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-Remus, llevas 5 días enfermo. ¿Por qué no vas al medico?

-Porque prefiero quedarme encerrado en la casa blanca.

-Puedo llamar a un médico acá.

-No me gusta ir con médicos.

-¿Doctora?

-No lo sé.

-Seguro es una simple intoxicación, te darán medicina y se te pasará.

[...]

-¿Intoxicación? No. Está embarazado, señor Lupin. Felicidades- anunció la médica, al castaño se le bajó la presión y cayó desmayado.

Por suerte tenía a su mejor amigo cerca, para que lo sostenga.

-Felicidades entonces, señor Potter.

-Oh no, yo no estoy con él- se atajó James- es solo mi mejor amigo.

-Lo siento.

-¿Qué pasó?

-¿Ya se siente mejor, señor?

-Sí, solo un sueño raro.

-Si estas embarazado, Remus- soltó James, mientras la doctora se iba.

-No puede ser. ¿Qué voy a hacer?

-¿Decirle a Sirius?

-¿Decirle al príncipe que engaña a su esposa conmigo y ahora vamos a tener un hijo? No, gracias.

-¿Entonces? Puedes abortarlo.

-Ni pensarlo. No quiero.

-¿Y? ¿Qué vas a hacer?

-Soy rico, puedo criar a un niño solo ¿no crees?

-¿No crees que el padre tiene derecho a saber que tiene un hijo?

Remus quedó en silencio.

-Comí pescado y tomé alcohol, estúpido que soy- se lamentó en voz alta.

James lo miró mientras se iba de la casa blanca.

Sabía que esto era un secreto, y obviamente lo iba a guardar, es su mejor amigo.

[...]

Junto a su mesa de trabajo ha pinchado la foto de un hombre en una manifestación de los años ochenta vestido con una cazadora que lleva escrito en la espalda: «Si yo muero de sida, no me enterréis: dejad mi cadáver a la puerta de la FDA».

Un día, Marlene, al pasar por la oficina para comer con su mejor amigo, se fija en la foto y mira a James con la misma expresión extraña que aquel día tomando café, a la mañana siguiente de haber entrado Regulus en su habitación.

Pero no dice nada, y continúa comiendo sushi y hablando de su último proyecto: juntar todos los diarios que lleva escritos para elaborar sus memorias.

A Potter le gustaría saber si en dichas memorias se incluirá algo de todo esto. Quizás, si se lo cuenta a la rubia a no mucho tardar. Y debería contárselo a no mucho tardar.

Se le hace raro que el tema que tiene con Regulus le haya hecho entender esta enorme parte de sí mismo, pero así ha sido.

Cuando se para a pensar en las manos de Black, en sus nudillos rojos por el frío que siempre tiene y sus elegantes dedos, se maravilla de que no se hubiera fijado antes.

En la siguiente ocasión en que ve a Black, en una gala celebrada en Berlín, cuando siente esa atracción gravitatoria, se deja llevar por ella sentado en la parte trasera de una limusina, y cuando ya en el hotel ata las muñecas de Regulus al poste de la cama con su propia corbata, se conoce mejor a sí mismo.

Cuando dos días más tarde acude a una reunión informativa semanal, Mary le aferra la cara con una sola mano, le gira la cabeza y le escudriña de cerca un lado del cuello.

-Eso es un chupetón?- James se queda petrificado.

-Yo..., hum, no.

-¿Me ves cara de tonta, James?- replica Mary

-¿Quién te está dando chupetones, y por qué no has obligado a esa persona a firmar un acuerdo de confidencialidad?

-Oh, Dios mío -gime James, porque lo cierto es que Reggie es la última persona por la que Mary debería preocuparse respecto de una posible filtración de detalles sórdidos

- Si necesitase un acuerdo de confidencialidad, te lo diría. Tranquilízate.

A Mary no le gusta que le digan que se tranquilice.

-Mírame-le ordena- Te conozco desde que todavía te cagabas en los calzoncillos. ¿Crees que no sé distinguir cuándo me estás mintiendo?- Lo pincha en el pecho con una uña puntiaguda y esmaltad- me da igual quién te haya hecho eso, pero más te vale que haya sido alguna chica incluida en la lista de las que te permiten ver durante las elecciones, una lista que, por si acaso se te ha olvidado, te mandaré por correo electrónico en cuanto te apartes de mi vista.

-Bien, está bien.

-Y te recuerdo- sigue diciendo Mary- que antes prefiero amputarme una mano que permitirte cometer alguna estupidez que haga que tu madre, nuestro primer presidente mujer, sea el primer presidente que no es reelegido desde el puñetero George H. W. Bush. ¿Me has entendido? Si es necesario, te encerraré en tu habitación un año entero y tendrás que hacer los exámenes finales mediante señales de humo. Te graparé la polla a la pierna, para que no la saques del puto pantalón.

Y dicho esto vuelve a sus notas con total profesionalidad, como si no acabara de amenazarlo. Detrás de ella está Marlene, sentada en su sitio de la mesa, y por la expresión de su cara se ve con toda claridad que ella también se da cuenta de que está mintiendo.

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora