Antoine Richis +18

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-Sopla las velas antes de que se derritan las rosas- soltó el hombre divertido.

-Papá, las rosas no se derriten- habló la joven sonriente, observando a su padre.

-Estas sí- afirmó cogiendo una de las rosas para llevársela a la boca y mordiéndola, consiguiendo que todos los presentes rieran divertidos, mientras la joven soplaba las velas encantada.

Todos los presentes veían a padre e hija mirándose con cariño. Y no era para menos, cuando Antoine adoraba a su pequeña Laura, como a ninguna otra mujer, o joven. Para él, ella era su vida, la luz de sus ojos, era todo para él.

Pronto comenzó el baile, donde Laura decidió bailar con un joven encantador, mientras ella disfrutaba del baile, su padre la observaba con atención, aunque más que observar a su hija, observaba a aquel joven, que no tenía ningún escrúpulo en comérsela con la mirada.

-Debería disfrutar de la fiesta señor Richis- este giró su rostro, para encontrarse con aquella mujer.- Si sigue mirando así a ese joven, va a conseguir hacerle un agujero en la frente- soltó divertida, colocándose a un lado del hombre.

-En todo caso, no sería el único sospechoso, más de uno los están mirando- explicó con suma tranquilidad, pero con una sonrisa en el rostro.

-Tal vez tenga razón- dijo mirando a la pareja bailar- oh! Disculpe mis modales, señor Richis, mi nombre es....

-TN Beckerd, una de las mejores novelistas de nuestra época, aunque se esconde detrás del nombre de su marido- interrumpió mirando a la mujer, quien quedó asombrada por aquello.

-No sabía que fuera tan conocida...

-Estoy seguro de que la mayoría de las personas de aquí, ni siquiera la reconocerían, y solo la mirarían por su belleza- alagó el hombre, logrando sonrojar a la mujer.

-Gracias por él alago señor Richis, pero déjeme decirle que se equivoca en una cosa- Antoine miró a la mujer con una ceja levantada, intrigado de saber su equivocación.- Es el nombre de mi hermano el que uso, yo no estoy casada señor Richis- explicó algo sonrojada y avergonzada.

-Me disculpo por mi fallo señorita Beckerd.

-No tiene por qué, todo el mundo comete fallos.- Dijo sonriente.

-¿Por qué no me acompaña a dar un paseo?- Inquirió el hombre, deseando conocer más a aquella mujer.

-¿Y su hija?

-Tengo gente vigilándola, además, solo es un paseo- aclaró ofreciendo su brazo para que la mujer enrollara sus manos en él.

-En ese caso, acepto su paseo- respondió enrollándose en el brazo del hombre y caminando con él, hasta llegar a alejarse con él, del ruido y de la música, llegando así a los jardines de la casa.

-¿Sabe? He leído su último libro, y me ha llamado la atención el cambio de la novela romántica y trágica, a una novela más erótica y triste, ¿por qué decidió aquel final?- Preguntó colocándose delante de la mujer.

-¿A qué se refiere?- Preguntó intrigada.

-¿Por qué decidió que Denif y Anton se alejaran de tal modo? Su destino era estar juntos, y en cada página de aquellos encuentros, se sentía la pasión, el amor, y sobre todo la lujuria- Dijo sintiendo su cuerpo calentarse con tal solo recordar esas páginas, donde más de una vez, acabó cerrando los ojos, imaginando que él era aquel protagonista, mientras su mano, era la de aquella joven.

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