88

137 15 1
                                    

-Por favor, por el amor de Dios, no me hagas esas preguntas. Estoy de vacaciones. Quiero emborracharme y comer carne a la barbacoa con tranquilidad.

Su padre emite una risa triste.

-Menuda mujer. Tu madre es, sin la menor duda, el amor de mi vida. Jamás amaré a nadie como la amo a ella. Una pasión devoradora. Y además te tuvimos a ti, lo mejor que le ha pasado a un viejo gilipollas como yo. Un amor así es muy raro de encontrar, aunque haya sido un completo desastre. -Reflexiona unos instantes-. A veces, uno se lanza, abrigando la esperanza de no encontrarse con un precipicio al otro lado.

James cierra los ojos.

-¿Has terminado ya con los sermones paternos?

-Mira que eres imbecil -le dice su padre arrojándole un paño de cocina a la cabeza-. Andá a poner las costillas en la brasa. A ver si podemos comer hoy. -Y agrega-: ¡Más vale que esta noche duermas separados! ¡La Virgen María está mirando!

Cenan un poco más tarde: montañas de elotes, tamales de cerdo con salsa verde, una fuente de fríjoles charros, costillas, su padre había vivido unos años en Mexico.

Regulus llena su plato con un poco de cada cosa y lo mira fijamente, como si estuviera esperando que le revelase sus secretos, y James cae en la cuenta de que el príncipe nunca ha comido carne a la barbacoa con las manos.

Le enseña cómo se hace y observa, disimulando mal lo divertido que le resulta, cómo el inglés toma una costilla con las puntas de los dedos y estudia el modo de atacarla, y seguidamente lo acompaña con vítores cuando ve que baja la cabeza, arranca un pedazo de carne con los dientes y lo mastica todo orgulloso, con una enorme mancha de salsa barbacoa en el labio superior y en la punta de la nariz.

Su padre guarda una guitarra vieja en el cuarto de estar, y Marlene la saca al porche para ir pasándosela el uno al otro.

Remus, que se ha puesto una de las camisas de James encima del traje de baño, entra y sale descalzo, ocupado en rellenar continuamente las copas con una jarra de sangría rebosante de melocotones y moras.

Se sientan en torno al foso de la hoguera y tocan canciones de Johnny Cash, de Selena, de Fleetwood Mac.

El americano escucha el canto de las cigarras, el murmullo del agua del lago.

Reggie y él terminan sentándose en un columpio que hay en el borde del porche, él se acurruca al lado del príncipe y apoya la cara en el cuello de la camisa.

El príncipe lo rodea con un brazo y le acaricia el mentón con unos dedos que huelen a humo.

Dorcas empieza a tocar Annie's Song. «Tú llenas mis sentidos igual que una noche en el bosque», y la brisa continúa soplando para besar las ramas más altas de los árboles, y el agua del lago continúa subiendo para besar el embarcadero, Regulus baja la cabeza para besar la boca Potter y James... Bueno, James está tan enamorado que se siente morir.

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora