38|A new life inside hell

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«Day 95»

Los días comenzaban a pasar lentos, y a la vez tan rápidos para ambos jóvenes. El mayor de trenzas africanas siempre trataba de evitarla a toda costa, pero en la media noche siempre se terminaba enrredándose en las cálidas sábanas de la cama de su pelinegra.

El de trenzas simplemente se acostó en la cama, dejandose caer al lado de la chica, quien no dudó en acostarse encima de su pecho, dejándose llevar por los fornidos brazos que la envolvían.

—¿A que sé debe tu extraña visita? —Musitó la pelinegra alzando su vista hacia el rostro de Tom, mientras que una dulce sonrisa se aproximaba a sus labios.

Amaba sentirse así con él, amaba todo lo que viniera de él. Lo amaba a él.

Se quedó viendo la perfecta belleza de su rostro, parecía ser esculpido por los dioses griegos. Su piel era tan lisa, como la de un bebé. Su nariz era perfilada, perfecta. Al igual que su mandíbula, igual de definida como siempre. Aquellos labios carnosos que tanto la volvían loca, qué contenían aquel metal negro en el labio inferior, el piercing. Por último, sus ojos, pero que por la poca iluminación de la habitación no pudo visualizar bien.

Tom acaricaba suavemente su cabello, dejando escapar una pequeña risa de sus labios.

—Te necesitaba cerca de mí. —Musitó el alemán, que aquellas palabras casi fueron un murmuro.

Leigh logró escucharlo muy bien, y su mano comenzó a acariciar el pecho del de trenzas, sin borrar la pequeña sonrisa en sus labios.

Una pregunta pasó por la mente de la pelinegra, '¿él me necesita?' Quiso preguntarle, pero se limitó a guardar silencio, dejándose llevar por la mano de Tom, la cual subía y bajaba por su sedoso cabello pelinegro.

—Anhelo tenerte siempre cerca de mí, para poder cuidarte, mimarte, besarte... —Susurró el alemán, sin dejar de acariciar su cabello.

La pelinegra alzó de nuevo su vista después de abrir los ojos, dándose cuenta de qué ahora Tom se encontraba mirando fijamente hacia el techo.

La pelinegra se inclinó lentamente hacia su rostro, apoyando una de sus manos en la almohada a un lado de la cabeza de Tom, mientras que la otra seguía acariciando la piel desnuda de su pecho. Aquella acción hizo que Tom abandonara su mano de el cabello de la pelinegra, descansando la misma en su espalda a la misma vez que se giraba para verla.

Ambos rostros quedaron cerca, el uno con el otro, haciendo que sus respiraciones se mezclaran y sus miradas se conectasen. Leigh sonrió dulcemente, mientras que la mano encima de su cuello subiera hasta llegar hacia una de sus mejillas.

—¿Porqué no lo cumples? —La pelinegra preguntó, sonando confundida y a la vez deprimida. —Vas en contra de tí mismo... —Murmuró.

Su mano seguía acariciando la mejilla de su mayor, haciéndolo sentir querido, de la forma mas linda posible que podría sentirse alguien como él.

—Ir en contra de mí mismo es lo más lindo que puedo hacer por tí. —Susurró el alemán, ladeando levemente su cabeza hacia un lado. —Sólo quiero que me entiendas...

Quería entenderle, pero no podía. Se sentiría débil sin él, pero algo le decía que sí algun día se alejaran se volvieran a encontrar una vez más. Ellos estaban destinados a amarse, y ella creía que él destino no haría nada para separarlos, sin saber que el mismo se encargaría de hacer pagar a Tom por todas las maldades que hizo.

¹⌉ 𝟵𝟵 𝘿𝙖𝙮𝙨 ; 𝙏𝙤𝙢 𝙆𝙖𝙪𝙡𝙞𝙩𝙯 ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora