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-Preferiría no hacer esto donde puedan oírnos- replica Regulus al tiempo que dobla a la izquierda al llegar al rellano.

James lo sigue furioso hasta el dormitorio.

-¿El qué? -pregunta una vez que Black ha entrado y cerrado la puerta- ¿Qué vas a hacer, Regulus?

El príncipe por fin se vuelve hacia él, y el primer hijo, ahora que ya no tiene los ojos encharcados por el agua de lluvia, descubre sus profundas ojeras y la piel enrojecida alrededor de las pestañas.

El inglés  tiene una actitud tensa en los hombros que hacía meses que no tenía, por lo menos dirigida hacia él.

-Voy a permitirte que digas lo que tengas que decir -ofrece en tono tajante- y después puedes marcharte.

James lo mira.

-¿Qué? Entonces, ¿hemos terminado?
Regulus no le contesta. Potter experimenta una sensación que le sube por la garganta: rabia, confusión, dolor, bilis. Irremisiblemente, siente deseos de echarse a llorar-¿En serio?-pregunta, impotente e indignado. Todavía gotea agua- ¿Se puede saber qué coño pasa? Hace una semana me escribías correos para decirme lo mucho que me echabas de menos y que tenías muchas ganas de conocer a mi padre, ¿y ahora nada de nada? ¿Te crees que puedes hacerme así el vacío? Yo no puedo poner fin a esto como haces tú, Regulus.

El príncipe se acerca a la chimenea de intrincados relieves que hay en el otro extremo de la estancia y apoya el codo en la repisa.

-¿Te crees que no me importa tanto como a ti?

-Desde luego, por tu actitud, lo parece.

-Sinceramente, no tengo tiempo para explicarte todas las cosas en las que estás equivocado y...

-Dios, ¿podrías dejar de ser un puñetero, obtuso gilipollas durante, no sé, veinte segundos?

-Me alegra mucho que hayas venido hasta aquí para insultarme.

-¡Yo te quiero! ¿Bien?-contesta James  casi gritando, de manera inapelable, irreversible.
Black guarda silencio. Potter lo ve tragar saliva, advierte que le vibra un músculo en la mandíbula, y siente que no cabe dentro de sí
-Joder, te juro que no me pones las cosas nada fáciles. Pero estoy enamorado de ti.

De pronto se oye un leve ruido metálico que rompe el silencio. El inglés se ha quitado el anillo de sello y lo ha depositado encima de la repisa.

Se lleva la mano al pecho y se la masajea mientras el resplandor parpadeante del fuego dibuja sombras marcadas en su rostro.

-¿Tienes idea de lo que quiere decir eso?

-Por supuesto que sí...

-James, por favor -dice el príncipe, y cuando por fin se vuelve hacia él y lo mira, su expresión es de profundo sufrimiento- No sigas. Rse es precisamente el motivo. Yo no puedo hacer esto, y tú ya sabes por qué no puedo, así que te suplico que no me hagas decirlo.

El americano traga saliva.

¿Ni siquiera vas a intentar ser feliz?

-Por el amor de Dios- se queja el menor-, llevo toda mi estúpida vida intentándolo. El derecho que tengo por nacimiento no es la felicidad, sino un país.

James se saca del bolsillo la nota, empapada, que dice «Ojalá no existiera un muro» y se la arroja a Regulus con saña. El príncipe la recoge del suelo.

-Entonces, si no quieres lo nuestro, ¿qué se supone que significa esa nota?

Regulus lee lo que escribió hace varios meses de su puño y letra.

-James, en el mito, Tisbe y Píramo terminan muriendo.

-Oh, Dios -gime James-. Así que, entonces, ¿para ti todo esto de ningún modo iba a ser algo real?

En ese momento, el contrario salta.

-Si crees eso, es que eres un completo idiota-sisea con la nota arrugada y encerrada en el puño- ¿Cuándo he fingido yo, desde el primer momento que te toqué, otra cosa que estar enamorado de ti? ¿Tan egocéntrico eres que piensas que aquí lo importante eres tú y si yo te quiero o no, en vez del hecho de que yo soy un heredero de la puñetera Corona? Por lo menos tú tienes la capacidad de terminar no escogiendo una vida pública, en cambio yo viviré y moriré en estos palacios y en esta familia, así que no te atrevas a venir a cuestionar si te quiero o no, cuando eso es lo que podría acabar destrozándolo todo.

Rojo, Blanco y Sangre Negra// JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora