CAPITULO 19

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Entonces; ¿debo acordarme de algo en específico? - cuestiono mientras se levantaba del verde pasto, donde había pasado las dos últimas horas conversando con su mejor amiga.

- No. La verdad, es que no. - hablo con un toque de nerviosismo la joven.

Aquello le estaba generando dudas. - Okey. Entonces porque me estas preguntando esto. Es muy raro. - le miro con su ceño fruncido y tratando de entender porque su mejor amiga estaba actuando de aquella forma.

- Son cosas mías Sirena; ya sabes si no fuera rara, no sería tu mejor amiga. - hablo sonriendo; ya más calmada al ver que la joven no recordaba nada de los sucesos pasados.

La observo unos segundos, para luego responder. - Pues sí. Tienes toda la razón. - finalizando la conversación y levantándose del césped para avanzar entre los pasillos de la universidad rumbo hacia la salida.

...

- Sayri se puede saber qué fue lo que paso en el salón. - pregunto molesta la reina.

Escucho el reclamo de su madre, pero no se detuvo. - Hoy no madre. - hablo sin regresar a mirar a su progenitora, tratando de evitar que su ira y rencor tomaran control de su ser.

Mentiría si digiera que no estaba molesta por la actitud de su hijo. - Mírame cuanto te hablo jovencito. - amenazo avanzando unos pasos hacia el menor, quien se negaba a regresar a mirarla.

Todo estaba empeorando, si su madre se acercaba unos pasos, no podría contenerse más. - Madre aléjate. - respondió rápidamente al sentir a su madre avanzar más rápido hacia él.

Esa fue la gota que derramo el vaso. - No seas grosero y mírame. -

Mala idea; lo que vio en ese momento no era su pequeño príncipe, la imagen que estaba al frente de ella era irreconocible; el joven seguía en su lucha interna, sus poderes trataban de consumirlo y hacerle el perder el control; aquello se notaba en la forma que sus iris reflejaban una batalla entre el sol y la luna.

Era magnifico y aterrador a la vez, ver reflejado aquellos movimientos en los iris inocentes. - tranquilo no los escuches, tú tienes el poder sobre ellos. - musito tratando de hacer que su hijo se tranquilice.

Como explicar lo que sentía, su mente se encontraba dividida entre dos personalidades, una de ellas le era más conocida que la otra, pues con ella había convivido toda su vida. La otra y apenas había comenzado mostrar parte de su poder, esa parte en él, había estado dormida desde que era un bebe, pero siempre se había querido revelar, pero siempre terminaba siendo dormida; no fue hasta la prueba que por fin dejo aquel lado oscuro para poder resplandecer. Pero el dilema al que todos le temían, es que ningún dios podía poseer dos gracias; ya que en su mayoría habían muerto, perdido la razón, o con su cuerpo paralizado y serios problemas de salud. - Mamá esto no es tan fácil; están tratando de encerrarme en algún lado. - hablo temeroso por primera vez, desde que había despertado de su prueba.

- No se los permitas; tú eres especial como ningún dios lo ha sido, tú puedes con esto. - dijo firme mientras se acercaba más y tomaba el rostro del príncipe para acunarlo entre sus manos.

Cerro los ojos al tacto de su madre. -Tengo miedo, es aterrador sentir como quieren predominar sobre mí. - susurro entre lágrimas como cuando era un niño.

Dolía, claro que dolía, ver a su hijo tan frágil. - No temas mi precioso príncipe, tu madre siempre estará a tu lado para ayudarte. - volvió a susurrar para tranquilizar a su joven hijo.

Quería creer en cada una de esas palabras, pero el terror de no ser suficiente para poder lograrlo con éxito lo debilitaba. - Tengo mucho miedo, de no tener la voluntad para luchar contra esto. - sollozo en los brazos de su madre, sintiendo al fin un lugar seguro, después de un largo tiempo en el que se ha sentido perdido y sin un rumbo.

- Mi pequeño retoño; todo va a mejorar lo prometo. - se sentó en el pasillo teniendo a su hijo envuelto en sus brazos, en una forma de protección para transmitirle seguridad; una a la que el joven había estado perdiendo con el paso de los días.

Pero nadie sabe qué tan doloroso puede ser, fingir ser el más fuerte cuando te ha tocado ser el fuerte; ser quien no eres para mantener el estereotipo que los demás han creado.

Hace mucho se dio inicio a una lucha, de la cual muy pocos sabían; y aquellos que lo sabían prefirieron mantenerlo en secreto, por temor, por inseguridad, por desconfianza, por envidia, por ignorancia.

Nunca escucharon su llamado, nunca limpiaron sus lágrimas, nunca preguntaron el motivo de aquellas lágrimas.

- ¿Por qué yo? madre - pregunto aun en el mismo lugar, con sus ojos hinchados a causa del llanto, con el rostro enrojecido y su pequeña nariz congestionada.

Aquella pregunta no le sorprendió, porque hace ciento de años se había estado preparando para que cualquiera de sus hijos la hiciera, pero, aun así; no se comparaba con el escenario que estaba enfrente de ella.

No hay palabras existentes, para decirle a un hijo, que, por culpa de sus progenitores, tienen que cargar con un pecado que tal vez sus hijos también deberán cargar; como explicar lo inexplicable; como tratar de hacer menos su dolor, si nunca sabrás con la intensidad que lo está consumiendo. - lo siento, esto no es tu culpa. Perdónanos hijo. - hablo conteniendo el llanto que amenazaba en salir.

- Entre los dos, yo soy el más débil. - hablo herido. -Mi hermano me supera en toda la expectativa, porque tuve que cargar con esto yo. - aquello lo dijo como reclamo, pero su cuerpo ya no podía resistir aquel sufrimiento que lo consumía.

Aquello fue una daga traspasando su corazón de diosa; se sintió por primera vez impotente e incapaz, de proteger a su hijo amado, a su pequeño y travieso príncipe. - esto es nuestra culpa; ninguno de los dos merece pasar por esto. - susurro mientras una tormenta se abría en sus iris, y mojaba su rostro.

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