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—Voy a decirle que estás aquí —anuncia—. Por lo menos, puede que así se sienta un poco mejor.

—Gracias —responde James.Antes de que ella abra la portezuela para apearse, la retiene por la muñeca y agrega—En serio. Gracias. Rems- acaricia la mejilla del bebé que tiene entre brazos.

James se queda solo en un callejón diminuto y escondido, acompañado por el segundo automóvil del equipo de seguridad y con el estómago hecho un nudo

Tarda una hora en recibir un mensaje de Remus: «Todo resuelto conforme al plan. Te lo envío para allá».

Lo organizaron todo antes de salir:Dorcas trae a Marlene y a Regulus  al callejón, y lo cambian de coche como si fuera un preso político.

James se inclina hacia los dos agentes que están sentados en silencio en los asientos delanteros; no sabe si habrán averiguado de qué va todo esto en realidad, y la verdad es que tampoco le importa.

—Oigan, ¿me dan un minuto?

Ellos se miran el uno al otro, pero se apean, y un minuto después se detiene otro coche al costado, se abre la portezuela y aparece  Reggie , con gesto tenso y cara seria, pero al alcance de su mano.

Pottee, instintivamente, lo atrae hacia sí agarrándolo por el hombro al tiempo que se cierra la puerta del coche. Lo mantiene así unos instantes, y ello le permite apreciar de cerca la ligera tonalidad grisácea de su piel y la ausencia de contacto entre los ojos de ambos.

Jamás lo había visto así de mal, peor que si estuviera a punto de sufrir un acceso de cólera o de echarse a llorar. Está como vacío, ausente.

—Reggie —llama. El príncipe continúa sin centrar la mirada, de modo que cambia de postura y se coloca en medio del asiento, en medio de su línea visual—Regulus , mírame. Eh. Estoy aquí.

Al menor le tiemblan las manos y tiene la respiración entrecortada. James conoce estas señales: son el augurio de un inminente ataque de pánico. Le agarra una muñeca con las dos manos y nota que tiene el pulso acelerado.

Por fin Black lo mira a los ojos.

—Odio esto. Lo odio.

—Ya lo sé —responde  James

—Antes, por lo menos la situación era tolerable —se queja el menor—. Cuando de ningún modo existía la posibilidad de que hubiera nada más. Pero esto... Dios, esto es repugnante. Una maldita farsa. Y Remus y Marlene, ¿qué, van a dejar que los utilicen? Mi madre quería que me trajera a mis propios fotógrafos en este viaje, ¿lo sabías? —Toma aire, pero se atraganta y vuelve a expulsarlo entre toses—. James, yo no quiero hacer esto.

—Ya lo sé — Levanta una mano y le acaricia una ceja con la yema del pulgar—. Ya lo sé. Yo también lo odio.

—¡Es que no es justo! —sigue diciendo Regulus casi con la voz rota—Mis antepasados iban por ahí haciendo cosas mil veces peores que esta, ¡y no le importaba a nadie!

—Cariño — Baja la mano a la barbilla de su novio para acercarlo a sí—Ya lo sé. Lo siento mucho, cielo. Pero esto no va a ser siempre así, ¿vale? Te lo prometo.

Black cierra los ojos y expulsa el aire por la nariz.

—Quiero creerte, de verdad. Pero me temo mucho que no voy a poder.

James quisiera salir a batallar por este hombre, quisiera pelearse con todo y con todos los que le hagan daño, pero por una vez hace el esfuerzo de ser él el más calmado de los dos.

Se modo que le masajea el cuello con delicadeza hasta que ve que vuelve a abrir los ojos, le sonríe débilmente y toca su frente con la de él.

—Mira, no voy a permitir que suceda eso. Escucha, en este momento te aseguro que, si es necesario, lucharé físicamente con tu madre ¿si? Y, como ya es una anciana, estoy seguro de que podré con ella.

—Yo no me haría tanto el gallito —lo reprende  Regulus riendo a medias —. Mi madre está llena de oscuras sorpresas.
El mayor rie y le propina un suave puñetazo en el hombro.
—Lo digo en serio —advierte. Black lo mira de nuevo, bello, vital, dolido, y, aun así, siendo en todo momento la persona por la que él está dispuesto a correr el riesgo de destrozarse la vida

—Yo también odio esta situación. Pero esto vamos a hacerlo los dos juntos, y vamos a lograr que funcione. Tú y yo haciendo historia, ¿te acuerdas? Vamos a luchar. Porque tú eres un luchador, ¿vale? Jamás voy a amar a nadie en el mundo como te amo a ti.
Así que te prometo que algún día podremos ser lo que somos, y a los demás que les den.

Atrae a Regulus empujándolo en la nuca y lo besa con pasión. La rodilla del ingles choca contra la consola central del coche cuando sube las manos hacia el rostro del americano

Aunque las lunas están tintadas de negro, esta es la vez que más cerca han estado de besarse en público, y James sabe que constituye una temeridad, pero solo piensa en las cartas de otras personas que han estado enviándose secretamente el uno al otro.

Unas palabras que han pasado a la historia. «Me reúno contigo en todos mis sueños... Que tu corazón siga estando en Washington... Te añoro como se añora el hogar... Dos personas que anhelan a su amor... Mi joven rey». «Algún día», se dice a sí mismo.
«Algún día, nosotros también».

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora