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James amor 💘
Te ruego que no seas tonto. Nada de todo esto carecerá de complicaciones jamás.
Sea como sea, deberías hacerte escritor.
Ya eres escritor. Incluso después de todo esto, en todo momento sigo queriendo saber más cosas de ti. ¿Parece una locura? Es que estoy aquí sentado y me digo: ¿quién es esta persona que conoce a Hamilton y que escribe de este modo?
¿De dónde ha salido siquiera una persona así? ¿Cómo pude estar tan equivocado?
Resulta raro, porque yo siempre conozco a las personas, tengo intuiciones que por lo general no van muy desencaminadas. Y contigo estoy seguro de que también tuve una intuición, pero que no tenía en mi cabeza lo que necesitaba tener para entenderla. Sin embargo, decidí seguirla, decidí avanzar a ciegas en una dirección determinada y esperar lo mejor.
Supongo que eso te convierte en la estrella Polar. Quiero verte de nuevo, y pronto. No dejo de releer una y otra vez ese párrafo, ya sabes cuál. Quiero tenerte otra vez aquí, conmigo. Quiero tu cuerpo y quiero el resto de tu persona. Y quiero salir de esta puñetera casa.

Ver a mi madre saliendo en la televisión sin que esté yo me resulta una tortura.

Vamos a celebrar nuestro encuentro anual en Texas, en la casa que mi padre tiene en el lago. Pasaré el fin de semana entero desconectado del sistema. Hay un lago con un embarcadero, y mi padre siempre cocina algo alucinante. ¿Querés venir? No puedo parar de imaginarte tostado por el sol, sentado al aire libre, allá en el campo. Será dentro de dos fines de semana.

Si Barty pudiera hablar con Mary o con quien sea para que vengas en avión hasta Austin, nosotros podríamos recogerte allí. Di que sí.

Tuyo, James

«Aunque anhelo el contacto real de la luz del sol entre nosotros, te añoro como se añora el hogar. Brilla otra vez, amor, y piensa en mí».

Reggie cariño 💖
James,.Si yo soy la estrella Polar, no quiero ni pensar hacia dónde nos dirigimos.
Estoy dándole vueltas a lo de la identidad y a tu pregunta «de dónde sale una persona como yo», y lo mejor que se me ocurre para explicártelo es contarte un cuento: Érase una vez un joven príncipe que nació en un castillo. Su madre era una princesa erudita, y su padre era el caballero más apuesto y más temido de todo el reino. De pequeño, la gente le llevaba todo lo que él podía desear: los ropajes de seda más hermosos, frutas maduras del invernadero. A veces, se sentía tan feliz que pensaba que jamás se cansaría de ser príncipe. Provenía de un larguísimo linaje de príncipes, pero nunca había existido uno que se pareciera a él: que hubiera nacido con el corazón fuera del cuerpo. Cuando era pequeño, su familia sonreía y reía, y le decía que un día su cuerpo crecería y ocultaría al corazón. Pero, aunque él creció, su corazón se quedó tal como estaba, rojo, visible y palpitante. A él no le importaba mucho, pero a cada día que pasaba su familia tenía más miedo de que los habitantes del reino se percataran y le dieran la espalda a su príncipe. Su abuela, la reina, vivía en una alta torre en la que hablaba tan solo de los otros príncipes, pasados y presentes, que habían sido normales al nacer. Entonces, el padre del príncipe, el caballero, resultó muerto en batalla. La lanza le atravesó la armadura y el cuerpo, y lo dejó desangrándose entre el polvo. De manera que cuando la reina envió ropas nuevas, una armadura para el príncipe que protegiera su especial corazón, la madre no se lo impidió, porque ahora tenía miedo, miedo de que también resultase herido el corazón de su hijo. De modo que el príncipe se puso esa armadura y durante muchos años creyó que era lo adecuado para él.

Hasta que conoció a un joven campesino de increíble hermosura, natural de una aldea vecina, que le dijo cosas absolutamente abominables que lo hicieron sentirse vivo por primera vez en muchos años. Aquel joven resultó ser un extraordinario hechicero, capaz de hacer aparecer cosas como oro, chupitos de vodka y pastelillos de albaricoque absolutamente de la nada.

Su vida entera se esfumó en una nube de humo de un deslumbrante color púrpura, y el reino dijo: «Cuesta creer que estemos todos tan sorprendidos». Me apunto a lo de la casa del lago. Debo reconocer que me alegro de que salgas de la casa. Me preocupa que puedas prenderle fuego. ¿Esto quiere decir que voy a conocer a tu padre?
Te echo de menos. x Reggie

P.D.: Esto resulta mortificante y sensiblero y, sinceramente, espero que lo olvides en cuanto lo hayas leído.

«Que los espléndidos Estados Unidos de América no sean, entre tanto, agresivos contigo. Siento en ti una gran confianza, querido muchacho, la cual es para mí una alegría exhibir. Mis esperanzas, mis deseos y mis simpatías, de corazón y muy firmemente, están contigo. De modo que levanta el ánimo y cuéntame cómo evoluciona tu (inevitablemente, imagino, más o menos extraña) historia en América. Te deseo, en cualquier caso, que tutta quella gente sea amable contigo».

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora