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Todo ello va conduciendo a Regulus límite, hasta que queda derretido y abrumado entre sus propias sábanas.

Después, James pasa casi una hora provocándole leves temblores, admirando sus diversas muecas de asombro y sus gestos mezcla de placer y dolor, acariciándolo suavemente con las yemas de los dedos en la clavícula, en los tobillos, en la cara interior de las rodillas, en los nudillos de las manos, en la hendidura del labio inferior.

Lo toca sin cesar, hasta llevarlo de nuevo a borde del orgasmo solo con los dedos, solo soplando su aliento sobre la cara interior de sus muslos, la promesa de poner la boca donde antes ha puesto los dedos.

Black pronuncia las mismas palabras que pronunció en el cuarto secreto de Wimbledon, solo que ahora añade un «Por favor, necesito que lo hagas».

Todavía le cuesta creer que el inglés pueda decir estas cosas, que él sea el único que se las oye decir.

De manera que obedece. Cuando terminan, el príncipe prácticamente se queda dormido sobre el pecho de Potter sin decir nada más, follado y desmadejado, y el americano ríe para sí, le acaricia el pelo sudoroso y escucha los suaves ronquidos que empieza a emitir casi de inmediato.

Él, en cambio, tarda varias horas en dormirse. Reggie está durmiendo sobre él con la boca abierta.

El perro se viene hasta la cama y se acurruca a sus pies. Dentro de pocas horas James tiene que estar otra vez en un avión para acudir a las preparatorias de la Convención Nacional Demócrata, pero le resulta imposible dormir.
Es el desfase horario.
Solo el desfase horario.

Le viene a la memoria, como si hubiera ocurrido hace una eternidad, aquella vez que le dijo a Regulus que no merecía la pena obsesionarse con esto.

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora