Capítulo 32 La charla

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Lea

Empiezo a preparar los crepes y los gofres con mi abuelo mientras mi abuela va preparando café y zumo.

Estando aquí me viene a la memoria la forma en la que empecé a cocinar, que siendo sinceros fue casualidad.

Antes de que mis padres se separaran fueron con mi hermana al parque de atracciones. Yo no quise ir y mis abuelos se ofrecieron a cuidarme. En ese entonces todavía seguían trabajando en el restaurante. Ese día casi no había trabajo y como me aburría mi abuelo me dijo que le ayudará a preparar nuestra cena. Decidimos preparar una pizza, él hizo la masa y yo esparcí el tomate y el queso además de un poco de bacón. Me lo pase genial y seguí yendo siempre que podía, además cuando me quedaba con ellos a dormir preparábamos la comida juntos mientras que mi abuela estaba con nosotros.

Al acabar de cocinar lo subimos todo a la terraza. Ya estaba todo listo cuando llamaron al timbre, eran Marc y Jake. Les abrí la puerta y les dije que subieran al tercer piso.

Estábamos sentados en la mesa cuando aparecieron por la puerta de la terraza.

- Buenos días - saludo Marc.

- Buenos días, hacía mucho tiempo que no te veíamos - lo abraza mi abuela.

- Sigues tan joven como siempre - la halaga mi amigo y mi abuela se ríe - ¿y tú cómo estás Mateo? - le pregunta a mi abuelo.

- Bastante bien - le responde alegremente.

Mis abuelos conocen a Marc desde que éramos pequeños, es como uno más de la familia y mis abuelos le tienen bastante cariño.

 - Oh, tú debes de ser Jake - repara mi abuela en él.

- Abuela él no habla espa... - pero antes de que pueda acabar mi frase su voz me interrumpe.

- Un gusto conocerla señora Díaz - habla Jake en un perfecto español -,  señor Ruiz.

- Déjate de formalismos, llámame Diana - le dice mi abuela divertida.

- Me suenas de algo, pero no se de que - comenta mi abuelo observando y yo me quiero morir.

Cuando vivía aquí hablaba bastante de él y tenía bastante fotos suyas, además en la anterior visita que tuvimos no sé cómo salió el tema de nuevo y les enseñe una foto bastante reciente.

Mira que tienes mala suerte, no se como lo haces.

Gracias por los ánimos, le contestó sarcástica a mi conciencia.

Empezamos a desayunar tranquilamente y empezamos una amena conversación.

- Por cierto Mateo, ¿sigues haciendo tanto deporte como antes? - le pregunta mi mejor amigo.

- No tanto como antes, he dejado de esquiar y de hacer parapente, pero de lunes a sábado hago cuarenta largos en la piscina y los domingo hago cuarenta kilómetros en bici - dice mi abuelo como si no fuera nada a sus ochenta y un años.

- Cuando sea mayor quiero ser como tú - le dice mi amigo asombrado y mi abuelo se ríe por su comentario.


Después de un rato los chicos se van ya que tienen cosas que hacer.

Ese día y el siguiente los aproveche y los pase con mis abuelos, y la verdad es que había echado mucho en falta esto de salir con ellos por las noches, cocinar con el abuelo o hablar hasta altas horas de la noche con mi abuela. También había extrañado mucho la comida, los horarios y aunque parezca una chorrada, la siesta, uno de los mayores placeres que puede existir.

Por fin es uno de julio, el día de la conferencia. Por lo que había hablado ayer con el señor Carro tendría que dar una especie de discurso cuando acabara la conferencia y después responder a unas cuantas preguntas. Ya lo tenía todo listo pero estaba muy nerviosa porque no me gusta nada hablar en público.

Esa mañana había quedado con Marc ya que Jake estaría con unos amigos que no veía desde hace mucho.

Comimos juntos en un restaurante que nos gustaba mucho a los dos. Mientras comíamos se me vino a la cabeza una cosa que me pasó ayer.

- ¿A que no sabes a quien vi ayer? - le pregunto.

- ¿A quién?

- A Guillermo - le respondo y él me mira sorprendido.

- ¿Guillermo Blanco? - pregunta Marc sin poder creerlo.

- El mismo. Está prácticamente igual que hace diez años.

- No me lo creo, pensé que se habría ido hace muchos años.

- Yo también.

- Lea - me dijo un poco más serio - ten cuidado con él - yo rodé los ojos - hablo enserio.

- No va a pasar nada de eso, ya hace diez años - él me miro poco seguro.

Resulta que Guillermo Blanco cuando entré en bachiller se pilló de mí, pero no de decir "ay.. que mono", no, a nivel de decir "ten cuidado". No se como consiguió mi número y me escribía a altas horas de la noche mensajes como "pronto estaremos juntos muñequita". Yo en varias ocasiones le dejé claro que no estaba interesada aunque parecía simpático. Una noche salí a dar un paseo por el parque y él me estaba siguiendo, avise a Marc y él vino de inmediato, no se que hablo con él pero me dejó tranquila.

Al acabar de comer Marc me acompañó al teatro.

Cuando entre fui a donde me había indicado el señor Carro y lo encontré ahí.

Mi discurso fue un éxito y las preguntas igual, había bastantes jóvenes que tenían mucha intriga por mi trabajo.

Al salir vi a Marc y Jake en la puerta.

- ¿Qué tal ha ido todo? - me pregunto Marc

- Genial, estaba un poco nerviosa al principio pero después me relaje y fue perfecto.

Fuimos a dar una vuelta por la ciudad hasta que una voz demasiado conocida me sorprendió.

- ¿Lea? - preguntó Ivy, mi hermana.

Mi destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora