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James camina de un lado a otro, por parte de su interactividad, mientras Regulus le cuenta anécdotas de un hombre que tenía el mismo cabello negro como el carbon que él y la misma nariz recta, y de su tio un hombre que él ha conocido en sombras que pasan por el modo en que Reggie habla, se mueve y se ríe. Le habla de cuando ambos se escabulleron del palacio a hurtadillas y se fueron a dar una vuelta en coche por el campo, de cuando su padre le enseñó a navegar, de cuando lo sentaba en la silla del director. El hombre que Regulus recuerda es a la vez sobrehumano y un ser conmovedor, de carne y hueso, un hombre que abarcó toda la infancia de Black y que enamoró al mundo, pero que también era simplemente un hombre. Era su tío.

La manera en que Black habla de su padre  no es tan entusiasta. Pero si de Alphard, constituye una proeza física: por los extremos se levanta impulsado por el afecto, pero por el centro se hunde a causa del peso.

Regulus también baja la voz para contarle a James cómo se conocieron sus padres: la princesa Walburga, empeñada en ser la primera princesa que tuviera un doctorado, con veintitantos años y estudiando a Shakespeare. La reina la obligó a casarse con su primo. Le cuenta a  James que se criaron en el palacio, que su hermana cantaba y que Sirius estaba muy unido a Alphard, pero que eran felices, con sus abrigos de cachemir y sus calcetines hasta las rodillas, viajando a países extranjeros a bordo de helicópteros y coches relucientes.

Su tío se encargaba de llevarlos.

Cuando cumplió los siete años, su padre le regaló un telescopio de bronce. A los cuatro, ya se había percatado de que todos los habitantes del país sabían cómo se llamaba, y le dijo a su madre que no sabía si quería tal cosa, y ella simplemente lo ignoró. James también empieza a hablar.

Regulus ya conoce casi todo de la vida que lleva él en la actualidad, pero el hecho de hablar de cuando ambos eran pequeños siempre ha sido una línea de demarcación invisible.

Le habla del condado de Travis, de cuando confeccionaban carteles de campaña con cartulinas para el consejo estudiantil de quinto curso, de los viajes en familia a Surfside, de cómo se lanzaba de cabeza hacia las olas.

Le habla del enorme ventanal que había en la casa en la que él se crió; y
Regulus  no le dice que sea un loco por todas las cosas que escribía y escondía allí debajo.

Está empezando a anochecer, y nuevamente comienza a llover.

Así que deciden entrar.

Suben hasta la habitación de Regulus.

Regulus le sigue contando cosas de los diversos compañeros que conoció en su época universitaria, todos ellos fascinados con la idea de estar durmiendo con un príncipe, casi todos ellos apartados de él inmediatamente debido a la burocracia, el secretismo y, de vez en cuando, el malhumor que mostraba Black por tanta burocracia y tanto secretismo.

-Pero, naturalmente... -dice Reggie- nadie desde que... bueno, desde que tú y yo...

-No -dice James más rápido de lo previsto- en mi caso tampoco. Nadie más.

Oye ciertas palabras salir de su propia boca, unas palabras que le cuesta creer que esté diciendo en voz alta. Habla de Snape, de aquella noche, pero también de cuando robaba anfetaminas cuando empezaban a decaer sus calificaciones y de que permanecía despierto dos o tres días seguidos.

De Marlene le cuenta que, aunque nunca lo haya dicho, sabe que ella está viviendo cerca únicamente para cuidarlo a él, el callado sentimiento de culpa que lo embarga por no poder prescindir de ella.

Habla de lo mucho que le duelen algunas de las mentiras que la gente cuenta acerca de su madre, del miedo que le da que pierda las elecciones.

Conversan durante tanto tiempo que James se tumba en la cama, de costado y continúa escuchando, extiende la mano y la coloca en el corazón de Regulus. Solía hacer eso de pequeño, con su madre, su padre. Solo con las personas que realmente amaba.

Se sorprendió a sí mismo.

Se mira las cutículas de las uñas, todas mordisqueadas, y mira a Reggie bajo sus dedos, hablándole desde una distancia de unos pocos centímetros.

Ve el rostro de Regulus en esta penumbra gris azulada, sus ojeras que tiene siempre quedasen difuminadas. No sabe cómo, pero esta es la misma persona que lo tenía tan convencido de que no se preocupaba por nada, que todavía tiene al mundo convencido de ser un príncipe azul dulce y libre de ataduras. Le ha llevado meses llegar a este punto, a entender plenamente lo equivocado que estaba.

-Oye, shh, deben estar acá- la voz de Sirius los sorprende y Regulus lo toma por la camisa, tirandolo al suelo. Escondidos.

James lo miró sin entender.

-No veo a nadie- la voz de Remus lo acompaña- toma el lubricante y salgamos.

-Entonces se deben estar besando bajo la lluvia-se burló en voz alta, no podía evitarlo, cosas de hermanos mayores.

-Deberíamos hacer eso- coqueteo Lupin, abrazándo por los hombros.

Sirius lo atrae hacia sí mismo, con un rápido movimiento.

-Te haría daño. Y también al bebé.

-¿Bebé?- pregunta Regulus saliendo de detrás de la cama.

Ambos se espantan, mientras miran al príncipe, James también sale.

Remus mira mal a Potter.

-Oye, no es mi culpa que irrumpas en el cuarto de Regulus y hablen de esas cosas como si fuese agua.

-Tu sabias- Regulus parece herido- ¿por qué nadie me lo dijo?

-Me acabo de enterar hace unas horas- contesta Sirius.

-¿Y qué harás? ¿Madre? No puedes, e-el trono, y y-yo- Regulus está temblando como una hoja. Algo dentro de él seguía esperanzado en que si Sirius tomaba el trono, algún día...

Aunque eso era demasiado optimista y de niños.

-No vamos a deshacernos de nuestro hijo- Respondió Sirius colocándose frente a Remus.

-Yo no soy la amenaza, Sirius- contestó Regulus- toda la nación lo es. Hijo ilegítimo de un amante. Encima hombre. ¿No ves lo malo?

-Solo veo a un niño que no quiere soltar las ideas de su madre.

-Porque me aterra, Sirius. Somos figuras públicas, no puedes.

Los hermanos Black se miraron mal.

-Regulus- la voz de James intentaba calmarlo, junto a una mano en su hombro.

-¡Y tu déjame! ¡sabias y no me dijiste nada!

Y con eso se fue.

[...]

-Regulus, espera. ¡Regulus!

James lo alcanzó y los metió en un armario de limpieza.

-Sueltame, esto es un secuestro.

-Regulus, cariño. Escucha.  No podía. No es mi hijo, no es mi cuerpo. No tenía el permiso de Remus para contarlo a nadie. Es un secreto. Y no creo que lo vayan a contar todavia.

-Déjame, todo lo que hablamos ¿no confias en mi?

-Imaginate, tu quedas embarazado.

-Eso es científicamente imposible, todavía no sé cómo pasó lo de Sirius y Re- Black se queda callado. Dándose cuenta.

-Quedas embarazado, hipotéticamente.  Estamos esperando un bebé. Le cuentas a Sirius, solo a él. Pero Sirius sale con Remus y Remus es mi mejor amigo y to soy el padre del niño. Y yo no sé del bebé. ¿Te gustaría que Sirius le cuente a Remus y él me diga? ¿O te gustaría decírmelo tu? Que ambos lo digamos cuando estemos listos y manejar nosotros la situación.

Regulus bajó la cabeza, pero James la levantó.

-Lo siento, yo... tienes razón. No...

-No bajes la cabeza, que se te cae la corona.

-¡Ay esa frase es super cliché!- Regulus soltó una risa, haciéndose el ofendido.

Ambos rieron con ganas.

-¿Te diste cuenta que estamos en un closet? Literalmente.

-Si, bueno. Es un gran lugar para que los gays se escondan ¿no?

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora