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-No- habla Marlene inclinándose sobre el asiento del pasajero-Hay un sistema, y debes respetarlo.

-No creo en sistemas cuando estoy de vacaciones- replica Remus doblado sobre medio cuerpo de James, intentando quitar de en medio la mano de Marlene de su estómago.

-Son matemáticas- advierte Marlene.

-Aquí no tienen autoridad las matemáticas- Replica Remus, acariciando la mano de James, la cual ahora está sobre su abultado estomago

-Las matemáticas están en todas partes, Remus

-Permiso, Remus- pide James empujándolo suavemente para apartarla de su hombro.

-¡Se supone que debes apoyarme en esto!- exclama Lupin  tirándole del pelo, por lo cual recibe una mueca de desagrado.

-Te dejaré mirar una teta- le dice Marlene- La buena.

-Las dos son buenas - contesta Dorcas, distraída de pronto.

-Ya he visto las dos. Y prácticamente estoy viéndolas en este momento- rié James señalando el atuendo de Marlene, consistente en un pantalón corto con peto, de lo más raído, y un sujetador absolutamente diminuto.

-Hashtag pezones en vacaciones- rie Remus

- ¡Por favor!-James deja escapar un suspiro.

-Perdona, pero es que Lene ha trabajado más horas con su lista de canciones, así que le corresponde usar el cable auxiliar- Habla Dorcas.

Se produce una mezcolanza de voces en el asiento de atrás, de disgusto y de triunfo, y Marlene enchufa su teléfono jurando que ha inventado un algoritmo a prueba de idiotas para la perfecta lista de canciones que escuchar durante un viaje por carretera. Empiezan a sonar las primeras trompetas de Loco in Acapulco de los Four Tops, y Alex por fin sale de la gasolinera. El jeep es un vehículo reformado, un proyecto en el que trabajó su padre cuando James tenía unos diez años.

Actualmente está en California, pero él lo lleva a Texas una vez al año, para este fin de semana, y lo deja en Austin para que pueda conducirlo.

James aprendió a conducir con este jeep, un verano que pasó en el valle, y nota la misma sensación en el acelerador mientras se coloca en formación con dos SUV del Servicio Secreto y se dirige hacia la interestatal. Ya casi nunca logra ir él a ninguna parte al volante de un coche.

El cielo se ve ancho y azul a lo largo de muchos kilómetros, el sol está bajo y ya ha salido el lucero del alba.

James lleva puestos lentes de sol y los brazos al aire en este coche sin puertas y sin techo.

Enciende el estéreo y se siente capaz de arrojar cualquier cosa al viento que le azota el cabello; se alejaría volando como si no hubiera existido nunca, como si nada importara más que las ráfagas de viento que chocan contra su pecho. Pero detrás de la nube de dopamina todo está bien: haber perdido el trabajo de campaña, los días que ha pasado inquieto, paseando nervioso en su habitación, pensando.

«¿Lo que sientes por Regulus es para siempre?».

Levanta el rostro hacia el aire cálido y pegajoso de su ciudad natal, y se ve a sí mismo en el espejo retrovisor. Es un chico de Texas bronceado, joven y con una expresión suave en la boca, el mismo que cuando se marchó para irse a Washington.

De manera que, por hoy, se acabó lo de pensar en cosas trascendentes. Frente al hangar aguardan un puñado de guardaespaldas acompañando a Regulus, que viste una camisa vaquera de manga corta, pantalón corto y lentes de sol a la moda, y lleva una bolsa Burberry de fin de semana echada sobre el hombro.

Un verdadero sueño de verano.

Para cuando Potter se apea del jeep de un salto apoyándose en una sola mano, la lista de canciones de Lene ha pasado al Here You Come Again de Dolly Parton.

-¡Sí, hola, hola, yo también me alegro de veros!- está diciendo Regulus apabullado por los abrazos de Remus y Marlene.

James se muerde el labio y observa cómo el príncipe los estrecha a su vez por la cintura

Después le toca el turno a él; aspira el olor a limpio que desprende y ríe contra el pliegue de su cuello.

-Hola, amor- oye que le dice Regulus en voz baja, íntima, justo por encima del oído, y a él se le olvida respirar y hacer cualquier otra cosa que no sea reír sin poder evitarlo.

-¡Tambores, por favor!-chilla el estéreo del jeep, y empieza a sonar el ritmo de Summertime.

James lo aprueba con un gesto afirmativo. Una vez que el equipo de seguridad de Regulus se sube a los vehículos del Servicio Secreto, la comitiva se pone en marcha. Avanzan por la carretera 45.

Regulus sonriendo de oreja a oreja a su lado, agitando la cabeza al ritmo de la música, y James no puede evitar volver la mirada hacia él, alucinado ante la idea de que Regulus, el príncipe Regulus, está aquí, en Texas, acompañándolo en su viaje a casa.

Remus saca cuatro botellas de Coca-Cola de la heladera portátil que hay bajo el asiento y los va pasando. Él no puede tomar. Tiene cafeína.

Regulus da el primer sorbo y prácticamente se derrite.

James lo agarra de la mano y entrelaza sus dedos con los de él sobre el salpicadero. Tardan una hora y media en ir de Austin al lago LBJ, y cuando comienzan a descender por las curvas que llevan hasta la orilla, Regulus le pregunta...

-¿Por qué se llama lago LBJ?-

-¿Remus?-llama Alex.

-El lago LBJ o lago Lyndon B. Johnson, es uno de los seis pantanos que forman las presas del río Colorado, conocidos como los lagos del Alto Texas.

Se crearon gracias a que LBJ promulgó la ley de Electrificación Rural cuando fue presidente. Y además tenía aquí una casa.

Regulus lo mira. Se enteró por Sirius de lo que pasó.

Se nota que está triste, pero también que la pasa bien con sus amigos.

Black sabe que su hermano puede ser de lo más complicado.

Mira el estómago descubierto, en donde vive, por ahora, su sobrino y sonríe levemente.

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora