CAPITULO 50

0 0 0
                                    

Estar en el frente, es muy riesgoso pues ahí se concentra la mayor parte de su enemigos. La guerra es el único lugar donde nada es seguro, donde todo vale y a la vez que todo está en juego.

Siendo humano o dioses; todos luchamos por algo en específico; por ende, la ganas de salir victorioso, animan los corazones de quienes están frente la muerte. – alcancemos la gloria. – grito un soldado, que se enfrentaba a dos traidores.

- Porque en el atardecer, estaremos siendo esperados por los que amamos. – complemento otro soldado.

Todos dentro de aquel combate, escucharon las palabras dichas por los soldados, tanto enemigos como aliados. Ambos bandos luchaban por un fin, diferente para cada uno.

El estanque que adornaba la entrada principal, ahora estaba de un color carmín, reflejo de la sangre de los invasores y de los soldados que luchaban sin parar. Los reyes marchaban a la par que sus ejércitos; hombro con hombro.

La grandes deidades atacaban sin tregua al enemigo, que aumentaba su fuerza de manera brutal, no entendían de donde sacaban tanta energía, como podían mantenerse de pie, aun cuando tenían más de una herida mortal. Parecían títeres manejados por una sola persona, pero es evidente que un complot de dioses traicioneros estaba del lado de la diosa de las estrellas.

Se notaba en la combinación de ataques de parte del enemigo, la mezcla del viento, la fuerza, el gélido frio, que es capaz de apagar un corazón; el veneno mortal que escupían los espectros. Son los detalles que cada dios traidor había aportado en la revuelta.

La yacumama, cedió su arma más letal a los traidores; les permitió usar su poder encontrar de la familia real, cada espada estaba bañada del veneno más letal que ella poseía. Por ello los soldados caían como aves en casería, una sola cortada en el pecho es más que suficiente para matarlos.

Ni que hablar del arrebato de habilidades, aquel poder lo cedió la mismísima diosa de las estrellas. Ella roció con su don a todos los espectros, permitiéndole robar las técnicas de los dioses y soldados.

La lucha con los espectro es una carnecería, llevaban una gran ventaja, todos los cuerpos los tiraban al que hasta unas horas atrás era un hermoso jardín lleno de flores hermosas. Ahora es un camino de soldados muertos.

- Inti, nos comienzan a superar en número. – se alarmo la reina, observando el panorama tétrico. Porque no quedaba nada de la hermosa vista que ofrecía la entrada, ahora solo es un lugar lleno de cadáveres, y el único color que pinta en las paredes es el rojo.

Al igual que la reina, observo todo a su alrededor. – no podrán vencernos. – le aseguro. Todo su poder está en el centro de su abdomen, no lo pensó dos veces y coloco ambas manos en su torso; extrajo una parte de su poder, creando un destello de luz cegadora, bañando a sus soldados con su gracia; ya que solo ellos podrían aceptarla sin problemas, mientras que al enemigo cada pequeña gota le quemaba, haciéndolos retroceder. Pero aquello no sería suficiente para ganar.

Todo parecía apuntar que el enemigo llevaba ventaja sobre ellos; la lucha comenzó a ser tan sanguinaria por todos los lados, había demasiados heridos.

- Jure, que se arrepentirían de haberme desterrado. – alzo la vos creyendo en su victoria.

En las cuatro diferentes entradas, los dioses escucharon como la desterrada diosa alzaba la vos. – solo el más fuerte prevalece. – y se posesiono en el centro del palacio, en la sala de reuniones de deidades.

Detuvieron sus ataques y observaron a la desterrada erguirse con el resto de traidores. – acepten su derrota. – sonrió maliciosa.

Sin pensarlo dos veces, la familia real subió hasta quedar frente a su oponente. La luna, el sol, el heredero, el mestizo, la princesa y finalmente la nueva diosa; miraron directamente a su rival.

DIOSESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora