron avanzar en la multitud que iba y venía, con un paso presuroso, cada uno metidos en sus propios asuntos y problemas del día. En todo momento estuvo alerta de saber cómo se sentía la pelinegra, por medio de la conexión que compartían. Encontrado miedo, felicidad, ansiedad, perseverancia y un sin fin de emociones que cambian conforme avanzaban.

Un par de horas más tarde que habían emprendido su caminata, se vieron interrumpidos por el celular del dios. – diga. – hablo informal.

- Príncipe Sayri, soy Camila. – hablo desde el otro lado la castaña.

- Dime Camila. – respondió observando a la ojinegra que lo miraba interrogante. Le hizo una seña, para que se acercara y pudiera escuchar lo que su amiga iba a decir.

- Solo quería saber. – paro por el alboroto que estaban haciendo los de su alrededor. Retomando rápidamente la conversación. – Si. con Sirena todo marcha bien. Es que se están demorando en llegar. – hablo preocupada.

- Si. Todo está yendo bien. –

Luego de algunas preguntas más, ambos terminaron la llamada, para ponerse en marcha con dirección a la casa.

...

Pensó y volvió a pensar observando el jardín desde la ventana. – ellos aceptaran mi decisión, tal vez batallen unas horas, pero terminarían aceptando. – se dijo segura.

Y tomo finalmente la decisión, les envió un mensaje a todos, incluyendo al dios que no se encontraba presente en la casa.

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La confirmación de los demás miembros llegó y con ello se puso en marcha para su plan de comenzar a salir de la casa.           

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